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Carpa de 3 pistas

Mi corazón es una carpa de Circo con los colores devorados por el tiempo. En la pista de arena quedan, como pequeños suicidios donde hay huellas que quedan de los que pasan por ella. Tigres, Camellos, caballos, osos y elefantes desaparecieron por el camino junto a los malabarístas jubilados, los equilibristas con repentinos problemas de vértigo, acróbatas dislocados, los agotados payasos hartos de risa... De la antigua y Próspera compañía solo quedan el domador y una fiera. Su fiera
La función comienza, el látigo restalla. El domador ligeramente curveado sólo conserva la arrogancia del pasado una barba, la fiera, antes majestuosa le lagrimean los ojos un poco y las zarpas se quiebran.

Comparten una jaula, un lecho y una cadena. Algunas noches salen de su guarida y se sientan en la puerta de la carpa, él le pasa la mano por la cabeza y ella, dividida entre el instinto y la costumbre, a veces gruñe y otras veces ronronea.

alguna vez se odiaron pero al unísono se asustan que la muerte venga se lleve a uno y deje al otro solo, tan solo en la pista.

La función debe continuar.

No sé cuando el circo perdió su magia. Los niños pequeños aún lo encuentran excitante, aún se emocionan y aplauden, con grandes ojos observan todo y son incapaces de esconder su asombro ante cosas de las que algunos habían oído hablar, pero nunca habían visto tan de cerca.

Los adultos son otra historia, en el mejor de los casos les parece tedioso y aburrido y vienen tan sólo para complacer a algún niño, a el resto les parece triste, deprimente y hasta cruel. Y ni hablar de la gran cantidad de coulrophóbicos.

Parece que nadie lo entiende, circo es sinónimo de alegría y asombro, es sitio de hallazgos y magia. Éste circo no es diferente. Éste circo también es triste, cruel y decadente.

El espectáculo aquí lo dirigen los payasos y los leones reciben a los visitantes mientras que los domadores chasquean sus látigos a los acróbatas que sin chistar hacen infinitos malabares con tal de que el espectáculo continúe.

No sé cuando el circo perdió su magia, pero sigue siendo divertido trabajar aquí; a la comida las cucarachas le hacen el feo y la paga es mala, pero la diversión no nos la perderíamos ¡por nada en este mundo! ¡La función debe continuar!

Tomasito


-Mamá, Tomasito ya acabó de leer su libro, hay que conseguirle otro.
-Los changos no leen Marissa, ya te he dicho eso mil veces.
-Sí bueno, como sea, ya lo tiró y hay que darle otro.
-En mi buró hay uno, dáselo a ver si le gusta.
-¿Es novela?.
-Sí Marissa... es novela.

Y es que Tomasito es un fanático de la narrativa.

Este monito nació en cautiverio dentro de una jaula en la quietud de la noche un día en que el precario Circo Internacional Del Monte descansaba en uno de muchísimos pueblitos donde se presenta al sur de México y norte de Guatemala. El dueño, Don Ernestino Del Monte tiene algunos amigos en la frontera y lo dejan pasar de un lado al otro sin muchas preguntas y obviando incluso los papeles de sanidad de sus animalitos, de ahí el nombre de “Internacional”, todo a cambio de dejarlos asistir a los espectáculos, de los cuales se da uno al día solamente ya que sólo trabajan en lugares pequeños y la población no daba para más.

Y es que el Circo Internacional Del Monte es tan sencillo que algunos amigos del señor Ernestino le hacen burla.
-¡Lo suyo es una granja ambulante Ernestino!. -Se rien.
-¡Cuántas granjas tienen un elefante majestuoso!. -Contesta el orgulloso dueño y es que efectivamente el hermoso Jaipur es el único animal de circo real que tiene el show, un paquidermo paciente y civilizado como pocos que en las noches contempla con tedio sus cadenas abiertas que Marissa siempre olvida cerrar y se echa a descansar con flojera a ver las estrellas sin pensar nunca en escapar. Un tipo muy formal Jaipur.

El destino inicial de Tomasito, era como el de su abuelo y sus padres ser observado dentro de la jaula por los niños y a veces salir con un elegante moñito en el cuello a pedir monedas de la mano de los dueños del circo, cabe mencionar que si bien todos los circos son una injusticia para con los animales, al menos en este trata bien a los inquilinos. Pero sucede que este monito siempre fue muy inquieto y su abuelo, que era un chango muy culto, lo enseñó a leer de ver letreros y conseguir cualquier cosa impresa. Así fue que un día cayó en manos de Tomasito un libro y éste lo empezó a leer atentamente hasta que lo terminó ante la fascinada mirada de la familia de cirqueros que lo veían pasar hoja por hoja.

Tomasito, ¡el chango que lee!
Atracción única del Circo Internacional Del Monte

Y gracias a eso el pequeño vivía dentro de su jaula sin que lo molestaran demasiado ante la mirada divertida de los asistentes. Él no les prestaba atención, leía su libro en turno mientras los observadores baboseaban y decían “mira que chistoso, imita a la gente como si estuviera leyendo”. Los animales escuchaban eso y sólo suspiraban recordando las palabras del chango mayor, el abuelo de Tomasito, “Los humanos son tontos, hijo, todos, no son capaces de entender el mundo que los rodea”.

Así las cosas, cada vez que Tomasito terminaba un libro empezaba a armar escándalo y a emitir sus chillidos hasta que le conseguían uno nuevo, pero no, nada de hacerlo tonto, al principio intentaron darle cualquiera incluyendo uno de química y otro de catecismo pero él gritó hasta que le dieron uno de cuentos y así se dieron cuenta que lo de él, era la narrativa, porque ni la poesía le gustaba mucho.

-Ay pero que raro animal, decía Doña Cecilia la esposa del señor Ernestino, pero ¿qué diferencia le hace el libro que sea?.

Pero es que como decía el abuelo chango, los humanos son tontos, no entienden que para los animales las palabras son intenciones y pueden entenderlo todo, incluso un idioma diferente, sólo tienen que poner atención y concentrarse. Para ellos la única frontera es el tiempo, por lo demás, son soberanos.

Pero el problema de las letras, como siempre, es que traen consigo la libertad y ni siquiera un tranquilo primate se salva de eso, entonces había momentos en los que Tomasito miraba desde su jaula los bellísimos paisajes de aquella geografía centroamericana y le comían las ansias de vivir aquellos espacios y saltar entre los árboles y las ruinas mayas y vivir otro tipo de felicidad. “Pero allá no hay libros muchachito.” Le decía Eloísa una cabrita del circo a la que este monito enseñaba a leer en las noches calmando un poco las ansias del pequeño pero no por mucho.

El tiempo pasaba y el circo iba de un lado al otro, cruzaba la frontera una o dos veces al año y recorría algunos lugares de Campeche, Tabasco y Quintana Roo, alguna vez llegaban a las colindancias de Oaxaca. Tomasito leía y leía y le pasaba sus libros a Eloísa quien rápidamente se había enviciado.

-Ernestino te juro que ahora la cabra está leyendo también.
-Mujer, no digas tonterías por favor, esto es el colmo, ahora la cabra, cómo va a ser.
-Ven a verla, hombre, no seas necio.
El dueño del circo con los ojos abiertos y rascándose la cabeza.
-Ora sí... y esto de qué nos sirve... si somos un circo no una escuela.

La pequeña caravana avanzaba por los sinuosos caminos del sur de México y Tomasito suspiraba viendo la vegetación indomable y oyendo los sonidos salvajes. Soñaba con algunas aventuras, las inventaba en su mente observando el cielo impresionante de las obscuras noches de la selva. Cuando llegaban a pasar por Agua Azul el alma se le llenaba de los colores de esas cascadas y alguna vez se quedó impresonado de ver a otros simios correr sobre los techos de las ruinas. En cambio su vida era tranquila y segura pero muy aburrida dentro de su jaulita, de no ser por sus libros su vida sería verdaderamente triste, pensaba. Eso lo mantenía ahí, sus libros. Pero a la larga mientras más leía la cosa se volvía peor pues más le inspiraban a tener sus propias historias “si los humanos que no entienden nada viven estas cosas lo que yo podría disfrutar de todo”, se decía.

Un día Tomasito cerró su nuevo libro en la página quince. Lo cerró y su vista se perdió en los inmensos árboles de la lejanía. No pudo volver a abrirlo pues se ponía aún más triste y melancólico. Dejó de leer, le pasaba sus tomos nuevos directamente a Eloísa sin casi tocarlos. Los dueños del circo se preocuparon por su salud y no sabían que hacer. El changuito tenía el irremediable mal de la libertad. “Por qué no inventas tus propias historias”, le decía el perro guardían. “De dónde las saco” contestaba el triste mono. “Sigue leyendo entonces” le dijo una espectacular guacamaya que hacía malabares en la función. “No puedo, al final me pongo más triste con ganas de vivir cosas”. Una aflicción que parecía no tener remedio. “Ese es siempre el problema de las letras” susurró alguna vez el caballo “no te dejan quedarte encerrado, te obligan a vivir”. Difícil situación. Algo se tenía que hacer.

Una noche, cuando el mini circo se instaló cerca de Palenque, todos dormían excepto Tomasito que a través de las rejas de su pequeña jaula miraba la hermosura brillante de la selva, azul por la luz de la luna. Suspiraba y suspiraba. Debe haber sido la una de la mañana cuando de repente se sintió en el piso la vibración fuerte y pausada de rítmicos impactos. Todos los animales despertaron y el changuito volteó a ver en dirección de donde venía aquel movimiento. En medio de la obscuridad se vio la imagen del inmenso Jaipur aproximándose hacia donde se encontraba el monito, aunque todos confiaban en él nunca dejaban de impresionarse por su tamaño asi que vieron asustados su avance con los ojos muy abiertos . Jaipur se paró frente a la jaula de Tomasito y lentamente acercó su fuerte trompa mientras el pequeño pasmado veía el suceso sin entender. Entonces Jaipur tomó el candado y lo apretó deshaciéndolo sin ningún esfuerzo, se retiró un paso atrás y la puerta del encierro se abrió. “Listo, esto tiene que acabar, ve a vivir tu historia”, todos los animales se pusieron de pie impresionados y en cambio el chango de ojos desorbitados no se movió paralizado por la impresión de lo que sucedía. “Los humanos han escrito alguna vez que si deseas mucho una cosa, esta acaba por suceder, lo sabes, anda, te está sucediendo a ti”. Tomasito volteó a ver a todos su amigos dudando por el temor de no verlos más pero entonces escuchó la voz de Eloísa. “Ve chango, ve, yo me quedo aquí a leer por ti... ve y nos cuentas después”. Salió entonces de su jaula y siguiendo una indicación de Jaipur montó en él de un ágil salto, volteó a ver a sus amigos despidiéndose con la mirada mientras todos lo apoyaban con esa comunicación sin palabras que la naturaleza posee. El elefante caminó alguna distancia hasta perderse entre los árboles donde se despidió del changuito. “Nos vemos monito, nosotros pasamos cada año, lo sabes, los animales no decimos adiós eso es cosa de hombres, nosotros sí sabemos volver”.

