Volver a Itaca



Recuerda: " Ten siempre a Itaca presente en el espíritu "

En el sueño... Un viento inesperado hizo vibrar las puertas y nuestros labios eran de cristal en la noche aquella del reencuentro, estaban cubiertos y empapados en sangre, dejada por los besos de las bocas perdidas en medio de los bosques. El fuego calcinaba nuestros brazos como de piedra y su ceniza roja pretendía cegar nuestros ojos llenos de indiferencia atrapados entre cuatro murallas amasadas por cráneos y arena de los trópicos. Aquella fué la última vez que hablaste con Circe , llevaba la cabeza llena de pájaros y de flores de almendro en las sienes sus lamentos estaban recubiertos entre lenguas de fuego y voces doloridas.

El rumbo de los barcos es desconocido y el que dirige la caravana que va por el desierto deja un solo rastro sobre el agua y la arena, sus mástiles van heridos y los huesos amontonados sangran.

Aquella fué la noche que nuestros labios de cristal y de sangre unieron por fin nuestro aliento, mientras la libertad desplegaba sus alas encima de nuestras nucas heridas por el tiempo, ese beso fue su sello...

Ahora que desembarques en Itaca recobra cada gesto, cada instante, cada brillo y cada mueble.

Tiñe de castaño el cabello. Devuelve la conciencia a su infancia el gusto por vivir, la claridad del horizonte que te aparta de quien quieres sonriendo y mirando hacia él. Por la gracia divina, por el poder de los dioses te jubilarás por fin de ser agente viajero. Cada vez estas mas cerca cada día lo compruebas en el espejo, el calendario se devora los días y el reloj de arena el tiempo.

Ella estará del otro lado esperando de brazos abiertos casi como una estatua, sosteniendo en la mano un letrero a orilla del mediterráneo.

Tu sabes que puede esperar sin prisa desde las costas hasta las murallas frescas, hasta la luna y de regreso, aún con todos los obstáculos a tus espaldas, Penélope es fiel aunque tardes 20 años, puede que muchos intenten acercarse o meterse en su cama, ella es fuerte, inmóvil, es una estatua de bronce, con un amor arraigado en el espiritu, el mas sereno de todos, tejiendo y destejiendo en el arsenal de la memoria la respiración de un anhelo a la orilla del mar,
aun con todo el cuerpo estoico e insatisfecho ella aguarda paciente.

Los diemotrones de la ciudad habrán crecido como hierba descuidada y sus frutos antiguamente verdes podrían envenenarte, la puerta estará muy bien cuidada por un guardián multifacético, pero él te reconocerá. Los muebles quizá tendrán las piernas tambaleantes, quizá las telas tendrán el cutis arrugado, solo el aire infiel y osado habra mordido las caderas de penélope un instante.

Quieres ser amado, recordado por tu barba, que el pueblo levante monumentos o haga leyendas en las calles sobre tus hazañas, que tu vida la contemplen en el cine, y los libros de literatura, que tu rostro circule en las monedas de Itaca entre las manos de Telémaco.

Será mejor que vuelvas a Itaca Pronto

Tuya Penélope.

Todas mis conquistas

Todas mis conquistas, hasta ahora, habían sido vacías; me comía el mundo a puños, pero siempre me pareció ¡qué le faltaba sal! Mujeres, ciudades, países, continentes enteros, vaya ¡hasta planetas en lejanas galaxias! Todos caían rendidos a mis pies, todos sin esfuerzo, todos ¡excepto tú!

No hay estrategia que te venza, frente a ti, mis bravos ejércitos no son más que mansos corderos. Jamás había perdido una batalla y contigo por poco pierdo la guerra entera. Astucia, audacia y bravura como las tuyas no había conocido antes.

Julio César conquistó Egipto y a él lo conquistó Cleopatra. Desde el primer momento en que pusiste tus ojos verdes sobre mí, me hiciste tu esclavo; no sé si lo tuyo es instinto o lo planeas, pero te sale ¡tan natural! Pareces leerme la mente, juegas conmigo, me haces tu títere y después disfrutas ignorándome ¡eres cruel!

Nunca me rendí, no sé si fue mi empeño o fue pura suerte, pero al final ¡te conquisté! Y lo haces parecer tan casual, pereces darle tan poca importancia, que no sé si en verdad gané o rendirte era parte de tu estrategia. Te conquisté y no dijiste mas que una sola palabra -¡Miau!- y luego ronroneaste suavemente.

Defensiva

Llegas sin permiso a un lugar que consideras tuyo, donde tienes exclusividad
Ahí… en el sitio que ningún ejército ha sabido asaltar
A donde en un principio te costaba trabajo poder llegar
Pero una vez que conociste el camino ha sido sencillo
Pides jugar a la guerra una vez más
Tu instinto bélico ha despertado y necesitas contrincante
Dejas que ataque primero para evaluar las tropas
te dispones a responder cuando baja la guardia
Separando al soldado de fuego para que pruebe su valor ante el enemigo
Dejando al explorador solitario a merced de los misterios
Mientras los demás se buscan entre montes
Que a gritos piden ser dinamitados
Vas a luchar sin clemencia
No pedirás piedad y serás cruel con el enemigo
Observas su ingenuidad, la misma que te permitirá arrebatarle la vida
Tratas de humillarlo lo más posible
Antes de arremeter y cercenar una vez más sus ilusiones.

Tienes bien planeada tu estrategia
Sabes que la danza puede seguir infinitamente
Quieres hacerlo sufrir pero no te atreves
Tu código de honor es más fuerte que eso
Hasta que entiendes que disfruta la lucha tanto o más que tú
Que ha descubierto la crueldad y la pasión de la guerra en tu mismo campo
Tienes en tus manos el poder de dar la vida… y perderla en segundos
Enfráscate en la lucha sin cuartel que has deseado con locura.

El enemigo está dispuesto
Te permitirá vivir pues eres necesario
Tú eres quien quiere arrasar con todo
Verlo morir en tus manos, no sin antes tener el brillo de sus ojos
Y de ser posible el calor del corazón
Olvídate de todo
Lucha, mata, olvida… o perdónale la existencia
Tira de él cuando sienta que podrá volar
Apuñálalo en el momento que crea que has cedido
Arranca sus ojos con su bandera blanca

…Y en el frenesí de tus lúdicas misiones
Deja que tu preciado capitán busque al soldado de fuego
Que ocupe el lugar que tu explorador defendió con vehemencia
Y accede al punto donde convergen las emociones
Donde derrotar y ser derrotado pierden el sentido
Fundiéndose con la desgracia de tu victoria.

Carta a una relación desigual


Esta conversación la hemos tenido antes. O la he tenido porque tú contestas a veces y otras me sumerges en el abrumador silencio que remata mi soledad. Pero esta historia siempre ha sido igual, la primera vez que me tuviste, sin defensa, me echaste inmediato para no volverme a ver en años y cuando me acostumbré a no tenerte, cuando no te conocía y en mi recuerdo ya nada había de ti encontraste la manera de hacerme volver. En el último minuto antes de para siempre perderme.

Hoy que de nuevo nos hemos vuelto distantes y aburridos, no he dejado de pensar en ti como sé nunca lo haré. Volveré, como antes fue y de más valor es aceptarlo desde hoy que esperar hasta ese día y llenar de nuevo mi alma de confusión. Porque aunque no te entiendo y con tu taimada manera me has hecho a un lado, como siempre en este tipo de relaciones resulto estar absurdamente agradecido y sumiso. Por otro lado cansado y colmado de fastidio.

Lo que pasa, sin embargo, es que no he podido olvidar que cuando yo muy joven me entregaste las llaves de mis puertas y abrí cada una hasta conocer lo que quise ser y lo que no, me dejaste verme en un espejo inquebrantable que ahora evidencia que aún me hago grande y sobreviven ambos mi ilusión y mi rencor. No puedo voltear la cara al hecho de que me hiciste hombre y un hombre que mil veces me ha gustado ser, el mismo que hoy templado se ha vuelto demasiado duro para moldear. Lo reconozco, me enseñaste a conseguir el placer y a suspirar por la belleza y al asombro.

Ya te he dado las gracias. Hoy no.

Porque no apartes el que me has quitado el ensueño y te llevaste el amor quizá para siempre dejándome en el pecho sólo el ansia de confort, de tener ahora seguro lo que tú me hiciste sentir pero a cada final te negaste a dar. He alzado una pared que parece no voy a poder tirar y con cinismo frío has decidido permutar mi devoción por esta madurez que hoy nos estorba a los dos para cumplir nuestro deseo.

¿Ganas algo?.

Porque en eso sí perdiste. No muchos como yo te leen y te escriben y recorren tu fisonomía justificando tus defectos. Y hoy ya me aburrí. Y hoy seguramente no te importará.

