Levántate.
Abrió los ojos y vio 12:54 PM en el reloj. Molesto se dijo que era tiempo de levantarse, se dijo también “en un momento”, como cada día de engaño.
Levántate que no es de seres como tú que se sirve el mundo.
No se hace un destino de vacío y olvido.
Que la quietud sólo es digna cuando de la acción resulta.
Soñando creyó escuchar esas palabras y le molestó que su realismo le hiciera despertar. 4:38 PM. "¿Cuatro treinta y ocho?", Pablo fingió sobresalto como suele hacerlo. "¿Cómo me pude haber quedado dormido?". 5:26 PM. Sentado en un sillón polvoso con un café servido en su sucia taza en medio del silencio y viendo alrededor como si no conociera el lugar, Pablo no pensaba nada, enfrenta de nuevo a la mitad restante de un día sin nombre. 6:10 PM. Se puso de pie y vio que por debajo de la puerta alguien había metido una especie de cuadernillo y se acercó, sin agacharse torció un poco la cabeza para leer su portada.
Y tú. Eres el abuso del universo. Eres el lugar donde se para el tiempo. Tropiezo de la Historia. Los años irían adelante otros mil de no ser por ti, hombre.
“Porquerías de la iglesia otra vez, al rato lo levanto”. Aquel párrafo no tuvo en él ningún impacto y entonces pensó en prender el radio para escuchar ruido. Pero no. Caminó pesadamente hacia su recámara, se sentó en su cama “un momento”, “para pensar qué voy a hacer hoy”. Tomó el control remoto y encendió el televisor. Voces e imágenes cuya profundidad es irrelevante pues Pablo igual se quedará ahí un rato sin importar lo que vea u oiga, como siempre. 7:10 PM.
Y no justifiques tu quietud con raciocinio y letras, no te atrevas a insultar con tus razones de polvo a quien sí vive su fortuna. Levántate. Participa ahora en la escena que te toca y contesta por fin el díálogo cuando te llegue el turno. Cumple. Paga por ese corazón que hasta hoy no ha servido para nada.
“Pero que guión más pendejo”, musitó al creer escuchar ese decreto en la televisión captando por fin un poco de su atención tras haber cambiado canal tras canal incesantemente. “¿Quién escribe eso?, nadie habla así en la realidad” y eso le recuerda su libro, lo voltea a ver en el buró y tiene el impulso de quitarle el polvo de encima, pero no, “al rato que lo lea”, el rato que tenía año y medio sin llegar. De ser un poco honesto Pablo se habría dado cuenta que ese casi imperceptible sentir en su interior se conoce como culpa, pero tampoco, mejor fingir que leo muy seguido e incluso repitió en su mente el inicio del texto que es de donde nunca ha pasado.
Sal, encara la conmoción, deja, cobarde, que el amor te toque, deja, cobarde, que la decepción te torne. Padece el pesar del agotamiento y descubre el abrir los ojos habiéndole dado un día de labor a esta tierra que hoy te exige que formes parte.
“Buen libro” se convence tratando de simular que lo conoce. Pablo se pone de pie y antes de salir del cuarto considera el apagar la televisión, pero no. Ve el reloj, 7:49 PM y le incómoda la imagen, entonces mejor voltearse y no regresar a él en mucho rato para evitar la constante crítica de la circunstancia, mejor aún, voltear a ver la ventana en penumbras y encontrar fácilmente el recurrente “no es tan tarde, todavía hay luz afuera”. Y Pablo tiene hambre.
Porque si aún el despojo se transforma y se procura de un lugar en este mundo. Tú no busques el perdón. Tú, hombre, que te acabas el alimento de los vivos y enrareces su aire, que menguas el ánimo de los que crean y estorbas. Esa es la condena: estorbas.
La voz del pensamiento molesta a Pablo, “Que estupideces pienso, ha de ser el cansancio". Cansancio de qué. "¡Ah, es por esto!”, justifica viendo las muchas botellas de cerveza vacías que ocupan demasiado espacio en la cocina. “es por esto que se me ocurrió esa tontería, esta basura estorba, luego las tiro, cuando me sienta mejor” para él sentirse mejor es no estar deprimido como lo está hoy, como ayer, como siempre desde hace años en los que culpa a todos de su pesadumbre, de lo "injusta" que ha sido la vida con él. Y regresa entonces el único sentimiento continuo y profundo del que todavía es capaz; la autocompasión. Sale de la cocina y en el pasillo se recarga en la pared, recuerda aquella última tarde con Lorena. Pablo se acerca al cajón de una cómoda y lo contempla dudando. Saca de él una nota vieja que fue el último recuerdo que ella dejó antes de irse.
Haces de lo mal hecho una virtud pues al menos hecho está.
Pero al otro extremo del pasillo la visión de la planta seca en la estancia saca a Pablo de sus pensamientos, “esa planta ya se murió, pero si la acabo de regar”. Hace 3 semanas. Vuelve entonces a ver el panfleto religioso de hace horas que por el movimiento del aire ya está a mitad de la sala. Por fin lo levanta y lo abre.
Ha de llegar el día en que el ángel impiadoso se haga cargo, el terrible amanecer en que el demonio ejecutor voltée a verte y entonces serás para la fosa de serpientes, mal planeado castigo pues incluso ellas se empeñan para que tú, que quedas en gran deuda, te hagas a un lado y pagues con dolor lo que por apatía debes. Que es mucho. El universo sabio transformará tu grito en el bienestar de aquellos a los que robaste un lugar en tu derrumbe.
Sin reparar en una sola letra de ese párrafo Pablo arruga los papeles en su mano y los deja sobre un mueble, “luego los tiro”. Es ya de noche y se convence entonces de que es muy tarde para hacer algo. En el cuarto de nuevo sentado en su cama frente al televisor desubre en el piso un periódico con un anuncio subrayado “se me olvidó hablar”, el aviso de un empleo, “mañana” obviando el hecho de que esa edición es de hace 5 días. El reloj 2:45 AM, “que raro, no tengo sueño”. 4:36 AM, “por qué tendré insomnio”.
El arcano se abre y revela. El equilibrio se ha roto y los justos sufren, el Paraíso quedó bajo los pies del caos y la salvación parece imperceptible, es ahora más que siempre que el esfuerzo y movimiento deberán salvar las almas... Y La Pereza, hombre, negligente personaje del drama universal, es insultar a Dios a la cara.
Pablo despierta con miedo y sobesaltado, sudando sin entender por qué un sueño tan absurdo le produce tanta angustia, el reloj otra vez lo censura con su presencia y se voltea para no verlo, se tapa hasta la cabeza con la cobija tibia y cierra los ojos esperando calmarse y conciliar el sueño otra vez. Un hombre nunca se da cuenta que está por ser juzgado. El sordo voluntario jamás descifra las señales.
La advertencia ha sido promulgada y tu sentencia escrita.
Yergue tu cuerpo si eres capaz de atender a esta última voz.
O no preguntes mañana.
Pero Pablo no escucha. La cara del reloj se torna en un extraño objeto con símbolos inentendibles para este ordinario mortal. Pablo abre los ojos con terror al sentir una opresión en el pecho que le paraliza los pulmones, su corazón lucha por persistir sin lograrlo, está petrificado, perdido dentro de sí.
Terminó la labor de Belphegor, que inicie tu Juicio Final, hombre.
Amen.