* * *

Tiempo después, Don Jimeno, el hombre sabio del pueblo más cercano a ese lugar de la selva mexicana permanecía parado debajo de los enormes árboles viendo hacia las copas como le había dado por hacerlo todas las tardes.

-Abuelo ya vámonos. -Le decía su nieto mayor.
-Déjame en paz. Esto viendo a los changos.
-¿Que tanto les ves?. Son los mismos changos de toda la vida.
-Aprende a observar escuincle tonto. Ve como todos los demás rodean atentos a ese chiquito. Les está dando instrucciones... o contando algo.
El nieto mayor hacia esfuerzo por alcanzar a ver pero la luz del sol dificultaba la visión. -Sí bueno, lo que tú digas... vámonos a la casa.
-Además -Continuaba Don Jimeno sin reparar en la presión del muchacho. -estoy seguro que tienen un tipo de escritura, ve como acomodaron esos palitos, eso es un letrero.
-Ha de ser para atrapar bichos abuelo.
-¡No seas tonto!. Aprende a obervar te digo, algo dice ahí, estoy seguro. Ha de ser un código jerárquico.

Pero aún el sabio Don Jimeno no lo era suficiente para entender la realidad total de lo que veía.

Narraciones de Tomasito
Presentando
El Libro de la Selva
de Rudyard Kipling
(Un humano no tan tonto)

* * *

Dicen los locales que en las noches de septiembre, a veces octubre, en la selva chiapaneca se escucha el sorprendente rugido de un elefante al cual le sigue un silencio sepulcral e inmediatamente después el fuerte chillido de un primate que pareciera contestarle.

Don Jimeno en la ventana de su humilde casa pone mucha atención.
-¿Que escuchas abuelo?. -Pregunta de nuevo el nieto mayor.
-Esos animales se están comunicando.
-¡Que se van a estar comunicando! -Dice el joven incrédulo. -el chango se asusta por el ruido del elefante ese del circo y por eso chilla.
-Ssssssshhh!!!. ¡Cállate niño!. Déjame oir. -Contesta molesto el inteligente viejo.
El nieto más pequeño se acerca entonces y le pregunta. -¿Y qué dicen abuelito?.
-... son amigos m'ijo, no entiendo bien pero... son amigos, de eso estoy seguro. Muy amigos.

Don Jimeno trata de descifrar con atención esos sonidos mientras en el circo cercano una cabrita le enseña a leer al gato de la familia. Muy aplicado él.

250 gramos cada una

La decisión ya estaba tomada. Angélica está nerviosa, pero ya no puede hacer nada, ya se siente adormilada. Por más que intentara, no podrá moverse, ni hablar, ni mucho menos reclamar. No podrá detener lo que está pasando frente a ella.

Sus primeros cálculos eran conservadores, bueno, eso pensaba Angélica: “Sí, no es mucho”, se excusaba, “Es más, pudiera ser un poco más”. Incluso, antes de decidir, ya estaba animada por unas de medio kilo, pero pensando en que se iba a notar demasiado, optó por “sólo” 250 gramos.

Angélica se levanta con un gran peso en su pecho, literalmente. De 250 gramos cada una, medio kilogramo en total. Angélica se mira en el espejo, ya no será la mujer de figura plana que tanto le atormentaba.

Carlos Martín, el Director

Catársis y Ging Tónics

El pueblo había cambiado mucho desde la última vez que fuí con él en nuestra luna de miel. Grandes edificios blancos, enormes adefesios de ladrillos gigantes hechos de cemento y vidrio que miraban directamente hacia mi relucientes, hoy me parecen tan cuadrados y grises como búnkers, a sus pies como hormiguitas, montones de bares y changarritos anunciando con cartulinas fosforecentes baratas sus viandas con letras estridentes justo para llamar más la atención, sobre todo con las faltas ortográficas.

El fin de semana después de firmar el divorcio escapé por fin de todo cerré la oficina, dejé los pendientes apilados en el locker del gimnasio, me hice una maleta con tres mudas de ropa y me subí al auto. Después de 6 horas de viaje pude sentarme sola en la terraza del único bar que encontré, pedí un vaso de vino tras otro, estaba decidida a beberme mi fastidio, pero no puedo recordar a ciencia cierta en realidad cuantos me bebí, debo haber perdido la cuenta de los gintonics.

Bebiendo vasos y vasos lentamente, me acordaba de él, y la manera en que trasladó nuestros sueños a vagas excusas ahogadas en mentiras, y justo como se transformó en un moustruo poco a poco, por alguna razón terminaba alterado, acusándome de celotipia y su bancarrota prematura lo llevó a beber sin control.

Hui de mi, Huia de él, de su mal humor, de los insultos, de su manera de beber, su voz aguardientosa y su aliento pestilente, las manos sucias con las que pretendía tocarme, ese equilibrio absurdo y su mirada brusca. Es curioso que ahora para no estar sola, veo pasar las horas sin alterar un ápice de esos momentos tan poco entrañables, me propongo entender ahora ahogándome en botellas.

Mientras miraba aquella enorme extensión que contrastaba con el cielo y conforme pasaban las horas ese mismo paisaje iba cambiando de color. Ahora entendía un poco mejor como hacían los pintores desde el manierismo hasta los impresionistas. El cielo fue tornándose alternativamente celeste, luego añil, azul indigo, cobalto, azulón , violeta y pensaba en el color de la botella, esmeralda y al final verdinegro. Mi semblante adquirió un matiz cremoso poco a poco con gris por añadidura entre ocres, castaños y pardos rojizos.

Creo que comenzé a sentime mareada pues el paisaje de pronto lo miraba cual caleidoscopio en un delirio cromático. Finalmente cayó la noche y todos los colores se fundieron en uno solo, salvo algunas farolas que alumbraron mi camino de regreso a la cabaña, la verdad no pude contener las ganas de contar las estrellas que me tope, el cielo estaba fantásticamente plagado.

Debieron pasar un par de horas y tenía frio. Me asomé por un ventanal y no había ni un alma sólo yo, el agua y todas las estrellas asomadas como vigilándome; Me di cuenta que comenzó a llover y había unas sutilisimas lineas blancas que el agua hacía dejando surcos ente las piedras iban dejando marcadas a la orilla, que se deslizaban y desaparecìan al unísono de la otra que le seguia. Empezé a pensar que podría caminar bajo el agua, caminar y caminar hasta que ya no tocara el fondo. Tenía ganas de ahogar el llanto y terminar con todo.

pensaba que si resistes la natural urgencia de salir a la superficie y respirar, la muerte por asfixia en el agua es la menos dolorosa de las que existen. Es incluso placentera. Una muerte dulce. La carencia de oxigeno produce alucinaciones y uno se va desvaneciendo en una especie de extasis, sin enterarse. Quisiera huir a un país submarino donde el ánimo amedrentado, los malos pensamientos, la depresión, las deslealtades, las traiciones, los rencores, los amores perdidos o desafortunados, la amargura, la melancolìa y las ganas constantes de llorar no tengan cabida.

Miraba con ganas la penumbra que proporcionaba y que la muerte puede poder proporcionar. pero nunca iba a tener el valor de ahogarme y sinceramente sentía un intenso deseo de acabar con todo, pero no tenía fuerza de voluntad necesaria para acabar realmente con la pesadumbre, siempre me acobardé quizá por eso duré tanto con él.

No tenía ninguna razón por la cual divagar si seguir viviendo, pero tampoco sufría demasiado o con la suficiente intensidad para determinar mi destino de un modo fatal y dejar de respirar por voluntad propia. Una vez después de que me golpeó la primera vez, comenzé a tener miedo, no me daba miedo morir. No sé que me pasaba por la cabeza, pero en realidad lo único que me daba cuenta es que tuve mucho miedo de seguir viviendo.

Lo siguiente que recuerdo es despertar entumecida, con la boca seca como corcho y un repicar intermitente en las sienes, el sol que ya estaba bastante alto en el cielo y tocaba ligeramente el borde de la cama rozaba mis dedos de los pies y las piernas. Me quedé dormida, con la conciencia embotada por el vino, para cuando me ví en el espejo me di cuenta que yo no tenía este rostro ni estos ojos tan calmos. Yo no advertí este cambio ni me di cuenta en que momento me convertí en esta mujer de ojos vacios y labios amargos.

Yo no tenía estas manos sin fuerza, tan detenidas y frías, no tenía este corazón que ya ni se muestra, no sé como es que llegué hasta aquí sin darme cuenta.


Tårita teripaia

Un día cualquiera

Qué trabajo me ha costado despertarme hoy! Me siento diferente, extraño. A la regadera. Si, un rápido baño es lo que necesito. Tan pronto como pueda levantarme.

¡Vaya si me ha costado levantarme! Tal pareciera que... ¡Aaaaaahhhhh! ¡Aaaahh! ¡Una cucaracha! ¡Una cucaracha en el espejo sobre el labamanos! Una cuc... ¿de 1.80 y con barba de candado? ¡Oh, por dios! No puede ser, me he convertido en... ¡oh, por dios!

Lo del baño no parece ahora tan buena idea. Mientras me arrastro de regreso a la recámara pienso que esto debe ser temporal. ¡Si, antes de darme cuenta de seguro estare de regreso a la normalidad!

Ya en la cocina busco algo para desayunar. ¡Ugh! Súbitamente el estómago me dá un vuelco, cuando descubro que estoy hurgando en el basurero. Parece que será mejor olvidar lo del desayuno, aunque ¿que es eso en el fondo del basurero? Mmmmmm... mejor me apresuro a salir, antes de que me vuelva el apetito.

Como pude me subí al auto y conduje hasta la oficina. El viaje ha sido incomodo pero ya estoy aquí. Me escabullo discretamente hasta mi escritorio, esperando que nadie me note y enciendo mi computadora.

Me cae ¡no vuelvo a tomar entre semana! ¡Ouch, mi cabeza!

Espejos, mujeres y fotos


Aquello que había que ver, la realidad detrás de mis ojos yo no podría haberlo apreciado entonces. No sé si ahora.