Pensando en una razón por la cual mis tribulaciones no se van.
Y dejando de lado mi razón.
Cuando esté cansado y mi mente no ocupe este lugar. ¿Estarás ahí?.

Una relación sí hemos tenido, pero no tiene justicia ni mínima equidad. Yo tonto llegué a pensar que te tenía; no ha sido cierto nunca. Y lo he enfrentado para tomar otro camino tantas veces como éste se me trunca y un nuevo aviso ofrece algo por lo que pareciera vale la pena regresar a ti. Y me creo y te vivo. Y terminamos otra vez.

Me has llenado la boca de placer y el corazón de desconcierto. Te has llevado más de mis lágrimas que cualquiera de las historias que me cuentas y en las que soy convertido en el héroe invencible del último capítulo. Me he sentido amar.

Me enseñaste a besar... quizá por eso.

Me diste el regalo de descubrirme sucio y obsceno. Me ofreciste la contradicción de una certeza religiosa que perdí y no volveré a encontrar. Me has otorgado la exitación de la imagen y me quitaste el ánimo de continuar al descubrir tu obscuridad.

No me hables de amor, tú no sabes amar... Pero descubro que nada has dicho y mi impaciencia por tener todo de ti me hizo escuchar palabras donde no. Mi anhelo por tenerme.

Pero entonces por qué cuando ya lejos encuentras cómo continuar.

No eres tú lo primero que sentí, que probé. Eres, sí, quien me tomó y me hizo a su manera. Una forma que desconozco y sin embargo resulté ser yo. El monto de tu rara belleza y tu vulgaridad violenta. Traducción de la palabra Destino en una condena inentendible. Una pregunta constante que de entrada me niega la satisfacción de revelar.

Me he sentado en un café con un libro que no he de abrir para verte pasar. Aprendo cosas y te distingo mil veces. Cada cara, toda una crónica, las sonrisas, llueves... ¿Y yo?. Con un extraño placer por compartirte que es la parte más excitante de tenerte. Cosa rara, un algo entre los dos que no está mal.

Me convulsionas hasta el crimen y de la nada vienes, me rescatas y me reinventas una vida al ofrecer un desconocido encanto que al final inevitablemente se irá y me dejará ahogado sin respirar.

Pero tu ilusionismo me abruma. Me aturde. Me desequilibra hasta perder. Y avanzaré.

De todo el mundo y las cien ciudades que he aprendido a caminar, ni siquiera fuiste tú la del principio o la de en medio. No sé la del final. Pero resignado a tu atrocidad, aún sorprendido por tu oferta y reinvención, ciudad, ¿hay quien te pueda volver a conquistar?. Yo no pude. Estaré pendiente para verlo.

Así son las relaciones, lo sé.
Dicen que uno de los dos siempre ama más. Esta vez me tocó a mí.
*
*
*
Nací en la Ciudad de México
e inmediatamente me alejaron
después regresé
desde entonces este vínculo
de pasión y negligencia
de respeto y olvido

de ida y vuelta

La mas grande de las Conquistas



E
s difícil pensar en rosa, cuando generalmente el negro ocupa mis pensamientos.





Cuando uno acostumbra ver todo con grandes nubes negras sobre la cabeza, esperando que en cualquier momento caiga la tormenta, se acostumbra a traer paraguas y un sexy rompevientos.



Y es que a veces, la mayoría de las veces, desde que tengo memoria, yo trato, de verdad que trato. Pero casi siempre me gana, por más que quiero no hacerlo, se me viene encima y cuando me doy cuenta ya esta aquí. Y me trata a su antojo, como los vencedores tratan a sus vencidos. Me veo envuelta entre tantos soldados, y no se como luchar con ellos.



Durante todos estos años, pocos han sido los que han querido acompañarme en las derrotas, esos pocos notan como al final, aunque sea por momentos, logro liberarme, y puedo ser la más normal, feliz y complaciente con ellos.

Pero son los pocos. Cuando empiezan conmigo, intrigados por el misterio, se quedan esperando encontrar lo que tanto les atrae. Pero cuando entreven lo que en realidad sucede, salen huyendo, aburridos de las mismas crisis o alarmados temiendo cargar con eso toda la vida.



Y es que trato, de verdad que trato, pero me resisto a pedir aliados, pensando que aceptarlos es aceptar lo que pasa. Así que aguanto, hasta que me invaden, hasta que con ojos entrecerrados le huyo a la realidad, y me sumerjo en los sueños, deseando no despertar más.



Hoy, me sorprendí caminando, entre en un impulso a que me peinaran. Salí de ahí consentida, sacudía el cabello mientras caminaba, y entonces note que esta vez, por olvidar el tratar, no me di cuenta que no te necesito más.



Adiós Hierba de San Juan.



Nostalgias cadavéricas

Recuerdo el primero, hará unos seis meses, allí estaba el muy cabrón paseándose por mi sala, muy campante. No lo reconocí al primer momento, pero un instante después, antes de que yo sacara mi arma, volteó y me sonrió, pero no era una sonrisa normal, no. Era de burla, de venganza fría. Era Pepe. Vi el orificio de bala en su pómulo izquierdo, la misma bala que le metí hace cuatro años. La misma bala que lo mató.
Claro que me asusté. Culpé a mi cerebro, una alucinación, al alcohol, a la mota, a las luces que entraban por la ventana, a lo que fuera. Pero allí seguía, hasta movía sus labios como queriéndome decir algo. En mi inmovilidad intenté escuchar algo: “Siento caliente la cara”, me decía, “de este lado, y como que me escurre agua, o no sé qué por la mejilla”.
Salí corriendo, bajé las escaleras del edificio en tres segundos, y seguí corriendo por la calle hasta que el cansancio me detuvo. Intenté calmarme, en vano.
Me instalé en casa de mi madre por unos días. “Por no ir a misa” me decía. La muy santa no sabía a qué me dedicaba. En ese barrio conocí a Laurita, una vecinita muy bien. Me ayudó a distraerme.

Una Tarde regresé al departamento. Antes de abrir la puerta escuché música, corridos norteños. Entré y vi bailando a los hermanos Larios, a los tres. Se estaban tomando mis botellas de Tequila. Igual que hace tres años en su casa de campo, solo faltaban las pirujas. “Pásale, carajo, chíngate un trago”. “No, gracias” les dije, miré el charco de sangre que cubría el piso de la sala y me retiré.
Laura me recomendó ir con un psicólogo. También me insinuó un exorcismo. No me ayudó en nada. Por mis destos decidí regresar al departamento.
Allí estaban Pepe y los Larios, cada cual en lo suyo. El primero se tocaba su mejilla y los otros seguían bailando, muy campantes. Entré a mi habitación y en mi cama estaban teniendo sexo Don Jorge y su querida, ella se quejaba de un dolor que le entraba por la espalda y le salía por el seno, él decía que se había quedado ciego del ojo derecho. Ninguno de los dos notó la sangre. Me metí a bañar, no sin antes batallar para sacar al Cholo, que se veía en el espejo; extrañado se tocaba una mancha roja a la altura del corazón.
Cuando salí de la ducha, aquello, mi departamento, era una multitud. Allí estaban todos, paseándose como Juan en su casa, que a propósito me pidió unas aspirinas para el dolor de cabeza; recordé los tubazos que le metí en el cerebro hace unos meses. No faltaba ninguno. Saqué una colchoneta del armario y me acosté en la terraza. No dormí. A cada rato me pedían cosas, me invitaban a la pachanga, o simplemente se quejaban… en mi oído.
No pasó mucho tiempo para que Laurita notara que esto era serio. Trataba de distraerme, de hacerme sentir bien. Me invitaba al cine, a un restaurante, a lo que fuera con tal de no pensar en mis fantasmas. Ayer me llamó para invitarme a una fiesta, me prometió que sería la mejor fiesta que jamás hubiera asistido. Me rehusé a la invitación ya que a dicho festejo asistirían algunas personas a las que yo les debía ciertos muertitos. Eran parientes, hijos, cónyuges amigos o padres de mis fantasmas particulares.

Apenas es mediodía y ya no soporto a mis “invitados”. He decidido llamarle a Laurita; he decidido dejar a mis fantasmas Quiero ser el fantasma de alguien más.
─Sí, bueno. Hola Laura, ¿Dónde es la fiesta que me prometiste?




Carlos Martin, el Director
Marzo 2004

Ganga de Temporada


Cambio desparpajo femenino, por rengo de manicomio,

vestimenta de payaso, por traje de animal


Cambio memoria, por amnesia, remiendo por ficción.


Cambio sexo incongruente y después la incertidumbre del otro

por un poema o una palabra de amor


Cambio lirismo pegajoso, por digestión lenta,

pedazo de enfermo por “lo bien que se te ve”.


Cambio de estar muerta por Vivir

Zombies, Inc.