Me paré frente al espejo para entender de qué era lo que hablaban los adultos de mi familia pero yo sólo veía a un niño divertido, un muchachito despeinado y loco que apenas tenía la paciencia para perder dos minutos frente a ese cristal. Pero mis ojos no me decían nada, eran lo mismo que yo veía cada día y de esa pureza que hablaban yo no encontraba rastro. Debo haber sido muy chico y no estaba preparado para conocerme así como no lo está cualquiera que intente ver su vida de frente. Nunca noté la transparencia y el brillo sin mancha que había ahí.
***
Aquella vez que Sara mi novia y yo nos escapamos a la playa recuerdo que me levanté como a las 7 de la mañana y en el baño del hotelucho me quedé mirándo mi reflejo. Recuerdo aquel desaliñado adolescente que me enfrenba en el reflejo. Me veía yo mismo recordando “mírame, pero mírame a los ojos” las palabras que mi entonces primera amante me decía cuando teníamos sexo y yo dentro de ella frente a frente no dejaba de moverme incontrolable y miraba hacia mil lugares diferentes. '¿Por qué demonios quiere que la esté viendo todo el tiempo?', me acerqué más para tratar de encontrar lo indescubrible pero lo único que me pareció ver fueron los sobrantes de la marihuana de la noche anterior. En ningún momento me percaté de que aquel niño de antaño se había hundido para siempre en estos nuevos ojos de hambre inagotable e ingenua lujuria.
***
No pude reconocer verazmente el abismo que se abría en mi mirar cuando aquel día en el hospital me metí a un cuarto desocupado tratando de asimilar a solas el hecho de que mi hermano dos años mayor que yo, de 26, estaba a punto de morir de cáncer. Me refugié ahí tratando de no torturar más a mis destrozados padres pero la visión de ese desconocido que encontré en la luna del vestidor de ese dormitorio acaparó toda atención, los ojos de derrumbe, de miedo congelado, los mismos que no se fueron ya hasta el día del entierro cuando me tuve que ocultar esta vez en mi auto para dejar salir el llanto que me mataba y no podía contener más atestiguado por el retrovisor que inevitablemente me hizo ver hacia atrás de muchas maneras diferentes.
***
El dia en que me dieron la dirección del departamento de Relaciones Públicas de la transnacional para la que trabajaba entonces muchos me felicitaron con expresiones que habran sido honestas unas, otras no, incluso en mi casa, pero recuerdo que ahí en un pequeño festejo mi abuela tomó una foto mía reciente y juiciosa la observó en silencio, conociéndola le pregunté qué sucedía, “no me gustan tus ojos”, me dijo, “son ojos de demasiada ambición, no queda nada de lo que eras antes”. En otro esa opinión no me hubiera importado pero viniendo de ella me dio temor y contemplé el retrato. Una vez más nada vi, sólo un hombre que eso sí me fue desconocido. Pero pudo más mi orgullo que las preguntas.
***
Ahora sé que estaba tan poco consciente de ciertos sentimientos que no distinguí mi propia entrega cuando vi mi rostro reflejado en los azules ojos de Silvia mi esposa. Sus brillante vista me distría y aunque trataba de verme en su destello nunca lo logré realmente. Sí recuerdo que mis amigos me hacían bromas y me decían “hasta los ojos te brillan de felicidad”. Pero para mí el contemplar a mi mujer lo que acaparaba todo. Me pregunto si ella se habrá visto reflejada en los míos, si tendría la suspicacia de ponerse atención a sí misma. No sé. Recuerdo en cambio el rostro de desolación cuando sentado en la cama del que había sido nuestro cuarto me vi reflejado en aquel espejo de cuerpo entero el día en que nos separamos. No entedía lo que veía pero noté los ojos de un hombre perdido al que le habían arrancado algo que jamás recuperará.
***
La vida que a todo lo que ofrece le pone un precio alto me dejó ir subiendo profesionalmente y ocupar cargos cada vez más importantes; ejecutivos, literales del verbo ejecutar. Aquella mañana me levanté entre hipnotizado y miserable, convencido, dudoso, nervioso y seguro. La compañía me dio una responsabilidad y tenía que cumplir con el principio natural de aniquilar al individuo para sostener la especie. Cuando anuncié ante la mesa directiva mi decisión de sacar del trance económico a la empresa despidiendo a 300 empleados de todos los niveles pude ver las caras petrificadas de mis escuchas, los principales inversionistas me apoyaban sin embargo y en ellos sólo había una especie de sonrisa condescendiente. Esa tarde desde mi oficina en aquel piso 16 miraba yo hacia la calle y las luces me hicieron darme cuenta de mi reflejo en el vidrio. Me fueron presentados esos ojos de hielo vacío y ártico.
* **
Tras mucho tiempo de no caminar por el centro de la ciudad lo hice aquel día, ahora lo sé, para tratar de reconocerme entre los años y la multitud, para ver si estando conmigo rodeado de la sencillez reencontraba mi camino, una explicación, un mañana quizá menos promisorio pero un poco más mágico que me devolviera algo de esa vida de la que casi ya no recordaba nada. Pero de todas las vitrinas a las que me asomé lo que más me llamó la antención fue la imagen refractada de ese hombre aislado de mirada desconocida y futuro previsible.
***
Hoy llegué a mi casa y regresé al espejo con el único propósito de ver mis ojos como aquel lejano día cuando era niño, quizá por la concentración de la que ahora soy capaz o por las dádivas de la edad pude por fin observar certeramente el hecho extraño. Mi mirar pareciera ser de una misteriosa piedra en la cual se puede ver a través. Una roca dura e inquebrantable que se sirvió de golpes, viento y adversidad para llegar a su dureza pero que al mismo tiempo pareciera tener la propiedad de dejar ver tras de sí una sucesiva cortina de días y sentimientos que van y vienen sin orden ni final. Y me pregunto si los he de ver otra vez cambiar. Si la mutabilidad de la circunstancia podrá dar nueva materia a esta mirada que veo pero que otra vez no entiendo. Será cuestión de tiempo. Si la naturaleza convierte la piedra en polvo, ¿estaré adivinando el destino?.

Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Yo les contesto a aquellos que el alma es el reflejo de la aridez y la indulgencia, de las ilusiones que nos han provisto, de los elementos que nos sometieron.

Reflejos, mujeres y fotografías me han contado mi propia historia, una que ya no le consta verdaderamente a nadie más que a la memoria de las cosas que he visto, la imagen susesiva de mi vida. Son mis ojos, estas dos incógnitas ventanas que hoy contemplo, los únicos reales vestigios del proceso del cambio, del camino entre aquel jovencito despeinado y este hombre impenetrable y esquivo que hoy se planta frente a mí.

La de Kafka

Cuando éramos niños mi papá intento hacernos personas de bien, empezando por inculcarnos la lectura.

Nos compro una enciclopedia de cuentos infantiles, nos pedía que leyéramos uno y por la noche durante la cena se lo contáramos. Yo elegía el mío y esperaba ansiosa a que me tocara mi turno, aunque después de unos días no tenía que esperar nada porque simple y sencillamente a mis hermanos no les intereso y dejaron de leer.

Creo que lo que me gustaba era imaginarme dentro del cuento y pensar que todas esas historias de hadas y princesas podían ser verdad. Hasta a mi mascota, que era una perra marca libre, la adivinaba como una bruja buena que me cuidaba de mis travesuras.

Pero pocos meses me duraron los tomos y empecé a buscar por otro lado.

Fui a una feria del libro con mi papá y ahí compre mis primeros dos libros.

Mujercitas, de Louisa May Alcott, por supuesto yo me imaginaba en Jo, que era rebelde y medio loca, me subía a los árboles y les pegaba a los niños en mi actitud machorra que según yo se parecía al personaje. Hasta quedaba con el número de hermanos que éramos, claro, tenía que convertir a los dos menores en niñas, pero no importaba porque en características se parecían, y si les daba dinero se dejaban poner una falda, por unos minutos claro, después me daban golpes.



¿Cuál fue el otro libro?, ni mas ni menos que la metamorfosis de Franz Kafka, ¿porque lo elegí?, no lo sé, no tenía yo en la primaria mayores referencias, vi una ilustración de un enorme escarabajo en la portada, se lo enseñe a mi papá que me miro extrañado y me dijo que si, que lo llevará.



Como aplica un libro existencialista en una niña de 9 años, no sé si entendí la esencia de la vida, pero me hizo tener pesadillas horribles convirtiéndome en ellas en escarabajo.

Aún así lo seguí leyendo. Me iba a la escuela caminando lentamente con mi gran caparazón en la espalda (que en realidad era mi mochila), llegaba al salón, veía a mis compañeros con rostro indiferente y no les hablaba, lo que los asustaba un poco, pero pensaba que los animales no hablan y menos uno tan feo como el que yo era.

No paso mucho tiempo antes de que mis amigas se cansaran de mi mutismo y se fueran a jugar a otro lado y claro, tampoco paso mucho tiempo para que yo viera que era mas divertido jugar resorte que quedarme acostada de lado en una banca porque mis patas no sostenían mi cuerpo.

Rápidamente, como buena niña olvide mi anterior transformación, cayeron otro libros en mis manos y no se me ha antojado volver a leer el porque Gregor decidió dejar de cargar con la responsabilidad de su familia y transformarse en ese ser codependiente. No lo sé y no lo quiero saber.



Ahora estoy leyendo El retrato de Dorian Gray

El sordo

Y todo por aprovechado. Yo sólo le di una patada en la oreja izquierda, pero el Gordo insiste en que la patada se la di en la derecha. Sigo en la maldita incertidumbre, mañana es domingo, el día en que veo al Gordo.

Y todo por aprovechar el momento, la situación, el desquite. Por eso el pinche Gordo me quiere matar, por manchado- yo, no él.

Aunque hace unos días escuché (todavía poseo ese sentido) que me quería, al menos, cortar las dos orejas (como si yo fuera un bravo toro de lidia, que de bravo no tengo nada), además de que quería disparar su calibre 45 a medio centímetro de mi oreja, y que, por azares del destino o por pura y mera casualidad la bala se desviara ese medio centímetro, no sería culpa del Gordo, sino mía... eso escuche, que todavía lo hago, insisto.

Maldita ley del talión, ojo por ojo, oreja por oreja. Pero suplico, yo lo patee en la izquierda, y, que yo sepa, por ese hoyo carnoso todavía puede escuchar.

Y todo por ser un maldito aprovechado. Si tan sólo le hubiera pateado el costado o una pierna yo estaría sufriendo una costilla rota o un moretón, no una mutilación auricular.

El momento... en el momento uno no piensa las cosas. Pero es que el pinche Gordo es tan buen jefe, de esos que todo lo perdona. Incluso es llevado y aguanta la burla con el grupo. Los apodos no le molestan ni los golpes de cuates. Pero ese día... ese día.

Ese día el Gordo, nuestro jefe, tuvo la mala fortuna de contar un mal chiste, situación que un pinche resentido del grupo (y no fui yo, aclaro) aprovechó para gritar: “Pamba por pendejo”.