No tenemos vida propia
hemos sido reanimados

No vemos la luz del día
trabajamos de sol a sol

Somos todos difrentes
en varios tonos de verde
pues nos ilumina
¡pura luz fluorecente!

Estamos enterrados
en cientos de requerimientos
y los dos centavos que ganamos
¡nos tienen bien contentos!

Nos comemos los cerebros
de los nuevos internos

Trabajamos en corporaciones
esto no es vida ¡somos zombies!

Coexistencia

Como siempre, a la cuarta caguama, empecé a despotricar en contra de ellos… sé que siempre lo hago aunque la impresión del holocausto zombie pasó hace un chingo. Ahora nos hemos acostumbrado a verlos deambular por donde sea, con sus brazos levantados, con esa peste a tierra húmeda y carne putrefacta que solo ellos tienen. Por mí no hay pedo, de verdad que no, soy una persona tolerante y de mente abierta pero lo que en verdad me caga es que causan un pinche tráfico de mierda, se les rompen los brazos con la madre esa de los cambios o se les cae un ojo en un semáforo y ahí vienen los accidentes y nadie hace nada.

Mi tía Servanda (la rata de iglesia) decía que era un castigo divino por tanto pecador caminando por la calle, por tantos hombres y mujeres que hacían caso omiso de la ley de Dios y también por tanto político corrupto. Mñeh, algún pendejo con un cóctel de virus, esporas multiformes, magia negra y un pinche desprecio por la humanidad (o necrofílico el puto) nos trajo la vida después de la muerte aquí en la tierra.

Es una reverenda mamada. Da Vinci decía que una vida bien usada te llevaba a una dulce muerte, y conozco muchas personas que vivieron de acuerdo a esa premisa para disfrutar incluso en su última morada, pero se encuentran con que, cuando su cuerpo se hincha y desecha todos los fluidos esos tan bonitos que guardamos y su carne cambia de color, a su cuerpo regresa una compulsión más grande que el descanso eterno y salen de sus tumbas. Por eso a veces ni los entierran, nomás les avientan un pinche trapo encima y les sacan la vuelta, le han quitado el misticismo y respeto a la muerte, lo trivializaron a más no poder. Me acuerdo que cuando se murió mi primo Cosme, lo treparon en una mesa de billar y se cagaron de la risa cuando el vato despertó a los seis días oliendo aún a tequila y marihuana y sin saber donde estaba.

Ya me encabroné. Además, mi hija la Cuquita se la ha pasado llorando toda la semana porque el pendejo de su vato la dejó por una morra que se mató en un accidente automovilístico el mes pasado. Hablé con él después de que mi niña quiso cortarse las venas para ser también zombie y recuperarlo (vieja tenía que ser la babosa); quería que me contara que se siente que en verdad se le salgan los ojos a la morra cada vez que se la mete... ah, y claro, si es mejor que mi niña que late por todas partes.

Aparte ya empezaron a aumentar los impuestos para la cría de humanos en invernaderos para que se alimenten de ellos porque quesquelos cerebros hidropónicos no saben igual. Que la chingada, ni siquiera redondeo mis pagos y ahora resulta que tengo que dar una lana extra para que el pendejo de mi vecino no venga en la noche a meterme un popote en la oreja y me absorba lo que tenga dentro o se coma a mis hijos antes de la cena.

Yo digo que va contra la naturaleza que humanos y zombies compartamos los mismos espacios. Debemos darles descanso eterno.

El esclavo


-Mamá. -La pequeña María se acercó a Sonia con timidez y con los ojos enrojecidos, llorosos.
Sonia que colgaba en su patio trasero la ropa recién lavada escuchó a su hija hablar tras de ella, el calor selvático la agotaba hasta el tedio e incluso la labor de madre a veces le era demasiado, pero volteó paciente y preguntó. -¿Qué pasa?, ¿qué tienes?.
-Ayer vino mi papá en la noche a verme. -Contestó la niña con voz triste.
Sonia se agachó enternecida por la expresión de su hija y mostrándole una tribulada sonrisa le acarició la cara y después la abrazó. -Lo extrañas mucho, ¿verdad?.
La pequeñá asintió con la cabeza y los ojos bajos.
-Te hace falta tiempo m'ija. No te sientas mal por extrañarlo, toma mucho acostumbrarse.
-Pero es que ayer vino y no me dice nada.
Sonia abrazó más fuerte a su pequeña tratando de consolarla. -Ve a jugar al río mi vida, anda, busca a tus amigos, ve por ahí y ten cuidado por favor. Eso te va a ayudar.
-Sí mamá. -La niña obedientemente se dio la vuelta y se fue caminando despacio abriendo la puerta del malhecho enrejado de madera para salir a uno de los sinuosos caminos de terracería que circundaban su casa. Sonia la vio perderse entre las frondosas palmeras y los miles de arbustos de crecimiento incontrolable típicos del trópico.
-¡Cuidado con los... !. - “pantanos” pensaba decir pero la niña ya no la escucharía pues estaba lejos. Se quedó viendo hacia ese pedazo de selva todavía conflictuada por la tristeza de su hija y suspiró.

Juan, su marido había muerto hacia poco más de un mes. Cómo olvidarlo, una de las etapas mas difíciles y tensas en la vida de Sonia. Lo recordó con su cara enferma y demacrada, dando tumbos por la casa, a veces tranquilo con la mirada perdida otras con lo que parecía ser un tremeno dolor en las entrañas. El doctor del pueblo con sus pocos alcances nunca entedió qué era lo que pasaba, la gente del lugar empezó a hablar de brujería pero Sonia no prestó atención, esas cosas se hablan siempre en un sitio como ese. Todo ese pensar le recordó que tenía un pendiente y repentinamente tomó la decisión de salir de su casa, sacó de la vieja cómoda una cartera, se cercioró de que hubiera dinero adentro, se puso unas sandalias y salíó con paso decidido a la terracería que tenían como calle, tomó camino abajo hacia la casa de Mireya. Al llegar tocó a la puerta y salió el joven hermano de ésta asomando apenas la cabeza.
-No me digas otra vez que no está tu hermana. -Dijo Sonia.
-No señora, salió.
-Ya te dije que le debo dinero y le quiero pagar. ¿Cuándo la encuentro?, esta es como la quinta vez que vengo.
-No sé señora. Ella sale mucho.
-¿De cuándo acá?. -Contestó Sonia molesta a lo cual el muchacho reaccionó negando con la cabeza.

Los días pasaron y Sonia se sentía cada vez más tranquila personalmente pero inquieta porque su María parecía cada vez menos feliz, decía incoherencias acerca de ver a su padre y cada vez estaba más nerviosa y asustada, incluso un día al regresar Sonia de su trabajo en el pueblo, casi al llegar a la rústica casita que ocupaban escuchó a su pequeña hija dando gritos de terror, cuando entró la niña estaba como loca en medio del espacio que tenían como estancia. -¿Qué tienes María, contrólate, ¿por qué gritas así?. -La pequeña le mostró el piso en el cual había un camino de lodo desde la entrada hasta la recámara principal, la que ella alguna vez compartió con su marido. Aunque inicialmente le pareció extraño llegó hasta el cuarto siguiendo el rastro sin encontrar nada raro. -Tranquila niña, ¡por Dios!, tú debes haber metido ese lodo, no es nada, fíjate antes de entrar, es todo.
-No fui yo. -Fue todo lo que contestó María ya casi viendo a su madre con rencor por no creerle y fueron esas las palabras que hicieron decidir a Sonia el mandarla una temporada con sus abuelos al puerto para que se tranquilizara, antes sin embargo, la llevó al cementerio para mostrarle (en medio de dulces pláticas de convencimiento), la tumba de su padre que permanecía con la tierra medio revuelta y con unas flores ya secas encima como aquel día que lo enterraron.
Así María se fue y de alguna manera fue un descanso para Sonia aunque no dejaba de extrañarla. Su trabajo como asistente de una tienda en el pueblo le era menos tenso pues no tenía que regresar corriendo a casa a cumplir las labores de madre y aunque pasaba todo su tiempo sola trataba de ajustarse a su todavía nueva condición de viuda.