Ese día que escuché cómo su oído izquierdo tronó como cuando aplastas un alacrán con la planta de la bota... ¿o sería su oído derecho el que escuché?

Carlos Martín, El Director

Entre Trincheras

Junio de 1950


Adorada Marlene:

Te conocí una noche a bordo de ese Crucero era 1934 los números y el azar jugaron concretamente en un coqueteo caprichoso, recíproco y creo que me he enfermado de escribirte tanto. Contigo he aprendido que las historias de amor son un temporal a destiempo, ocasiona que se formen rejas en las niñas de los ojos, cada pequeña historia de amor que se cierra es como un abanico donde la pasión que no se sincroniza nos puede llenar de miedos e inseguridades al unísono.

Creo que en todos estos días he llegado a tocar fondo, soy como ese suicida fracasado del cuál se mofan pues mejor se sale del agua porque se da cuenta que esta muy fría.

Es como un naufragio inconcluso y muchas veces te deja nadando en el propio llanto...

Los dos hemos atravesado momentos de lo más amargos, y no me refiero únicamente a la guerra. Las guerras son lo de menos. Pero la vida, en general, es la parte más dura. Cuando piensas en mí, y yo en ti ¿crees que habremos desafiado al tiempo y al espacio?
ese mismo tiempo y ese mismo espacio que nos ha mantenido separados, pero tan unidos a la vez, intentando doblegarme (hablo por mi) sin conseguirlo, sin poder ni tan siquiera acercarse a nuestras mentes para borrar los recuerdos.

Cuando veas un rayo de sol distinto del resto, que se retuerce por entre la persiana de tu habitación para acariciar tu rostro o simplemente se cuela y roza tus manos....entonces piensa en mí cuando veas la lluvia torrencial o mansa que es apenas perceptible por los poros de tu piel....ese olor a tierra mojada, el canto de los pajaros justo al amanecer... piensa en mi un poco, quizá asi no estaremos tan lejos el uno del otro, justo del otro lado yo estaré haciendo lo mismo.

Apuesto que te estás poniendo tan hermosa que tendrán que sacar fotografías de tu pasaporte de 9 pies de altura. ¿Qué es lo que realmente quieres hacer en tu vida? ¿Romper el corazón de todos por una moneda de diez centavos? Siempre podrías romper el mío por una de cinco centavos y yo pondría la moneda.

Hasta en contra mía soy el mejor, a veces por momentos podría sentir que no puedo escribir más pero me reprimo ese mal edicto y continuo tan solo por esto que siento y que ahora mismo redacto.

Al otro lado del Río y la sombra de los árboles.


Ernest Hemingway

El final del camino.

¡Torcida como un pretzel! Así viene a acabar mi vida, una vida que debió haber sido mejor. Estaba destinada a ser una figura de autoridad. Lo mío no era un sugerencia, era una palabra de autoridad ¡una orden! Pero siempre fui ignorada, siempre, a pesar de ser prominente y brillante, fui ignorada ¡hasta llegue a pensar que era invisible!

“Me has visto ¡Detente!”, “Vamos, obedéceme, ¡es la ley!”, “¡Ufff! ¡Qué cerca estuvo! Tanto riesgo, tanto peligro ¡y todo por ignorarme!” Cuántas veces habré dicho esas palabras, esas cortas frases, pero a nadie le importó, nunca, ni uno sólo me escuchó.

Cuando primero llegué tenía grandes esperanzas, después de todo mi presencia no era únicamente importante ¡era urgente! Al principio pensé que por ser una extraña en ese sitio la gente no me notaba del todo y, además, los hombres, animales de costumbres al fin, cruzaban frente a mi, pero automáticamente venían ya viendo hacia al otro lado. –“Ya me empiezan o notar”– Pensé, –“pronto todos me obedecerán y todo será más sencillo, ¡más seguro!”– Pero nunca sucedió, estoy segura que me veían y aún así elegían ignorarme. Me comencé a volver indiferente, –“aquí estoy, obedéceme o ignórame, ¡me da igual!”– O quise pensar que me daba igual, pero la situación terminó por sumirme en la depresión.

Una vez, una única vez me sentí medianamente útil. Un grupo de adolescentes armados con una lata de pintura en aerosol me convirtieron en su lienzo. Un garabato extraño cuyo significado no comprendía ocultaba ahora esa importante palabra. Por algún tiempo el hecho me dio un sentimiento de propósito, no era para lo que estaba ahí, pero esos adolescentes se veían tan satisfechos con su obra que, por algún tiempo, sentí que era útil, que de algo servía.

Con el pasar de las semanas el sentimiento se esfumó y empecé a deprimirme de nuevo. Intenté incluso de engañarme, –“Lo que pasa”–, me repetía a mi misma, –“es que ese raro garabato oculta mi cara y nadie entiende lo que les digo.”– ¡No funcionó! El garabato estaba ahí, cierto, pero también mis ocho lados, ¡no puedo engañarme! Soy tan universal que no necesitan leerme para saber que estoy aquí, me ven ¡y eligen ignorarme!

Mis esperanzas se renovaron cuando, después de un par de meses llegó la cuadrilla de construcción, que con una estopa empapada en solvente removió aquel graffiti; nuevas esperanzas que duraron no más de medio día, de nuevo era brillante, de nuevo me leía claramente ¡de nuevo me ignoraba la gente!

Transcurrió el tiempo, no se cuánto, ¡mucho! Ya nada me importaba, me acostumbré a ser irrelevante. Ocupaba mi tiempo viendo al sol recorrer el cielo, una y otra vez, viendo las estaciones pasar, los árboles vecinos se cubrían de hojas y flores, nacían sus frutos, cambiaban de color y se deshacían de su vestimenta, hasta quedar tan sólo unas ramas desnudas. Una y otra y otra vez.

Regresaron los adolescentes varias veces y las mismas veces regresó la cuadrilla de construcción, siempre con algunos meses de separación, pero ya no me importaba eso, el paso del sol y el paso de las estaciones eran todo lo que me ocupaba, era lo único a lo que daba importancia.

Fue entonces cuando sucedió, un día al final de un verano. La vi aproximarse rápidamente, la vi clavándome los ojos fijamente y por un momento pensé –“¡Finalmente!”– Un instante después noté que no disminuía la velocidad ¡jamás quitó el pié del acelerador! Le quise gritar –“¿Qué haces? ¡No me veas a mí, yo soy inútil, voltea al otro lado! ¡ALTO!”– Pero todo sucedió tan rápido… se encontró con otro vehículo en la intercepción y en un abrir y cerrar de ojos el desenlace fatal se había escrito ya.

Debajo de los dos autos que ya no eran más que fierros retorcidos y humeantes me encontraba yo, aún firmemente aferrada al suelo, pero ya no vertical, ahora yacía recostada sobre la banqueta ¡retorcida como un pretzel! Pronto llegaron vehículos de emergencia; retiraron los cuerpos y retiraron los autos. Me daba un poco de vergüenza estar ahí tirada, no haber hecho más para evitar esa tragedia, pero ¿qué más podía haber hecho yo? Retiraron todo y con excepción de un paramédico que me miró con un poco de lástima nadie más pareció notarme. Y acostada me dejaron, junto a un poco de sangre, esperando a que llegara la noche.

Me sorprendió ver llegar al día siguiente a la cuadrilla de construcción, siempre tardan meses, esta vez llegaron a día siguiente. Pero no se ocuparon de inmediato de mí; comenzaron por cavar una zanja de banqueta a banqueta, zanja que terminaron por rellenar con más de material del que habían retirado inicialmente y fue entonces cuando me arrancaron del suelo y me arrojaron a la parte de atrás de una camioneta.

Retorcida como un pretzel vengo a acabar mis inútiles días, esperando en un sucio patio, rodeada de fierros oxidados y retorcidos, esperando que algún día me reciclen y me conviertan en corcholatas.

Tan sólo espero que la que ocupa ahora el que fue mi lugar por tanto tiempo tenga más suerte que yo y le muestren un poco de respeto, respeto que a mi nunca me mostraron. Apenas de reojo la pude ver cuando me arrojaban a la parte de atrás de esa camioneta, una señal nueva y brillante, “Tope Aquí” reza esa nueva señal a la que se le notaba ¡se sentía tan importante como cuando llegue yo a ese crucero!

Genesis narrant


Mi día es lo que él escoja
Dura lo mismo. Hasta que quiera
Mi día es su vida misma. Y mi vida es de nuevo
lo que él decida

me he desnudado
por placer intransigente
ante él
y busco momentos

pero me detiene el tiempo
y mi pobre resistencia
que presionan a esconderme
viéndolo de lejos, dominar

con envidia

y cierto placer
morboso. Culpable

Podría ser tu piel la que recorre
tómalo, privilegiado
como la mía ayer, y si quiere; mañana
de él depende
como siempre
que yo escalde... o lo espere
que sude
o hiele

Un día en mi vida
es...
un qué en la tuya

reformas madrugadas en promesa
ocasos en expectantes creencias
y de mi historia
haz fabricado un calendario desigual

Sin embargo

lo que de ti me importa es la propuesta
tu designio
la jurisdicción de tu formidable potestad
y hasta doce razones
qu en destinos tornas

tan absurdo
y certero

No eres uno
y eres días
eres la existencia
completa
aunque compartes
porque hay quien en otras horas despunta
a expensas de tu fuerza luce
su cambiante belleza
y majestad

Erotismo
por supuesto
si mi vida es, como digo, lo que escoges
y mi cuerpo
se subordina

pero compartido
eres, por horas
y velado
para poderte tomar

O me matas. Nos matas

te damos la espalda
pretendiendo que no existes
y vivimos la utopía
obscura
de evadir la materia
pero avivando
siempre
nuestra visceral necesidad

Sigue ardiendo

eres un día
y eres todos
aquí o en la distancia inmensurable
para estos exiguos seres
que en cada audiencia de arcaicos paganos
imploramos verte volver
a cubrir la corteza ya curtida
con tu primaria fuerza

otros quinientos millones de años
quizá
o al menos
ochenta y seis mil cuatrocientos segundos
*
*
*
Biblia in primo capitulo libri Genesis narrant Deum solem una cum luna creavisse.

En el cuarto día Dios colocó el Sol (la luna y las estrellas) en el cielo para gobernar los días (Versículo 17). Pero estos fueron creados en el Principio.

Me estaba preguntando...

Son 13:27 y estoy escondida en los rincones, temerosa que alguien me vea, si, igual que la pobre muñeca fea, todo por cometer nuevamente mi estupidez de perder dinero, solo que ahora fueron 60,000.00 y con eso tenía que pagar la luz, el agua y llevar leche.