Uno de esos días Sonia regesó a su casa y al abrir la puerta fue inminente el exagerado rastro de lodo que había desde la puerta hasta la recámara, no pudo evitar el miedo que eso le produjo pues evidentemente su hija había tenido razón y alguien se estaba metiendo en el lugar. Corrió por afuera de la casa hacia el pequeño patio trasero para buscar una pala o algo con que defenderse antes de entrar de nuevo pero se dio cuenta entonces de que se habían robado varias herramientas incluída la pala, hacia cuánto, no lo sabía, uno no se fija en esas cosas hasta que las necesita. El vecino más cercano estaba bastante lejos pero aún así caminó hasta allá para pedirle ayuda y no regresar sola. Claramente vio como sus vecinos cerraron la puerta cuando ella se acercaba e incluso oyo que ponían la cerradura del otro lado. Nadie le abrió. Nadie le respondió. Sonia volvió a su casa y no le quedó más que entrar sin ayuda. Pero no encontró más que huellas y lodo.
Esa noche fue la peor hasta ese momento en la vida de Sonia, cerró la puerta con la vieja cerradura que rara vez usaba y todas las ventanas y cortinas. Sabía que de nada servía pues lo que allí sucediera no se escucharía en kilómetros pero tampoco tenía otro lugar a donde ir. Se sentó a la mesa para no dormirse y tomó el cuchillo más grande que tenía en su cocina para defenderse de ser necesario, velando así hasta que la venció el sueño. Una patada violenta en la puerta la hizo despertarse casi al borde de un infarto y con el máximo miedo que una persona pueda sentir vio como la madera de ésta se resistía a ese y los siguientes golpes, fueron como cinco hasta que finalmente y como último recurso la aterrorizada mujer gritó “¡Tengo un arma y voy a usarla, voy a matarte quien seas!”. Curiosamente despues de eso empezó a escuchar murmullos con una voz nasal, lejana y pausada a la cual no entendió, eso le dio temor y tranquilidad al mismo tiempo pues no era un sonido agresivo, era más bien absurdo aunque escalofriante. Luego silencio. Y adelante una noche miserable ocupada solamente por una ilógica quietud.
Se quedó dormida sin darse cuenta hasta que despertó exaltada aún sentada ante la mesa, sin embargo todo se veía tranquilo y el día que entraba por las ventanas traía de nuevo el sonido normal de la naturaleza. Decidió tomar las cosas con calma, se bañó y comió algo, se vistió con la determinación de ir a la policía local a denunciar el hecho y lo que estaba ocurriendo. Cuando Sonia salió de la casa escuchó un sonido metálico resultado de haber pateado algo accidentalmente al salir por la puerta, era un pequeño objeto brillante, lo vio, se acercó, lo tomó con las manos y lo limpió contra su ropa para ver de qué se trataba, era un dije. La velocidad con la que avanza el terror en el cuerpo de una persona es algo inexplicable ante el simple hecho de ver un objeto que nos significa todo lo peor en conjunto. La piel de Sonia se erizó inmediatamente y empezaron a temblarle las manos cuando sus desorbitados ojos vieron que lo que sostenía en su palma era la medalla que Juan su marido había llevado en el cuello toda su vida... la misma con la que había sido enterrado.
Sonia corrió como una loca con lágrimas en los ojos, repitiéndose a sí misma “no es cierto”, “no es cierto”, “no es cierto”. Corrió sin parar sumida en el miedo hasta llegar de nuevo al cementerio tratando de buscar una explicación incluso en un lugar al cual había ya antes ido, se fue acercando a la tumba y a lo lejos le pareció no ver nada fuera de lo común pero al llegar, aún cuando la tumba estaba igual que antes se dio cuenta de que sobre ella habia un líquido viscoso similar a la miel o la resina y también escritas con un polvo extraño unas palabras que le fueron intendendibles, se espantó aún más al ver eso y su primer impulso fue tocar aquello pero se detuvo con miedo y se echó para atrás, su siguiente reacción fue levantar la vista como buscando a alguien y justamente frente a ella se encontraba Ramón el cuidador del cementerio, ella lo vio con desconfianza pero al mismo tiempo exigiéndole silenciosamente una explicación, el hombre quien se veía realmente intimidado hizo un verdadero esfuerzo para articular palabra. -Yo no fui señora, yo no puse esas letras en la tumba, yo ni entiendo eso, creo que es otro idioma, yo no fui, le juro, fue un hombre negro el que lo hizo, ayer en la noche.
-Aquí hay muchos hombres negros Ramón, ¿quién fue?, ¿por qué?, qué sabes Ramón, ¡Dímelo!.
Ramón recuperó su mutismo y negaba con la cabeza.
-Dí-me-lo. -Repitio Sonia separando por sílabas y sonando más amenazante que en súplica.
-Lo sacaron.... lo sacaron señora Sonia... el cadáver de su marido, ya no estaba y no supe cuando fue... a lo mejor se salió solo... yo volví a echar la tierra.
-¡No digas estupideces!, un muerto no se sale solo... ¿cómo que lo sacaron?... ¿cuándo?.
-No sé que pasó, pero fue como día y medio después de que lo enterraron... usté perdone, no diga nada por favor, yo no tuve la culpa, yo no vi.
-¿Por qué no me avisaste?.
-Tengo miedo señora... en la cantina me dijeron que a su señor lo vieron caminando la otra noche cerca de su casa... y alguien más lo vio vagando en un campo cerca de la carretera que va pa' la capital... hasta mi hermano dice que andaba cabando una fosa al otro lado del río.
-Te vas a callar Ramón... te vas a callar... no digas una palabra de esto a nadie.
Sonia corrió hacia a su casa con tal angustia que el corazón le latía a casi matarla. Abrió la puerta y al entrar la cerró con llave, después se quedó paralizada en medio del espacio que tenía por comedor con muebles viejos y simples. Todo de repente cobraba sentido, un tétrico sentido; el lodo en la casa, las historias de María, el robo del jardín, la medalla, los vecinos, el esconderce de Mireya...
-Mireya... Mireya... Mireya... -Empezó a repetir Sonia como poseída y convirtiendo su miedo en una furia desmedida. -Mireya, maldita Mireya. -Se movió rápidamente hacia la cocina y tomo una silla, se subió en ella y estiró la mano con mucha dificultad hacia arriba de una alacena hasta agarrar una lata plateada sin etiqueta alguna, la puso contra su pecho como si de esa forma fuera a recibir una explicación, reaccionando repentinamente bajó de la silla y corrió hacia la puerta para salir a la calle. Ya en la terracería caminó apresuradamente en dirección a la choza de Mireya. La rabia la cegaba dejando atrás el miedo al ir tomando su propio lugar cada una de las piezas de ese fúnebre rompecabezas. Al llegar a la casucha sin tocar abrió la puerta violentamente encontrando a la mujer sentada a su mesa, Mireya al ver a Sonia se levantó asustada y se hizo para atrás como para salir huyendo pero inmediatamente trató de fingir compostura y empezó a arreglarse la ropa y el pelo nerviosamente.
-Sonia... Sonia... hola... oye... no he estado... bueno... ¿qué te trae por aquí?.
Sonia guardó silencio por un tenso momento hasta que habló con todo el odio que su alma le permitió. -¿Qué hiciste estúpida?.
-¿De qué hablas?. -Replicó Mireya con una muy mal fingida sorpresa.
-¡Qué hiciste estúpida!. -Gritó sonia aventando a los pies de Mireya la lata que al caer se abrió dejando salir varias pequeñas bolsas de plástico conteniendo un polvo blanco cada una.
-... Lo, lo siento Sonia. -Dijo Mireya tartamudeando y olvidando derrotada su teatro.
-¿Quién te dio esta porquería?.
-El francés... ya te había dicho... o bueno, creo que es dominicano o de otra isla, no sé, de por allá.
-La dosis estuvo mal, ¿verdad imbécil?.
-No... no sé Sonia, no sé... yo hice lo que él me dijo... fue lo que te dije exacto.
-¡Pues te engañó idiota!, ¡te engañó!, ¡nos engañó a las dos!. ¡Lo que ese maldito brujo quería era un esclavo!.
-Lo siento Sonia. No era eso lo que querías ¿verdad?.
-¿Lo sientes?... ¿lo que yo quería?... ¡Te dije muerto, estúpida!... ¡te dije que quería a Juan muerto!... ve lo que hiciste... ¿Y ahora?.

La Despedida

Tuve, como la mayoría de las personas dos abuelas, mi preferida era mi abuelita Cuca. Cuando era niña me hacia feliz visitar a alguien tan dulce como los chocolates con pan que nos preparaba. Me llenaba de besos los cachetes y por las tardes me contaba historias de cuando era niña.

Pero crecí y las visitas a su casa con mis papás me fueron pareciendo cada vez menos interesantes y opte por ir a otros lugares. Cada vez la vi menos, cuando regrese después de muchos años, mi abue Cuca se había vuelto una de esa viejitas que todo mundo anda paseando, pero que dejaban relegada en una silla sin que nadie conversara con ella, refiriéndose a ella a gritos, en tonos pausados como si no entendiera, eso me dio mucha tristeza. Me fui a sentar con ella, la salude como siempre y le pedí que me contara una historia de cuando era niña, sus ojos le brillaron y comenzó a platicarme de cómo se escapaba para ir a cortar manzanas a los árboles.

Regrese con ella un tiempo y después un Tío se la llevo a su casa y ya no pude visitarla.

A pesar de que duro bastante tiempo enferma, también les dio mucha batalla a mis tios y murió hasta que tuvo 89 años, esos últimos ya no reconocía a nadie, y las veces que la fui a ver solo sonreía cuando me veia, su sonrisa dulce.

En cambio los últimos días de Cuca ya no quise ir a verla. Su rostro que ya anunciaba su final, se había vuelto demacrado, los ojos hundidos y una expresión perdida en el infinito que no quise volver a ver. Me fui a mi casa pensando lo terrible que era ver como se transformaba esa cara que para mi siempre había sido dulce y toda ternura.

Esa noche me acosté temprano con mi marido hablando de cuestiones de trabajo, él se quedo dormido al poco tiempo y a mi el sueño me hacia entrecerrar los ojos, pero de pronto la oscuridad y mis pensamientos se vieron interrumpidos por una luz que salio por debajo de la puerta, me asuste pensando como se había prendido, en ese momento se comenzó a abrir la puerta lentamente, aterrorizada no pude mas que taparme un poco mas con las cobijas, la puerta se siguió abriendo enmarcada con el trasfondo de la luz entro lentamente Cuca.



Yo podría imaginarme a mi abuelita de todas las maneras, pero de fantasma o muerta viviente nunca. Lentamente se fue aproximando a mi cama, y en efecto, ni en eso me decepciono, cuando se sentó en la orilla de mi cama, su rostro tenía la misma sonrisa dulce y tranquila que yo recordaba de cuando era niña. Me vio unos instantes y levanto una mano para señalar al que estaba acostado conmigo, sin hablar me lanzo una mirada de interrogación.



Como si yo supiera lo que quería, le aclare:

.-No abuelita, él no es mi papá, él esta en su casa.

Ella asintió, me volvió a ver con inmensa tranquilidad, se levanto y se fue.

Vi como la luz del pasillo se apago otra vez y no recuerdo cuando el corazón dejo de latirme porque el sueño me hizo cerrar los ojos y quedarme profundamente dormida.

Me despertó el teléfono y saque el brazo de mis sabanas calientitas para tomar la bocina. Era mi mamá:

.-Hija, te aviso que tu abuelita Cuca ya descanso, murió ayer por la noche.

¿Quieres Ser Quien se te Ocurra?

Salgan de mi cerebro
Jhon Malcovich

Siempre pasa cuando giro la chapa de la puerta de manera contraria. Esto es, cuando llego dormido, en la baba, o borracho. Recuerdo la primera vez que ocurrió. Llegué del trabajo como a las once de la noche, cansado, saqué mi llave y la introduje, gire la mano hacia el lado contrario de las manecillas del reloj para enseguida deslizarme por un túnel mental y posicionarme en el cerebro de alguien, esa primera ves fue de un policía:

Enterado ─Pero qué demonios ¿Dónde estoy? ─Sí, doceochenta, aquí de guardia en sector tres, cambio─ Qué es esto, no puedo controlar mi cuerpo ─Nos dirigimos al sitio del delito─ ¿Qué delito? ¿Por qué estoy diciendo esto? ─Ya te digo, la Lupe, del emepe, me tira la onda, ¿no me crees? ─¿Lupe?, ¿me hablas a mí?
─¿La Lupe?─Ah, le habla al otro policía ¿Otro policía?
Sí, fregón ¿no? A ver, espérame. Sí, doceochenta, en camino al sitio del delito, en unos minutos llegamos ya vamos en camino ─¿En unos minutos? Ni siquiera nos movemos, se están tragando unos tacos
Ya, enciende la patrulla, luego platicamos de la Lupe ─ Hasta que. El delincuente ya ha de estar lejos y ustedes dos aquí hablando de secretarias buenísimas... ¿Cómo demonios me salgo de aquí?
─Puta, esta patrulla quedó bien fregona, ve no más a cuanto vamos─ Bájale güey, nos vamos a matar.
Sí güey, písale más ─¿Y tú dándole alas a este engendro de Ayrton Senna? Frena, frena... hijo de la...
Buenas, buenas ¿Qué fue lo que pasó aquí?
Un asaltante, todavía lo alcanzan oficial. Se fue por allá.
Uy señora, primero tengo que tomarle sus datos para saber que fue lo que pasó aquí ─Méndigo gordo, para mí que no quieres correr por la atragantada de los tacos, qué cínico... ¿Cómo salgo de aquí? No aguanto más, ¡ya!
Pero se les va a escapar ─Se les va escapó...
No se preocupe, ahorita van otras unidades a buscarlo. Ahora bien, ¿qué fue lo que pasó? Espéreme tantito. Pareja, tómele los datos a esta señora, voy a la patrulla a quitarme un pedazo de carne que tengo entre los dientes─Qué puerco, un momento, se va a ver en un espejo, me voy a ver en un espejo... Qué terrible, no sé si pueda vivir con este trauma.

Y por arte de no sé qué ¿magia?, ¿destino?, ¿burla del destino?, el oficial, al verse en el espejo, yo aparecí vomitando en el baño. Recuerdo que me paré y me vi en el espejo, pálido, pálido, pero sin la gorra azul, la prominente barriga y los bigotitos de cantinflas.

La segunda ocasión pasó igual. Llegué de una fiesta, introduje la llave en mi domicilio...:

Buenas noches comadre... ¿Cómo le ha ido?...A mi bien, fíjese que el otro día─Ay no, una vieja chismosa─ vi a su marido saliendo de su oficina muy tarde ─Me aburro─ Iba con una cara de felicidad, que pa´ qué le cuento─Póngase a hacer otra cosa señora, no friegue el matrimonio de su compadre─Pa´ mí que se anda metiendo con su secretaria, la tal Lupe, muy licenciadito, refinado, pero cabrón su marido, discúlpeme, pero esa es la verdad ─Qué aburrido, ya vieja loca, vieja amargada, ha de estar tan gorda que su marido ni la pela, y pues le da envidia su comadre.

De nuevo vomitando, me miré en el espejo, que alivio, ya no tenía los diez kilos de mascarillas ni las dos docenas de tubos para el cabello; vieja chismosa, pobre licenciado, la que se le va a armar.

¿La tercera? Ni quisiera acordarme. Llegué a mi casa, igual con la llave...:

Buenas joven.
Quiúboles mamacita ─¿Mamacita?
─¿Qué se le ofrece?¿Servicio completo?¿O nomás sencillo? ─¿Servicio completo? ¿Sencillo? Oh no... Soy una prostituta...
No quisiera ahondar en detalles, solo que en la habitación del motel que estaba había un espejo redondo en el techo. Igual. Aparecí vomitando en el excusado, observé mi reflejo y ya no tenía ni la bolsa al hombro, ni la ¿minifalda? si a ese pedazo de tela se puede decir así. Qué mala experiencia. Es todo lo que puedo decir.

Igual me pasó con la cuarta. Llegué cansado a mi casa, giré la llave...:

Gracias Lupita─Gracias Lupita, pero qué bien está la Lupita.
De nada Licenciado.
Oye, hay que tener más cuidado, mi mujer ya se las huele─Hijo de la... qué poca madre─ Se enteró de la otra noche que salí muy tarde de aquí, del emepe, alguien le dijo─Ya sé quien eres, o mejor dicho, ya sé quien soy. Viejo rabo verde. Bien, que comience la acción. Bésala, ánimo─Que bien se ve hoy Lupita─Eso, así se hace, ahora agárrale una teta.
─¿Usted cree licenciado? Usted no se queda atrás. Que guapo está.
─¿De verdad me veo bien?─ Oh no, no, no busque un espejo. Apenas se va a poner bien, chale...
Esa noche al terminar de vomitar hice un experimento. Rápido corrí hacia fuera de mi casa, introduje la llave en la chapa, giré hacia el lado contrario de las manecillas del reloj... túnel... cerebro...
─... Bien, ¿dónde nos quedamos? Ah sí. Le iba a agarrar una bubi a la lupita─ Aquí no licenciado, pérece... me duele─Ay no, soy Lupita...

Jamás vuelvo a hacer experimentos. ¿Después de vomitar? derechito a la cama. Mi experiencia con Lupita fue peor que con la prostituta. Al menos con la mujer de la vida alegre había un espejo gigante en el techo. ¿Con Lupita? Terminó hasta que se metió al baño a darse una arregladita. Ese día seguí en el cerebro de la Lupe. Salí ─salió─ al mostrador del ministerio Público donde estaba el licenciado, cuando de repente llegaron los dos policías con los que tuve mi primera experiencia extrasensorial ─si así pudiera decírsele─ y traían detenida a la joven prostituta. El ciclo, para mí, estaba cerrado. Ya había sido cada uno de los personajes principales, así es que me dediqué a otras cosas.