Mi mamá me mando al centro y cuando llegue al banco me forme en una fila larguisima, me había puesto una chamarra de mi hermano que me quedaba enorme y metí el dinero en una de las bolsas. Cuando después de mil horas me toco el turno, busque y busque, sentí como el estomago se me iba hasta la boca, seguí metiendo la mano en las otras bolsas, las del pantalón, en la blusa, en los chones, pero nada de los malditos billetes, así que antes de llorar enfrente de la cajera, me salí a llorar a la calle y me fui caminando hasta mi casa.

Por supuesto que mi mami cuando se entero me lanzo todo su repertorio de sinónimos de tonta y ya no me dejo ir a la casa de Betty ni al partido de basquetball y no puedo dejar de llorar de amargura.

Estoy muy aburrida, pienso que tal vez te fuiste de viaje ¿Por qué no contestas cuando te llamo?, creo que estas vacaciones son un asco prefiero estar en clases, mi papi ya no me quiere comprar otro armazón.

Ahora son 10:27 y ya estoy acostada, fui a la casa de Ross y ahí se me ocurrió la idea de hacer este cuaderno, mientras ella hacia su tarea, yo pegue el papel e hice los dibujos, ya hace rato que lo termine y ahora te escribo aquí porque no me dejan ir a verte y te extraño. Me pregunto si después de estas vacaciones, cuando entremos a la escuela todavía te acuerdes de mi.

Hace rato llego mi papi, mi mami le dijo que yo le había perdido el dinero y me empezaron a decir que nunca tengo los pies en la tierra, que siempre tengo la cabeza en otra parte, que solo me la paso escribiendo cartitas, dibujando y cantando, que siempre me voy a lo fácil, ¡en fin!, mencionaron todas mis cualidades y como se me subio el ego preferí irme a mi recamara a escuchar a Mecano.

Te quiero decir otra vez que te quiero en serio, y por lo del otro día de tu pregunta acerca de que si así era con Javier o con Víctor, ahora respondo que nunca había querido a nadie, por eso a veces me desespera que…bueno otro día te lo cuento.

Si las paredes hablaran.

Empezaba un nuevo día en esa habitación de motel barato en la multifacética ciudad del pecado.
El reloj marcaba las dos menos quince de la mañana, los inquilinos de al lado daban rienda suelta a su pasión, al menos eso dejaba a la imaginación el concierto de gemidos y golpes de lo que de seguro se trataba de una media cabecera chocando contra la pared, del otro lado solo se escuchaban los gritos sordos de una película de terror, el escenario no era para nada raro en estos lares, mi inquilino apestaba a derrota mientras vaciaba el último trago de una botella en un vaso desechable y se preparaba para volver a prender una colilla de cigarro que había dejado hace algunos días en el cenicero.
Al poco rato llegó a tocar la puerta el encargado en turno del motel, un sujeto gordo con lentes pasados de moda que involuntariamente reflejaban su patética vida, mi ocupante hizo caso omiso al llamado a la puerta, pero el encargado, consciente de que había alguien en la habitación dijo en voz alta que el tiempo de alquiler estaba a punto de expirar.
-Es como en las gasolineras y las putas, amigo, primero pagas y después bombeas. “¿capisci?”
Con el cigarro en la boca mi inquilino dijo algo así cómo:
-Gordo imbécil, uno de estos días te moleré a golpes.
Y siguió jalando humo glorioso de aquel Marlboro rojo atizado hace tiempo.
Después de un tiempo fue vencido por el sueño, olvidando todos y cada uno de los problemas en los que estaba inmiscuido, despertó a eso de las 2 de la tarde, su estomago imploraba un desayuno continental en el peor de los casos, pero había un problema, al revisar su billetera mi ocupante sacó un billete de dólar y 2 monedas de 10 centavos, lo más que podría conseguir por eso sería una dona en un am-pm cercano, muy lejos de una comida decente.
Al tiempo una llamada lo puso nervioso.
-Por favor, dame un poco más de tiempo, estoy por vender algunas cosas, yo se que hace mucho tiempo debí haberte pagado, pero he pasado malos días.
-Sí, yo sé como es el negocio, solo te pido un poco más de tiem… ¿Andy? ¿Andy?, maldita sea.
Al tiempo tocan la puerta de nuevo.
-Gordo imbécil, no tienes que recordarme lo del tiempo.
Gritó sin abrir la puerta y cuandopor fin la abrió se dio cuenta que no era el encargado del motel.
Estaba confundida, no sabía quién era ni porque estaba ahí, pero supo que era una bala cuando terminó incrustada entre ceja y ceja de mi inquilino. 
¿Ahora quién limpiará todo esto?
Shit Happens.

Burla roja

No me gusta ver los semáforos. Sé que el semáforo está en verde porque el vehículo de atrás hizo sonar su claxon. Avanzo, un poco atarantado por la botella y media de vino tinto que consumí en la cena. La chica que va a mi lado no para de hablar, pero no la escucho. Se ríe... sonrío por cortesía.

Me paro en el siguiente semáforo. Espero a que el coche de atrás me apure. No sucede nada. La chica que va conmigo lleva una minifalda gris. Me gusta su faldita gris. Veo sus piernas. Un par de luces altas me encandilan por el espejo retrovisor. Acelero, mareado por el vino tinto.

Hipnotizado, veo las luces direccionales del coche que va frente al mío. Me gustan porque son amarillas. No me gustan las luces de freno. Detengo mi auto. De nuevo, la chica comienza a hablar. Mi vista sigue observando su falda gris y el par de piernas que de ella salen.

—Dalton, ¿te gusta mi falda roja?— me pregunta la chica de la falda gris... Pinche burla del destino... pienso.

El coche de atrás hace sonar su claxon. Sé que el gris se apagó. Se encendió el verde en el semáforo. Presiono el acelerador de mi auto deportivo, que apropósito es gris... quiero creer que es gris.

Carlos Martín, El Director

Inspiración Incolora

Esta mañana el único pájaro que me quedaba se ha roto hasta apagarse, con el gris de la tarde
ojalá me des una excusa para que me salve un tinte azul o un croma violáceo como en S. O . S.

Desde dentro los matices se palpan como en un pentagrama, escuchas los cuadros y en una bitacora cromática el brillo resurge por magia. Ya lo decía Vatel, del contraste y la Armonía se puede rescatar la belleza de las cosas, es música para la vista es un equilibrio puro y total.

Desde mi pentagrama personal el color son las notas donde el verde equilibra a los cipreses que pinta Van gogh en sus atardeceres, repitiendo al unísono en amarillos de Kandinsky, las manchas de color contundentes con Rothko o los paisajes triangulares de Remedios Varo, sobre frios rectángulos, de relojes sonoros con Dalí me poso frente al caballete y no consigo ni un trazo convincente.

La habitación Saturada de rojas cortinas con azul añil combinado me recuerdan a un gran salón Barroco y convoco la intensidad emocional con que el cromatismo se debe aferrar a el lienzo. Entre toda esa profusión, lo textural de los colores emana sin prejuicios temáticos, a veces ricos, suntuosos, altos contrastes.

Al inicio todo es simbólico, dinamico y espontáneo no hay una idea por la cual irse mas que el croma de la intuición, pero todo se satura y me contagio de antonía sin ritmo y comienzo de nuevo, pienso en ti y pienso como a veces las cosas se tuercen, y te encuentras frente a este desierto abierto, luminoso e intenso con tonos ocres y amarillos rojizos...con el semblante de hielo mudo y el coraje puesto en una paleta de colores frios, siempre dices que el camino se hace andando pero un desierto es un desierto aun en tonos dorados. Hoy llevo puesto mi vestido tierno ese que guardaba celosamente para ti, miraba palidecer mi cara y por un instante frente al espejo opaco, recordé esos rostros de madonnas. Un autoretrato de pasteles claros con aire inocente, como de las muñecas de porcelana frágil y con la mirada vidriosa.

Y encontré la casa dorada como un jarro de miel, como esos blancos de yeso recargados para opacar lo natural entre espejos y vidrios como el Rococó en plan exagerado.

Hoy, miré el cielo tremulo y gris ya no era como cuando el cielo ascendía de nuevo sobre mi árbol verde, ese parecido al del impresionismo, he arrancado de un soplo el único pájaro que tenía. Cuando se alejaba, parecía que el alma se me llenaba de plumas y yo solo queria decirte que queria alcanzarte hasta alla volteé a mirar y un solo pájaro atravesó la mañana de tonos malvas, ahora debe de estar desangrándose en el tejado oscuro de tu casa, dejando una mancha roja de tonalidad fuerte e intensa.

Hoy, cuando abri los ojos me di cuenta que la espátula había rasgado el lienzo, si algún buen pintor pudiera posesionarse de mi... definitivamente no convocaría a farsantes

¿Bob Ross?


Odio los árboles felices.

Diálogos de Color

Las luces que hasta ahora habían estado iluminando a la audiencia se atenuaron y al tiempo que el pegajoso tema musical del programa comenzaba a sonar, luces de colores comenzaron a bailar sobre el escenario y se escuchó la potente voz del anunciador:

–“Bienvenidos a su programa favorito ¡Diálogos de Colooooor! Y demos la bienvenida a nuestra anfitriona ¡Deborah Testa!”

Con lo cual un potente reflector alumbró un lado del escenario, por donde entró la anunciada conductora: una atractiva mujer de grandes ojos verdes y blanquísima piel que contrastaba con su obscura cabellera. Llevaba un diminuto vestido rojo con un ancho cinturón negro que acentuaba su brevísima cintura, tacones altos que hacían que sus largas piernas se vieran aún más largas, un discreto collar de perlas y un broche en el cabello.

Deborah entró al escenario agitando ambas manos por encima de su cabeza saludando a el público, en su mayoría hombres, que se habían puesto en pié y continuaban aplaudiendo. Los aplausos cedieron al tiempo que Deborah tomó asiento en uno de los sillones en el centro del escenario, desde donde conversaba con sus invitados.

–“¿Están listos para recibir al invitado de esta noche?”– Preguntó Deborah a la audiencia.
–“¡Síiiiii!”– Contestó a coro el público.
–“Recibamos con un fuerte aplauso a nuestro invitado especial”

Con esto Deborah hizo un gesto con la mano, señalando hacia el otro lado del escenario; la vista del público siguió el haz de luz que proyectaba un potente reflector hacia el otro lado del escenario hasta que éste se detuvo en la puerta por la que acceden al escenario los invitados. Todo el público aplaudía y miraba hacia donde entraría el invitado, todos, menos unos cinco o seis en la primera fila, que aplaudían pero aún tenían los ojos clavados en las piernas de Deborah y esperaban ansiosos que se pusiera de nuevo de pie, para recibir al invitado.