Ahora no solo utilizo la chapa de la puerta principal, también he encontrado otros túneles dentro de mi casa. La de mi recámara me condujo hacia el cerebro de un diputado, con todo lo que eso implica. En la del baño me transporto hacia la mente de un púber de secundaria, chale. Además le puse una chapa a la puerta de la cocina ─claro que no es necesaria─, a ver a donde me lleva. Y estoy pensando en ponerle chapa a la casita del perro...


Carlos Martin, el Director
Mayo 2003

3 Mujeres

Siempre ha existido el deseo en la literatura y la poesia, los hombres se fian de ellas inocentemente. Entre el placer, la imaginación y la inspiración yo escojo 3

Entre tantos personajes, las Sirenas son las que guardan el engaño de no ser mas que un medio para llegar a un fin, las meretrices se pueden pervertir por si solas, ajenas de ataduras o prejuicios para que sirvan para quien las usa casi como vocación religiosa, pero la poesía siempre es seductora, se viste con encajes provocadores, se contonea, susurra palabras con voz melodiosa, inspira y provoca de modo refulgente y delicadeza debido a las musas. El deseo esta en una mirada, en un sonido, en una evocación, una palabra, un olor, en los retazos de canciones, en la imaginación vasta y poderosa. Una mujer normal aparentemente no se permite ciertas cosas, en el cerrado seso, muchas ocasiones yo misma me he negado pero al escribir sobre el deseo me percato que todo ha sido invariablemente impregnado por el.

Cuando bulle el deseo es imposible sublimarlo, no se puede quemar, ni ponerle amoniáco. El deseo es desmedido, compulsivo, insaciable, adictivo por lo tanto, no se obtiene nunca bastante o suficiente e inconforme, la sensación de extender el placer es una experiencia de profunda satisfacción.

Es indestructible que hasta en numero de veces y coincidencias forman parte de un juego sutíl de derramarse en pos de otro, no importan fechas o numeros de habitación. Hacer el amor es siempre una pequeña muerte, un ir y venir al cielo en segundos y siempre encanta morir una y otra vez, en incontables ocasiones, desafiando las leyes divinas que claramente estipulan la carnalidad entre poetas o musas realizando el peor de los incestos.

Fundirse, cabalgarse, devorarse, saciando hambre de siglos, burlando el disimulo el prejuicio o la convencionalidad incluso en la calle reflejando esa ansia de devorarse con impetu de perros queriendo saciar el deseo y el placer dentro de ese fervor de muerte, batirse en ella y consumirse antes de que la misma muerte se quede con lo mejor.

El deseo hace sentirnos vivos, es esa bella inspiración de querer morirse muchas veces para entregarse a los placeres justo como hizo Circe, es querer decretar en cada orgasmo que a tu vida se aferre, que ronde, que no permita que pienses en otra cosa, que sea tu sombra, tu condena, tu final.

Pienso en Dante y sus musas, seguramente las enterró en su literatura, Pienso en los estratagemas de Ulises y las sirenas de voces melodiosas, pienso en Friné hundiendose en el mar y su espuma desafiando los designios de los dioses. Si yo fuera, escogería sin duda converger en ellas. Una meretriz, una musa y una sirena

Si yo fuera ... convergería en esas 3 mujeres

Hoy...

Hoy finalmente me he dado cuenta de mi error. No. Miento. Siempre he sabido cuál fue mi error, pero es hasta ahora que he reunido el valor para reconocerlo. Jamás te debí dejar. El excesivo orgullo y una buena dosis de estupidez me hicieron dejar tu lado y no ceso de arrepentirme.

Estaba tan ocupado siendo un hombre recio, de carácter y dominante, que terminé por no ver lo que tenía ami lado. Fui desconsiderado e ignoré con frecuencia tu opinión; el que alguna vez te hubieras equivocado o no estuvieras en lo correcto no justifica mi obsesión por tener siempre la razón y en vez de mostrar carácter tan sólo demostré cuán poco tolerante e incomprensivo puedo ser.

Creí que demostrarte lo que sentía era todo lo que hacía falta, pero mis demostraciones no sólo fueron pocas e inadecuadas, terminé también por no decir “te amo” tantas veces como hubiera querido hacerlo.

Me marché si decir mucho, sin una explicación y no escuché lo que querías decir; ahora salgo a beber para olvidar y sólo logro acrecentar el vació que siento. Intento llenar ese vacío con otras mujeres y si con alguna de ellas me acosté, fue a ti a quien siempre hice el amor.

Olvidé nuestra canción, por evitar que me vean con los ojos húmedos, si en el fondo la llego a escuchar de nuevo, pero nunca olvidé tu número, lo he marcado con frecuencia, pero nunca he terminado la llamada. Aún estás en mi lista de contactos y en mi correo; a diario te escribo varios mensajes y al menos un email, y cada vez los borro antes de enviarlos, porque si envío uno y no contestas ¡mi mundo se habrá acabado!

Ocasionalmente pregunto por ti a los que te conocen, lo hago aparentando indiferencia y pretendo no escuchar la respuesta, pero necesito saber de ti, siempre quisiera escuchar que tu también me extrañas y no sufrir más en la soledad. Sé que has estado mirando el teléfono con frecuencia, esperando a que suene. No esperes más. Hoy que he reunido el valor suficiente, hoy que no puedo aguantar más sin ti ¡te voy a llamar!

Sin términos ni condiciones, tan sólo quiero decirte: “¡Te amo! No sabes cuánto lo siento, ¡dame otra oportunidad!” y esperar que tú me puedas perdonar. Hoy mismo hago esa llamada ¿Qué digo hoy? ¿Puedes sentirlo? Tu teléfono está a punto de sonar ¡Ahora mismo la hago!

O la haría… Si yo fuera real. Él se marchó sin decir mucho, sin una explicación, y yo, yo soy tan sólo el recuerdo que has guardado y todo lo que desearías que él fuera.

Pero no llores más. Apaga la luz y cierra los ojos que yo estoy aquí para abrazarte hasta que te quedes dormida y mañana estaré aún aquí, a tu lado, cuando despiertes.

Por una noche

Sentía el corazón roto pero por ningún motivo se quedaría un minuto más en su casa, así que tomó las llaves del auto y vagó un poco por la ciudad que estaba aprendiendo a amar. No quería pensar y no tenía porqué hacerlo, esta era su noche y le sacaría todo el provecho posible, aunque tuviera que exprimirla con el alma y sus latidos.
Se detuvo frente a un elegante bar, en el que no iba a resultar extraño que alguien tan atractivo y bien vestido como él fuera sin compañía a tomarse un trago. Respiró profundamente antes de bajar de su coche, con un movimiento leve eliminó las pocas motas de polvo de su pantalón y distraídamente pasó su mano derecha sobre su cabeza para acomodar sus rizos.

Entró y se sentó en la barra, un poco sorprendido de que el establecimiento estuviera casi vacío. Que importa, pensó, hoy no quiero multitudes. Pidió al cantinero un whisky sin hielo y un cenicero mientras observaba a la gente del lugar: en una mesa había una pareja con una botella de vino… se tomaban suavemente de las manos. En otro lugar estaban reunidos cinco jóvenes, todos de trajes obscuros, al parecer festejaban algo, ya que brindaban con cada sorbo y reían fuertemente. En un rincón estaba un hombre de alrededor de cincuenta años que no dejaba de observar a los jóvenes, sonriendo de vez en cuando y tomando aquel líquido ambarino que tenía enfrente.

Pero lo que definitivamente acaparó su atención fueron tres cuerpos al final de la barra: un hombre y dos mujeres. Él, alto, con ojos grandes y un magnetismo animal incomparable. Ambas mujeres eran morenas, seductoras y con una atracción no tan grande como la del ejemplar que las acompañaba pero irresistibles. Tenían un ligero parecido con diferencias abismales: una de ellas con un corto vestido rojo que dejaba su espalda descubierta,coqueta, con el cabello corto… parecía una mujer de mundo, sexy, capaz de tomara un hombre por la espalda y susurrarle al oído lo que haría con él. La otra, con un vestido negro, un poco más largo. Con una inociencia bastante atractiva, el cabello castaño a media espalda, suelto…. una niña atrapada en un cuerpo listo para la lujuria.

Pensó que ahí habría un espacio para él, llamó al bar tender y les mandó otra ronda de tequila, el cual las mujeres agradecieron levantando los vasos y el hombre sólo atrapó sus ojos. Interpretó esas miradas como si el macho marcara el territorio, defendiendo a sus hembras… que equivocado estaba.

Venció la vergüenza –ó quizás tomó lo suficiente- y se acercó a ellos. Las damas se presentaron y platicaron un poco con él mientras el caballero seguía bebiendo, intercambiando fugaces sonrisas con alguna de ellas pero sin tomarlo en cuenta. Eran bastante interesantes aunque le recordaban a dos gatos que elegantes se enroscaban enlas piernas de su dueño.