Al momento en que el invitado apareció por la puerta todos en la sección izquierda de la audiencia aplaudieron aún más fuerte y algunos incluso gritaron de emoción, mientras que el resto del público cesó de aplaudir casi instantáneamente, la mayoría de aquellos en la sección del centro y algunos de la derecha abuchearon e incluso se dejaron escuchar algunos insultos. En el extremo derecho unos cuántos hombres, vestidos elegantemente, tampoco aplaudían, pero no podían disimular una socarrona sonrisa.

Tras saludar a Deborah, quien ya tomaba asiento de nuevo bajo la inquisidora mirada de cinco o seis en la primera fila, el invitado tomó asiento pesadamente.

–“Dime,”– comenzó Deborah, –“¿Cómo se define un elefante blanco? ¿Cómo te defines?”
–“Puro.”– Contestó con completa seguridad el Elefante Blanco que ocupaba asiento al lado de Deborah.
–“¿Puro?”
–“¡Puro!”– Repuso de nuevo el Elefante Blanco con ese aire de arrogancia que tienen los que se ven forzados a explicar algo completamente obvio y evidente.
–“Oooookay… pero dime ¿qué haces? ¿Para que sirves?”
–“¡Soy grande y bello! ¡Soy impresionante!”
–“…”
–“Y ¡puro!”– Interrumpió el Elefante Blanco antes de que Deborah pudiera hacer una nueva pregunta, –“soy blanco y puro.”– Finalizó con completa arrogancia.
–“¿Es verdad que costaste muchísimo?”– Continuó con la entrevista Deborah.
–“¡Por supuesto que no! ¡Rumores que inventa la gente para desprestigiarlo a uno!”
–“Dices que no es cierto… porque tengo en mi poder copia de algunos documentos que…”
–“¡Mentiras!”– Interrumpió el Elefante Blanco, –“¡Inventos de la gente! Yo no costé lo que dicen esos papeles que tienes ahí.”
–“Dinos ¿Cuál fue tu costo, entonces? ¿Y de dónde salieron estos documentos?”
–“Mira, Deborah, yo no sé de donde salieron esos documentos ¡ni me importa! Y basta con echarme un vistazo para darse cuenta que yo no pude haber costado eso.”
–“¿No?”
–“¡Claro que no! Lo que esos documentos representan no es apenas el enganche de la primera fase. Y el costo total fue una cantidad exorbitantemente ridícula.”
–“Ridículo”–, repuso Deborah con cierto asombro.
–“Sí, completamente ridículo y absurdo fue el presupuesto. Por eso soy tan grande y bello. ¡Y blanco y puro!”
–“Me imagino.”– Dijo Deborah en medio de un suspiro. Y luego se dirigió al público –“¿Qué les parece si vemos un video con la historia del Elefante Blanco?”

Una pantalla gigante descendió en un costado del escenario y por algunos minutos se proyectó la historia del Elefante Blanco, desde su concepción y planeación, pasando por los titánicos esfuerzos para su construcción, hasta su inauguración, en la que se veían hartos políticos, algunos empresarios y, al fondo, cantidad de acarreados todos con su torta en una mano y refresco en la otra.

–“Así que además del ridículo costo ¿no sirves para nada?”– Inquirió Deborah.
–“¡Por eso estamos como estamos! ¡Por eso estamos jodidos! La gente nomás no entiende.”– Chilló el Elefante Blanco.

Deborah se limitó a abrir grandes, muy grandes, sus verdes ojos, esperando que el Elefante Blanco explicara su última declaración.

–“Sí, jodidos… por eso…”– Continuó diciendo el Elefante Blanco –“al arte ¡¡¡NO-SE-LE-PONE-PRECIO!!!”– dijo acentuando cada palabra.
–“¿Arte? ¿No debieras ser funcional?”
–“¡Pero claro que funciono!”– Repuso el Elefante Blanco con cierta indignación.
–“¿Funcionas?”
–“¡Funciono!”
–“Y… ¿qué haces?”
–“¡Soy grande y bello!… ¡Y blanco y puro!”

Los ojos de Deborah se abrieron esta vez más que la vez anterior y aún más que los de unos cinco o seis sentados en primera fila y que no habían dejado de ver intensamente a Deborah en toda la noche, vaya, de estos cinco o seis, sentados en primera fila, ni siquiera se podría decir que se hubieran percatado del invitado.

–“Bueeeeno…” Dijo Deborah lentamente mientras se recuperaba del asombro. Y ahora dirigiéndose a las cámaras continuó, –“Bien amigos, eso todo por esta noche, agradecemos mucho al Elefante blanco habernos visitado; no se pierdan la próxima semana, tendremos en vivo en el estudio al Negro Futuro y las Grises Circunstancias que lo desencadenaron. Éste es su programa Diálogos de Color y yo soy su amiga Deborah Testa ¡Hasta pronto! ¡Y no se olviden de sonreír!”

En la caja

La neta si me he portado mal: aún me estremezco al recordar como recorrí el mundo diciéndole que Cinthya era una reverenda puta. Es que si, no chingues, yo tenía que contarle a toda la nación como se besuqueaba con todos, lo zorra y golfa que era, como se le arrastró a aquel muchacho tan lindo cuyo nombre también escribí en muchos cuadernos, llenándolo de corazones y poemas. Ese cabronsísimo hijo de su re puerca madre. También, en medio de lágrimas, corrí por los lugares más recónditos de la ciudad platicando su infamia.

Aunque tengo mi lado wilo pa’ que lo voy a negar. Con uno tuve algunos hijos y con otro algunos más. Nos hemos ido mezclando en este lugar hasta ser tantos como la famosa canción de The Beatles. Verme entre tantas personas tan parecidas me hace pensar sobre lo efímero de la existencia en este lugar, como puedo ser olvidada o suplantada con alguien más. Pero no pasará, soy indispensable para cada una de las obras del artista pues nadie realizará el trabajo con la pasión y el amor que yo lo hago. Recuerdo aquella vez que se me razgó el vestido… ¡la pobre se enojó por horas! Tuvo que ir con mamá a pedir ayuda, hasta que la señora decidió que era una mejor idea que yo fuera desnuda por la vida. Al principio si me dio un chingo de vergüenza, pero ahorita ya no hay pedo, me he acostumbrado a sentir el aire en mis partecillas y nadie se asombra por eso.

Soy una chulada muy diestra en lo que hago. Te he llevado infinidad de veces al cielo estrellado con media luna de las noches oscuras , de los descansos eternos; en mis días haz tenido el mar más claro y hermoso que tus pobres y mortales ojos podrán ver en su triste, patética y opaca vida. Puedo transformar un conejo cualquiera en algo digno de museo, en algo que nunca podrás tocar pero tampoco olvidarás, puedo transformar tu alegría en nostalgia, en tranquilidad y en tantas cosas como a mi se me antoje.

Pero ahora ya no soy útil, a cada rayón se me iba la vida. Cada centímetro de mi piel que se quedaba en cualquier superficie dejaba vestigios de mi orgullosa originalidad, de mi calidad de única, de mi porte básico, de mi lugar privilegiado en la pantonera. Porque no todas las crayolas azules somos iguales.

Este hombre que les describo


Este niño del que les hablo estaba impresionado con el color verde por la simple razón de que así era el auto de la casa, en la escuela sin embargo admiraba el negro de la tinta con que escribía porque lo hacía sentirse mayor y responsable, le daba un aire de seriedad a sus letras, aunque la pluma roja por otro lado tenía una fuerza especial por su capacidad de hacer que todo se viera importante y urgente. Había también quedado admirado por una mariposa azul eléctrico que vio y más que fascinado con las luces neon de aquellas dos ciudades, le gustaba imaginar que en su casa habría de esas algún día . Otro verde presente era el de los ojos de su madre que todo mundo alababa pero que al chico éste se le hacían muy normal como los azules de su padre, problablemente por la costumbre, en cambio la mirada gris profundo del abuelo sí era interesante. A este niño le compraron mil pinturas de diversos tipos y con todas ensayó, mezcló y por algún primario momento atravezó su mente la idea de dedicarse a las artes gráficas, pero no, porque el inventario ofrecido por la naturaleza o la tecnología era insuperable y ninguno de esos profesionales lápices lo pudo igualar nunca.

Pero impresionante; la policromía de los peces vistos a través del agua cristalina del acuario.

Este adolescente del que les platico descubrió que el color negro que tanto admiraba al reflejarse en la sala laqueada casi como piano era fuerte y retador como sus propias emociones y el volcán que nacía dentro de él. La estética de aquellos años ayudó considerablemente a crecer la manía y el clóset, los muebles, aparatos, lo que llegara se tornó negro. Incluso sus amigos se hicieron de este color para acordes todos caminar por la calle en un uniforme estado de protesta volcada en lo que pretendió ser un reclamo elegante, una variedad de rebeldía con clase. Pero de aquellos días se quedaron también los ojos obscuros de aquella chica que fue obsesión, el blanco impoluto de las paredes que resaltaban todo, el azul de la aerolínea que lo llevó y lo trajo, el color cobre de la propia piel quemada por el sol y el logotipo de un perfume siempre presente que justamente lleva nombre de colores.

Pero único; el negro en aquel gato irrepetible que fue el compañero de toda la vida.

Este joven del que les cuento despertó un día sintiendo un verdadero rechazo por toda esa lobreguez que lo acompañó tiempo atrás y advirtió un gran alivio al ponerse aquellos jeans de azul muy claro casi deslavado y las playeras de colores simples que antes parecieron elementales. Probablemente fue por la vida frente al mar que el azul tomo esa importancia inmensurable y dominante como el Océano Pacífico mismo, quizá por aquel cielo de verano que todo lo demás se manchó celeste y marino. E iniciaron los años cobalto en los que alternó la tranquilidad y la tristeza, la electricidad y la fluidez, las flores del norte y las aguas del sur.

Pero extraordinario; el azul brillante de esa noche en el desierto que me vio dejar atrás el corazón.

Este hombre que les describo descubrió que aquel tranquilo azul se tornó en tristeza y entonces decidió diluirlo en la misma agua con la que regó la tierra de la cual nació este rojo que hoy domina, esta calidez que parece invadirlo todo como para amanecer de nuevo y por fin vivir un placentero esplendor que promete extender los años. Maderas claras, plantas encendidas, el pigmento de la arena... legado excesivo de esta nación sin inhibiciones que con arcilla arma paisajes. Así en el color del fuego descubro locura e ímpetu, promesas de vehemencia, un episodio que me llena de ánimos que no pronostiqué, aplomo que ha diferencia de lo que antes tuve no es frío, triste o encubierto. Me es integral a un mundo al cual al parecer finalmente pertenezco.

Pero prodigioso; el rojo del sol que veo desde esta ventana tan nueva como el destino que ahora estreno.

Antes de irnos del mundo deberíamos conseguir los óleos representativos de cada uno de los colores que marcaron una étapa importante de nuestro vivir. Poner sobre una superficie porciones de cada uno dependiendo de cuántos años fue que por turnos dominaron la visión. Con ciudado mezclarlos. Descubrir así el verdadero color de lo que fuimos. Con que tono fue que colaboramos en la obra de la vida.

Me gustaría descubrirme brillante e intenso.

Ausencia de color



Las quinceañeras, supongo, sueñan con vestidos grandes y rosas, supongo, con pasteles grandes lilas, supongo, y con montones de flores en tonos pastel que adornen su fiesta, supongo.

Y solo lo supongo porque yo en ese entonces me peleaba con mi madre pidiéndole un piano negro en lugar de todo ese mitote. Por supuesto, yo no gane la discusión y todavía recuerdo el tul almidonado y rosa de mi vestido.

Y es que desde que era niña, no me he sentido identificada con esos colores que se supone debieran ser de niñas. Yo quería todo negro, hasta mi recamara.



Hasta la universidad pude comprarme finalmente toda la ropa negra que yo quería, me gustaba más, me hacia sentir mala al caminar, y me sentia identificada con los greñudos intelectuales del edificio de Diseño. El vestir de ese color me convertía en uno de ellos.

Cuando empecé a trabajar, pensé que me vería mas ejecutiva si usaba negro, me sentía mas elegante que con las blusitas de florecitas rosas que usaban algunas compañeras.

Así me seguí hasta que un día me di cuenta que toda mi ropa era negra, toda: pantalones, vestidos, faldas, mayas, pants, tenis, zapatillas, flats, sacos, abrigos, gorras, bras, panties, todo.

Y es que yo pienso que me queda bien, si soy blanca y mi cabello es oscuro, y aparte me pongo ropa negra, todo el conjunto da un aire de misterio que me encanta. Asi nadie sabe que hay en el back.

Años y años después, engorde, mucho, muchisimo, entonces a comprar tallas extras large en color negro. Según yo era perfecto para disimular los 15 kilos de mas.



Aparte de todo, cada vez que salia a comprar ropa, me dirigia sin pensarlo a la zona de “negros”, parecia que siempre andaba con la misma, pero no, les puedo enseñar ahora mismo mi closet y veran como tengo mas de 3 sacos y esas 20 blusas todo en color black.

Cuando empezaron a fastidiarme con eso de que el negro provocaba estados de animo “indeseables” intente usar otros colores. Blanco ¡ñiac! Beige “hueva”; Azul “lindo”, no es para mi; Gris ¡aburrido!. Amarillo ¿Qué diablos dices?.

¿Que tal ese minivestido negro para mis zapatos nuevos?

No pude, creía que si usaba otro color sencillamente no era yo.



Ahora me encuentro en terrible indesición, tantos años conviviendo en ausencia de color y de pronto veo mi ropa en las mañanas y ya no quiero ponermela.

Este sábado me compre una playera de manga larga lila. Llegue a mi casa y la puse sobre el sillón, la estuve viendo toda la tarde y un rato por la noche.

Al otro día me la probé y anduve un rato por la casa, decidí salir con ella al centro comercial, camine un rato y me quede parada en la esquina para que me diera el sol con mi outfit lila. Me gustaba que el cabello se me viera mas oscuro, y la gente pasaba y me volteaba a ver. Pensé “me veo super bien”

Pasee toda la tarde y la gente me seguía con la mirada. Decidí que el lila en adelante iba a ser “el color”. No había duda.

Cuando llegue a mi casa fui a verme al espejo, me di la vuelta, y ahí fue que me di cuenta que no le había quitado la etiqueta a la playera, se veía la marca y el precio colgando de mi espalda.



De todas formas, todavía no puedo explicar porque me compre un dildo negro.



Bombón Pepe

─¿Qué? ─me cae que no entendí ni madres.
─Sí joven José, díganos cuál es el significado de la palabra “nudibranquio”, “nu, di, bran, quio”. Tienes treinta segundos para responder. Silencio en el público.
─Ehhh... viene de nudo ¿no?, y de branquios, o sea que un nudo en los branquios o bronquios, nudo en la garganta pues... ¿no?
─¡Pues no mi querido Pepe! “nudibranquio” significa... pérame... ah, aquí esta: relativo a un orden de moluscos gasterópodos marinos, sin concha y con branquias descubiertas dirigidas hacia atrás. Lo siento, tienes cien puntos menos... y ¿esto qué nos indica? Claro, ¡te vas al recorrido de la muerte! Vamos deseándole suerte a José, todos con las manos, aplaudiendo.
Méndigo bato, cómo disfruta viéndome sufrir, y mi novia allí en el público a risa y risa. No sé cómo acepté venir a este estúpido programa, me cae.
─Párate aquí mi Pepito. Dime, antes de comenzar, ¿es tu novia aquel bomboncito que está sentada allá arriba?
─Sí, Gloria, ¡hola miamor!
─¡Hola Bomboncito!
─¿Bomboncito? Si eres un palo, ¿o no público?
─Palo es lo que te voy a dar si sigues fregando... Sí, hazte pendejo, como si no me hubieras escuchado, méndigo gordo.
─Si te escuché cabroncito, y sí sigues mamando no te la vas a acabar, aquí se hace lo que yo digo.
─Uyuyuy, qué miedo, pinche marrano.
─Vamos aplaudiéndole la Gloria para que pase aquí al escenario.
─¿Ya vas a mamar cabrón? Nomás que te pases con ella.
─Tú tranquilo pinche Pepito, que si no te hago pasar el peor ridículo de tu vida.
─Hola preciosa, dinos tu nombre completo, a mí y a la cámara.
─Hola, Rosa Gloria Celeste Prieto.
Pinche Gloria, así son todas las viejas, ya deja de volarte con el marrano. Estoy esperando un besito, aunque sea. Ya quita esa sonrisa estúpida. Sí, ya saliste en la tele, ¿contenta? Ya abrazaste mucho al marrano...
─...o no Pepito?
─Perdón, estaba distraído, ¿qué pasó?
─Si, que aquí Rosita, con ese cuerpo de modelo que tiene, puede trabajar de edecán en el programa, ¿verdad público? ¿Rosita o Gloria? Cómo quieres que te digan, mi reina.
─Gloria está bien... mejor Bomboncito, como me dice Pepe.
Qué, ¿ya no soy Pepito? Pinche vieja, cómo cambia con la fama. Así son las viejas, nomás ven lana y a ya se olvidan de uno.
─Ok, Bomboncito, tú vas a ser la edecán esta noche apoyando con porras a José... que se dirige ¿a dónde público?... Correcto, a nuestro famoso “Recorrido de la muerte”.
─¡Vamos miamor! ¿Así están bien las porras Don Porky?
─Claro reinita. Un poco más de ganas y estarás del otro lado, ahora lee las instrucciones del recorrido de la muerte, fuerte y claro pa´ quel público te entienda.
Ta bien: El sujeto en cuestión iniciará el recorrido...
─No reinita, aquí es cuando dices el nombre del concursante, o sea Bombón Pepe... no se rían público, se está enseñando la pobre.
─Otra vez, pues: Bombón Pepe, mi Pepito, iniciará el recorrido en el sendero arácnido. Después pasará por la fosa de las sangüelas, o sansarangüelas... a no, sanguijuelas, perdón, y por último entrará a la jaula de los gatos salvajes, donde tendrá que rescatar a un canario... Ánimo Bomboncito.
Tan locos si creen que voy a hacer todo eso por mil baros, váyanse a la mierda, y tú, mendiga vieja volada, ahi te ves.
─Calma público... es solo una crisis de participante, veamos, ¿Quién quiere tomar el lugar de Pepe?
─Yo Don Porky, yo...
─No reinita, tú te quedas a mi lado, para ti tengo otros planes- Bien, seguimos jugando a: “El recorrido de la muerte”. Un aplauso para nuestra nueva edecán: Rosa Gloria Celeste prieto.



Carlos Martin, el Director
Octubre 2003

Volver a Itaca



Recuerda: " Ten siempre a Itaca presente en el espíritu "

En el sueño... Un viento inesperado hizo vibrar las puertas y nuestros labios eran de cristal en la noche aquella del reencuentro, estaban cubiertos y empapados en sangre, dejada por los besos de las bocas perdidas en medio de los bosques. El fuego calcinaba nuestros brazos como de piedra y su ceniza roja pretendía cegar nuestros ojos llenos de indiferencia atrapados entre cuatro murallas amasadas por cráneos y arena de los trópicos. Aquella fué la última vez que hablaste con Circe , llevaba la cabeza llena de pájaros y de flores de almendro en las sienes sus lamentos estaban recubiertos entre lenguas de fuego y voces doloridas.

El rumbo de los barcos es desconocido y el que dirige la caravana que va por el desierto deja un solo rastro sobre el agua y la arena, sus mástiles van heridos y los huesos amontonados sangran.

Aquella fué la noche que nuestros labios de cristal y de sangre unieron por fin nuestro aliento, mientras la libertad desplegaba sus alas encima de nuestras nucas heridas por el tiempo, ese beso fue su sello...

Ahora que desembarques en Itaca recobra cada gesto, cada instante, cada brillo y cada mueble.

Tiñe de castaño el cabello. Devuelve la conciencia a su infancia el gusto por vivir, la claridad del horizonte que te aparta de quien quieres sonriendo y mirando hacia él. Por la gracia divina, por el poder de los dioses te jubilarás por fin de ser agente viajero. Cada vez estas mas cerca cada día lo compruebas en el espejo, el calendario se devora los días y el reloj de arena el tiempo.

Ella estará del otro lado esperando de brazos abiertos casi como una estatua, sosteniendo en la mano un letrero a orilla del mediterráneo.

Tu sabes que puede esperar sin prisa desde las costas hasta las murallas frescas, hasta la luna y de regreso, aún con todos los obstáculos a tus espaldas, Penélope es fiel aunque tardes 20 años, puede que muchos intenten acercarse o meterse en su cama, ella es fuerte, inmóvil, es una estatua de bronce, con un amor arraigado en el espiritu, el mas sereno de todos, tejiendo y destejiendo en el arsenal de la memoria la respiración de un anhelo a la orilla del mar,
aun con todo el cuerpo estoico e insatisfecho ella aguarda paciente.

Los diemotrones de la ciudad habrán crecido como hierba descuidada y sus frutos antiguamente verdes podrían envenenarte, la puerta estará muy bien cuidada por un guardián multifacético, pero él te reconocerá. Los muebles quizá tendrán las piernas tambaleantes, quizá las telas tendrán el cutis arrugado, solo el aire infiel y osado habra mordido las caderas de penélope un instante.