Hubo whisky, después tequila y al final pidieron vodka. Insistió en que siguieran en un lugar más privado pues el bar estaba a punto de cerrar; aceptaron sin dudar, lo que fué realmente emocionante pues él ya había hecho su elección, el único problema sería como deshacerse de los otros dos…. No fue mucho problema, pues los jóvenes de traje obscuro rápidamente acogieron a los rechazados. Sin decir palabra subieron al carro… quiso entablar plática pero todo intento era cortado pues solo obtenía monosílabos como respuesta, hasta que pensó “al diablo! Si estamos hablando de deseo, eso tendremos”. Subieron a la habitación, encendieron la luz y se vieron fijamente a los ojos.

Lo tomó entre sus fuertes brazos, haciendo énfasis en la diferencia de alturas. Cerró los ojos y quiso dejarse llevar por la fuerte atracción de los carnosos labios de su conquista, pero él se alejó con un leve movimiento. Ante ésta negativa optó por colocar sus labios sobre el cuello, asomando ocasionalmente su lengua cada vez menos tímida. Fue despojado sutilmente de su camisa azul celeste, mientras que otra boca cubría cada centímetro que la tela abandonaba. Recorrió su piel morena concada uno de sus sentidos, mientras se aproximaba cada vez más al sur del hermoso cuerpo que tenía al frente. Desabrochó el cinturón con una emoción apenas contenida mientras el elegante pantalón negro caía por esas columnas quehumildemente eran llamadas piernas... muriendo por la necesidad de complacerlo y explorarlo antes de que la pasión los inundara a ambos. De repente ante sus ojos vió el territorio más hermoso que pudo haber imaginado jamás: un paraíso poblado por un duende solitario que se erguía orgulloso, cuidando dos ollas repletas de oro. Suavemente lo aprisionó con sus manos y lo guió hacia su boca; lo recorrió suavemente con su lengua antes de introducirlo completamente. Los gemidos que escuchaba lo alentaban a succionar cada vez más fuerte, sentía como el miembro crecía cada vez más y la respiraciónse agitaba.

Su excitación rebasaba los límites de lo conocido, pidió tomar y ser tomado, entregarse con la pasión que enloquecía sus sentidos…quería que calmara el fuego que carcomía sus entrañas. Quería dar rienda suelta a la lujuria que su acomañante inspiraba, quería que llenara su ser, que se vaciara dentro de él. Hicieron todo lo que su imaginación les permitió... y un poco más. Cayeron rendidos en el lecho, con una sonrisa en el rostro.
Abrió los ojos y se dió vuelta para abrazar el excitante cuerpo… sólo encontró una tarjeta con un número telefónico.

"Si yo fuera hombre, sería homosexual".

Poder de ejecución


Desde donde me encuentro, las cosas se ven distinto.

La miseria humana, incluso, me da cierta emoción porque estoy en espera de que me den poder de ejecución.

Cuando pertenecí a otro plano y omnubilado viví mis tiempos, sufrí tanto los estragos del contacto humano. Me sentí hasta devastado por ser testigo de cuánto el hombre inventó para justificar su pobreza de alma, de todo el sufrimiento que ha sido capaz de emplazar sobre sus semejantes y los desastrozos estragos que forman lo que les gusta entender por Historia.

Aún recuerdo que llegué a dudar tanto sobre lo que era correcto y no, parecía tan fácil e impune el inmoral proceder de los demás que pensé no pocas veces que era yo el que estaba mal y lamenté mi torpeza para participar en el campo de los hombres, aunque en ese entonces, era yo uno de ellos, un humano atormentado y reticente que no sabía a donde moverse en un mundo tal dominado por el egoísmo y la violencia.

Pero, hoy, desde este nuevo espectro de existencia todo lo veo diferente. Todo pareciera tener una justa medida y la oportunidad que se me da es el regalo más grande que jamás habré esperado. Por primera vez he sido incluído en el plan, esta vez de hecho, en el gran majestuoso y único Plan. Y lo agradezco.

Desde donde estoy lo único que ahora lamento es no poder comunicarme con algunos que como yo, cuando estuve en su terreno, sufren por no entender cómo es que la injusticia es la que rige ese planeta, pobres mortales que viven en la sosobra del alma al verse rodeados de tragedia provocada y de una crueldad sin mesura obra directa de la ambición y la estupidez absolutas.

Porque todos en esa tierra tuvieron alguna vez la oportunidad de juzgar sus propias obras y de distinguir el bien del mal, todos de alguna manera y a través de una diferente voz fueron enseñados sobre el proceder y su valor, se les fue mostrado incluso la probable consecuencia de sus actos que dependería solamente de una decisión, de un sí o un no, de ordenar u omitir. Sin embargo, la gran mayoría descansa cómodamente sobre su egoísmo y mezquindad y prefiere distraer su mirada hacia el brillo de su riqueza material ignorando el eco de un sufrimiento generalizado que se volvió hace muchos milenios... permanente.

Y yo, que fui hombre, como algunos pocos nunca logré entender por qué.

El ruido del absurdo es tanto, que no deja escuchar ya nada sobre la tierra, la voz del sufrimiento se confunde con la del gozo y la tragedia y el milagro y se han fundido en un mismo hecho que pasa totalmente desapercibido para los mortales que caminan sobre la superficie de su globo como perdidos, levantando los restos de sus propias vidas para intentar sobrevivir, a veces engañados con un espejismo de seguridad, a veces totalemente derrumbados por la angustia de una incertidumbre absoluta.

Y se los han dicho a todos, sus religiones, sus pensadores, sus textos, sus resultados... se los han dicho una existencia entera. Pero si antes nadie escuchó hoy ni siquiera existen los oídos para hacerlo.

Yo fui hombre y sí entendí. Pero fue tanta la adversidad que se me hizo dudar, fue tanto el acoso que perdí y deje de creer.

Cuando estás vivo, cuando habitas la tierra, se te dice también que de ser fiel a los principios básicos se te dará una gran oportunidad en lo que los humanos llaman Más Allá. Nadie lo cree. Incluso yo no lo creí. Es tan absurdo y ridículo donar esperanza a una causa puramente espiritual cuando todo lo que rodea es crudo y burdo. Pero sorpréndete Tierra porque lo que está por venir, lo que le es ofrecido a los espíritus que no fueron comprados cuando vivos, es más grande y retributorio que cualquier cosa que un pobre hombre pudiera imaginar.

Cuando abandoné el plano mortal me fue fácil hacerlo por dejar atrás toda esa incomprensión en la que existí, sumido en el no comprender cómo mis semejantes convertían su propia existencia en tal espectaculo de infortunio y sordidez. Fue por eso que fui bienvenido en este plan, fue por eso que mi alma fue escogida y se me da esta inmensurable opción.

La voz de la Creación me acogió en su horda, me dio indicación y un espacio en el tiempo de la Tierra, un lugar por el cual volver pero esta vez sin miedo, sin duda, entendiendo perfectamente el por qué de mi razón y mi misión.

Se los digo; Llegan tiempos difíciles para quien se dejó perder.

La voz me dijo; Serás Ángel, tendrás el poder de ejecutar, serás la justicia del Universo en la Tierra, verdugo y cuidador, serás ambos, serás todo, serás Yo.
Pero decide. Qué ángel quieres ser.

Solazado, no dudé. Aquí mi oportunidad y mi motivo. Yo lo sé. Ya lo sé.

Si yo fuera Ángel

...

sería Demonio.

Y aquí estoy,

Hoy tengo el poder del fuego.

Entonces fui feliz

El domingo tuve dos momentos de felicidad, hacia tanto que no me sentía así que todavía conservo la sensación.

En el jardín de mis papás hay una mesa de trabajo para arreglar plantas, mi mamá tiene un pequeño vivero. Yo plantaba una palma en una maceta grande, cuando de pronto la luz de las dos de la tarde se colo entre las ramas del árbol de naranjo, bajo el cual esta la mesa donde yo estaba, me hizo voltear hacia arriba y vi con el resplandor las manchas amarillas que formaban las naranjas, en el camino me encontre con la variedad de hojas verdes y amarillas, y las flores de colores de las violetas y los tulipanes que tenia enfrente.

Todo comenzó a brillar como película holliwoodense. Escuche a mis sobrinos reír y correr por el jardín, después llegaron los tres y me ayudaron a plantar dos ficus en unas macetas de barro color chocolate, nos reiamos y nos llenabamos de tierra las manos, en ese momento fui feliz.



Trate de mantener ese sentimiento todo el día, cuando llegue a mi casa por la noche me senté a ver la televisión, estaban transmitiendo la entrega de los grammys, y justo anunciaban a Radiohead, y con un fondo de luces azules vi salir a Thom Yorke cantar 15 steps (se los comparto).

No puedo describir porque razón senti que se me erizaba la piel, y como si hubiera sido el segundo orgasmo en el día, con cada tamboraso y brinco de mi novio, nuevamente experimente el ser feliz.