Quieres ser amado, recordado por tu barba, que el pueblo levante monumentos o haga leyendas en las calles sobre tus hazañas, que tu vida la contemplen en el cine, y los libros de literatura, que tu rostro circule en las monedas de Itaca entre las manos de Telémaco.

Será mejor que vuelvas a Itaca Pronto

Tuya Penélope.

Todas mis conquistas

Todas mis conquistas, hasta ahora, habían sido vacías; me comía el mundo a puños, pero siempre me pareció ¡qué le faltaba sal! Mujeres, ciudades, países, continentes enteros, vaya ¡hasta planetas en lejanas galaxias! Todos caían rendidos a mis pies, todos sin esfuerzo, todos ¡excepto tú!

No hay estrategia que te venza, frente a ti, mis bravos ejércitos no son más que mansos corderos. Jamás había perdido una batalla y contigo por poco pierdo la guerra entera. Astucia, audacia y bravura como las tuyas no había conocido antes.

Julio César conquistó Egipto y a él lo conquistó Cleopatra. Desde el primer momento en que pusiste tus ojos verdes sobre mí, me hiciste tu esclavo; no sé si lo tuyo es instinto o lo planeas, pero te sale ¡tan natural! Pareces leerme la mente, juegas conmigo, me haces tu títere y después disfrutas ignorándome ¡eres cruel!

Nunca me rendí, no sé si fue mi empeño o fue pura suerte, pero al final ¡te conquisté! Y lo haces parecer tan casual, pereces darle tan poca importancia, que no sé si en verdad gané o rendirte era parte de tu estrategia. Te conquisté y no dijiste mas que una sola palabra -¡Miau!- y luego ronroneaste suavemente.

Defensiva

Llegas sin permiso a un lugar que consideras tuyo, donde tienes exclusividad
Ahí… en el sitio que ningún ejército ha sabido asaltar
A donde en un principio te costaba trabajo poder llegar
Pero una vez que conociste el camino ha sido sencillo
Pides jugar a la guerra una vez más
Tu instinto bélico ha despertado y necesitas contrincante
Dejas que ataque primero para evaluar las tropas
te dispones a responder cuando baja la guardia
Separando al soldado de fuego para que pruebe su valor ante el enemigo
Dejando al explorador solitario a merced de los misterios
Mientras los demás se buscan entre montes
Que a gritos piden ser dinamitados
Vas a luchar sin clemencia
No pedirás piedad y serás cruel con el enemigo
Observas su ingenuidad, la misma que te permitirá arrebatarle la vida
Tratas de humillarlo lo más posible
Antes de arremeter y cercenar una vez más sus ilusiones.

Tienes bien planeada tu estrategia
Sabes que la danza puede seguir infinitamente
Quieres hacerlo sufrir pero no te atreves
Tu código de honor es más fuerte que eso
Hasta que entiendes que disfruta la lucha tanto o más que tú
Que ha descubierto la crueldad y la pasión de la guerra en tu mismo campo
Tienes en tus manos el poder de dar la vida… y perderla en segundos
Enfráscate en la lucha sin cuartel que has deseado con locura.

El enemigo está dispuesto
Te permitirá vivir pues eres necesario
Tú eres quien quiere arrasar con todo
Verlo morir en tus manos, no sin antes tener el brillo de sus ojos
Y de ser posible el calor del corazón
Olvídate de todo
Lucha, mata, olvida… o perdónale la existencia
Tira de él cuando sienta que podrá volar
Apuñálalo en el momento que crea que has cedido
Arranca sus ojos con su bandera blanca

…Y en el frenesí de tus lúdicas misiones
Deja que tu preciado capitán busque al soldado de fuego
Que ocupe el lugar que tu explorador defendió con vehemencia
Y accede al punto donde convergen las emociones
Donde derrotar y ser derrotado pierden el sentido
Fundiéndose con la desgracia de tu victoria.

Carta a una relación desigual


Esta conversación la hemos tenido antes. O la he tenido porque tú contestas a veces y otras me sumerges en el abrumador silencio que remata mi soledad. Pero esta historia siempre ha sido igual, la primera vez que me tuviste, sin defensa, me echaste inmediato para no volverme a ver en años y cuando me acostumbré a no tenerte, cuando no te conocía y en mi recuerdo ya nada había de ti encontraste la manera de hacerme volver. En el último minuto antes de para siempre perderme.

Hoy que de nuevo nos hemos vuelto distantes y aburridos, no he dejado de pensar en ti como sé nunca lo haré. Volveré, como antes fue y de más valor es aceptarlo desde hoy que esperar hasta ese día y llenar de nuevo mi alma de confusión. Porque aunque no te entiendo y con tu taimada manera me has hecho a un lado, como siempre en este tipo de relaciones resulto estar absurdamente agradecido y sumiso. Por otro lado cansado y colmado de fastidio.

Lo que pasa, sin embargo, es que no he podido olvidar que cuando yo muy joven me entregaste las llaves de mis puertas y abrí cada una hasta conocer lo que quise ser y lo que no, me dejaste verme en un espejo inquebrantable que ahora evidencia que aún me hago grande y sobreviven ambos mi ilusión y mi rencor. No puedo voltear la cara al hecho de que me hiciste hombre y un hombre que mil veces me ha gustado ser, el mismo que hoy templado se ha vuelto demasiado duro para moldear. Lo reconozco, me enseñaste a conseguir el placer y a suspirar por la belleza y al asombro.

Ya te he dado las gracias. Hoy no.

Porque no apartes el que me has quitado el ensueño y te llevaste el amor quizá para siempre dejándome en el pecho sólo el ansia de confort, de tener ahora seguro lo que tú me hiciste sentir pero a cada final te negaste a dar. He alzado una pared que parece no voy a poder tirar y con cinismo frío has decidido permutar mi devoción por esta madurez que hoy nos estorba a los dos para cumplir nuestro deseo.

¿Ganas algo?.

Porque en eso sí perdiste. No muchos como yo te leen y te escriben y recorren tu fisonomía justificando tus defectos. Y hoy ya me aburrí. Y hoy seguramente no te importará.

Pensando en una razón por la cual mis tribulaciones no se van.
Y dejando de lado mi razón.
Cuando esté cansado y mi mente no ocupe este lugar. ¿Estarás ahí?.

Una relación sí hemos tenido, pero no tiene justicia ni mínima equidad. Yo tonto llegué a pensar que te tenía; no ha sido cierto nunca. Y lo he enfrentado para tomar otro camino tantas veces como éste se me trunca y un nuevo aviso ofrece algo por lo que pareciera vale la pena regresar a ti. Y me creo y te vivo. Y terminamos otra vez.

Me has llenado la boca de placer y el corazón de desconcierto. Te has llevado más de mis lágrimas que cualquiera de las historias que me cuentas y en las que soy convertido en el héroe invencible del último capítulo. Me he sentido amar.

Me enseñaste a besar... quizá por eso.

Me diste el regalo de descubrirme sucio y obsceno. Me ofreciste la contradicción de una certeza religiosa que perdí y no volveré a encontrar. Me has otorgado la exitación de la imagen y me quitaste el ánimo de continuar al descubrir tu obscuridad.

No me hables de amor, tú no sabes amar... Pero descubro que nada has dicho y mi impaciencia por tener todo de ti me hizo escuchar palabras donde no. Mi anhelo por tenerme.

Pero entonces por qué cuando ya lejos encuentras cómo continuar.

No eres tú lo primero que sentí, que probé. Eres, sí, quien me tomó y me hizo a su manera. Una forma que desconozco y sin embargo resulté ser yo. El monto de tu rara belleza y tu vulgaridad violenta. Traducción de la palabra Destino en una condena inentendible. Una pregunta constante que de entrada me niega la satisfacción de revelar.

Me he sentado en un café con un libro que no he de abrir para verte pasar. Aprendo cosas y te distingo mil veces. Cada cara, toda una crónica, las sonrisas, llueves... ¿Y yo?. Con un extraño placer por compartirte que es la parte más excitante de tenerte. Cosa rara, un algo entre los dos que no está mal.

Me convulsionas hasta el crimen y de la nada vienes, me rescatas y me reinventas una vida al ofrecer un desconocido encanto que al final inevitablemente se irá y me dejará ahogado sin respirar.

Pero tu ilusionismo me abruma. Me aturde. Me desequilibra hasta perder. Y avanzaré.

De todo el mundo y las cien ciudades que he aprendido a caminar, ni siquiera fuiste tú la del principio o la de en medio. No sé la del final. Pero resignado a tu atrocidad, aún sorprendido por tu oferta y reinvención, ciudad, ¿hay quien te pueda volver a conquistar?. Yo no pude. Estaré pendiente para verlo.

Así son las relaciones, lo sé.
Dicen que uno de los dos siempre ama más. Esta vez me tocó a mí.
*
*
*
Nací en la Ciudad de México
e inmediatamente me alejaron
después regresé
desde entonces este vínculo
de pasión y negligencia
de respeto y olvido

de ida y vuelta

La mas grande de las Conquistas



E
s difícil pensar en rosa, cuando generalmente el negro ocupa mis pensamientos.





Cuando uno acostumbra ver todo con grandes nubes negras sobre la cabeza, esperando que en cualquier momento caiga la tormenta, se acostumbra a traer paraguas y un sexy rompevientos.



Y es que a veces, la mayoría de las veces, desde que tengo memoria, yo trato, de verdad que trato. Pero casi siempre me gana, por más que quiero no hacerlo, se me viene encima y cuando me doy cuenta ya esta aquí. Y me trata a su antojo, como los vencedores tratan a sus vencidos. Me veo envuelta entre tantos soldados, y no se como luchar con ellos.



Durante todos estos años, pocos han sido los que han querido acompañarme en las derrotas, esos pocos notan como al final, aunque sea por momentos, logro liberarme, y puedo ser la más normal, feliz y complaciente con ellos.

Pero son los pocos. Cuando empiezan conmigo, intrigados por el misterio, se quedan esperando encontrar lo que tanto les atrae. Pero cuando entreven lo que en realidad sucede, salen huyendo, aburridos de las mismas crisis o alarmados temiendo cargar con eso toda la vida.



Y es que trato, de verdad que trato, pero me resisto a pedir aliados, pensando que aceptarlos es aceptar lo que pasa. Así que aguanto, hasta que me invaden, hasta que con ojos entrecerrados le huyo a la realidad, y me sumerjo en los sueños, deseando no despertar más.



Hoy, me sorprendí caminando, entre en un impulso a que me peinaran. Salí de ahí consentida, sacudía el cabello mientras caminaba, y entonces note que esta vez, por olvidar el tratar, no me di cuenta que no te necesito más.



Adiós Hierba de San Juan.