Esto no es cuento, es la verdad.

Si yo fuera capaz de lograr mi felicidad, mantendría estos dos recuerdos el resto de mi vida.

Con esto me confirmo que la manera de ser feliz es bajar las expectativas con respecto a lo que pretendemos nos dará la felicidad.



One by one

One by one

It comes to us all

It's as soft as your pillow

Obra en proceso

En Cuentaletras siguen las máquinas trabajando. Pero, con todo y tierra por las obras de remodelación, seguiremos publicando.

Los martes son de NTQVCA... y ella comienza
.

En remodelación. Próxima reinauguración.

Te estamos cocinando algo bueno.

Los Designios Del Videotape

Esto es, por mucho, lo más raro que me ha pasado. Y vaya que me han sucedido cosas extrañas, como aquella ocasión en que unos extraterrestres me abdujeron; o la vez que un ruso loco me entregó una caja con uranio enriquecido, incluidas las instrucciones ─inútiles, por aquello de los caracteres rusos─; otra situación irrisoria fue cuando una horda de mujeres locas me correteó por un callejón, sin motivo aparente, hasta que me gritaron, todas, mi nombre; una situación de susto fue cuando una pelota comenzó a botar lentamente, hasta alcanzar alturas excesivas; también recuerdo que un perro callejero me habló ─aunque eso lo atribuyo a la excesiva ingestión de canabis que tuve esa mañana─. A qué me refiero con “lo más raro que me ha pasado”, pues, estoy parado a medias de un centro comercial, con una cara de imbécil desquiciado, a risa y risa. Pero, vamos por partes.

Hace algunas semanas, en un centro comercial, me topé de frente con un tipo que a leguas se veía nervioso, más bien asustado, sus ojos casi en blanco y con señales de no haber dormido en días, además de una palidez tirando a leche. Se me acercó con una pequeña sonrisa un tanto sarcástica diciendo, “¿Quieres reírte como nunca en tu vida?” ─. Aquí cabe señalar que soy una persona muy cínica; adoro burlarme de los males de los demás─. Mi sonrisa fue cómplice de aceptación, el tipo, sin mediar otra palabra, me entregó un video. Se retiró corriendo, brincando.

Llegué a mi casa y me senté en el sofá. Saqué el video de la mochila y lo observé. No tenía etiquetas de ninguna clase, nada de marcas ni siquiera un código de barras o el logotipo de alguna cadena de videoclub. Comencé a especular. “Será un una de esas colecciones de videos chuscos, la pelota en la ingle, una persona cayendo de bruces, un tipo quemándose, un asesinato, una violación”. Enseguida me dirigí a la videocasetera, y antes de colocar el video me pregunté “¿Y si le cae un virus a la video? No seas idiota” me respondí. Ese argumento del virus, aunque pareciera un tanto inverosímil, hasta estúpido, no lo es. Lo atribuyo a un miedo interior, a una especie de “cuidado”, al “¿y si esto, o aquello?”, que todo mundo se cuestiona ante algo que es, hasta ese momento, anterior a una acción, desconocido. Coloqué el video y me senté en el sofá. Con el control remoto puse el play y aparecieron en la pantalla las barras de colores junto con un beep agudo, para enseguida ponerse la pantalla en negro, ¿mal augurio? Puse pausa. Fui por una cerveza y reanudé la cinta. En la pantalla, negra, apareció una leyenda en color rojo sangre: “Y ahora que usted va a morir...”

Presioné pausa nuevamente. Comencé a ponerme nervioso. Supuse que era uno de esos videos snob, en los cuales se muestran imágenes, supuestamente reales, de asesinatos, violaciones o mutilaciones. Claro que soy una persona cínica, morbosa, pero nunca había llegado a ese punto. Varios minutos después presioné play en el control y en la pantalla apareció un tipo vestido con traje negro y comenzó a hablar: “Y ahora que usted va a morir... Aquí le mostraremos, bueno, para entrar más en confianza, aquí te mostraré lo que tienes que hacer durante tu muerte, sea del modo que fuese. En primer lugar nada de dramatizaciones, Tomás, ¿te llamas Tomás, verdad?...” Presioné el stop del control remoto. Estuve paralizado un momento. El tipo de negro sabía mi nombre. Mi mente comenzó a cuestionarse sobre lo acontecido. Pensé en una broma, de pésimo gusto, por cierto, de parte de mis conocidos. Pudiera ser una coincidencia. Pudiera ser lo que fuera, pero yo no estaba convencido de que un tipo, salido de un video y proyectado en el televisor me llamara por mi nombre. No volví a encender el televisor por varios días, aunque mi mente no dejó de pensar en esa situación por la misma cantidad de tiempo.

Una tarde, cuando ya no podía más, me senté frente al televisor y presioné play. El mismo tipo estaba sentado en un sofá, distraído. De repente volteó hacia donde, en una situación normal estaría una cámara en un trípode, pero, dadas las circunstancias inauditas de relación protagonista-televidente, su mirada se dirigió hacia un sofá, a través de la pantalla del televisor, donde yo me encontraba con una cara de imbécil trastornado y a la vez fascinado. Comenzó a hablar: “Me da gusto que hayas reanudado nuestra comunicación, recuerda que al mal tiempo, darle prisa, ¿no crees, Tomás? Enseguida te voy a mostrar varios tipos de muerte que a ti te corresponden. Claro, te preguntarás a que me refiero con eso. Tiene lógica. Tú no vas a morir de cáncer en el pulmón, nunca has fumado, así como tampoco morirás de una enfermedad hereditaria, ya que no tienes registros de padecimientos en tus generaciones anteriores. Podrías morir de cirrosis hepática, pero... qué aburrido, ¿no crees? Imagínate varios días en un hospital. Ni al caso. Tu vas a morir de una manera trágica, qué digo trágica, violenta, esa es la palabra”. Enseguida, el video, mejor dicho, el conductor del mismo, me mostró una docena de accidentes en los que yo era el protagonista: Un avionazo, en el cual mi cara proyectaba una viva imagen del verdadero terror; un choque automovilístico, donde mi cabeza salía disparada del parabrisas de mi auto; en otra imagen, mi exmujer me cercenaba el miembro hasta desangrarme; una más de las situaciones mortales, por así decirlo, mi perro, un doverman, se volvía loco y me atacaba. El conductor del video, al finalizar aquella masacre televisiva, donde yo era el protagonista, pronunció unas últimas palabras, “Ahora sí, Tomás, ¿cuál método prefieres?”. Evité contestar aquella pregunta, aunque nunca interactué de forma verbal con el personaje de la película de mi muerte, era intrínseca nuestra comunicación.

No se necesita un exceso de neuronas para crear una agenda futura donde se incluya: Sacrificar al perro, o en su defecto mandarlo con algún conocido; por otro lado, evitar, a toda costa, tener contacto con mi exmujer; así mismo no viajar en avión y evitar el automóvil.

Mi plan surtió efecto por algunos días, hasta que una tarde se apareció mi exmujer. Como pude le cerré la puerta en su cara, pero no contaba que nunca cambié las cerraduras. Entró y con una dulce voz, que más bien parecía de burla, me dijo “ven Tomacito, en serio quiero hablar contigo”. Yo, apegado al plan, la evité hasta que su pequeña blusa, sugestiva, así como la leve minifalda terminaron por convencerme. Me coloqué a una distancia prudente. ¿Estupidez?

Pasé tres días en un hospital. Casi me cercena al pequeño tomacito, pero por dentro sonreía. Había burlado los designios del tipo en el video. Una vez curado, aunque no del susto, tomé el video y me dirigí al centro comercial.

Pues, aquí estoy, parado a medias de un centro comercial, con una cara de imbecíl desquiciado, a risa y risa, esperando algún incauto a quién pueda entregarle el video. El prospecto viene hacia mí. Me le acerco con una sonrisa, un tanto sarcástica y le digo: “¿Quieres reírte como nunca en tu vida?”. El tipo esboza una pequeña sonrisa, lo que para mí es una aceptación. Le entrego el video y me retiro corriendo, brincando, a risa y risa y diciendo “Pobre Imbécil”.

Llego a mi casa, todavía con la risa burlesca imaginándome al tipo escuchar las palabras “Y ahora que usted va a morir...”. Me siento en el sofá, enciendo el televisor para ver, ahora sí, programación común y corriente. Tocan a mi puerta, abro. Un tipo nervioso, más bien asustado, sus ojos casi en blanco y con señales de no haber dormido en días, además de una palidez tirando a leche, me entrega un video y se retira. Introduzco el video en el reproductor y me siento en el sofá. Presiono play y aparecen las barras de colores con el beep agudo. La pantalla se torna negra para enseguida aparecer una leyenda de color rojo sangre: “Y ahora que usted ha muerto...”.


Carlos Martin, el Director
Julio 2002