Adolfo

Contactar a Adolfo no fue nada fácil debido a cuestiones meramente logísticas y de conflicto de intereses. Recordemos que estamos en el año 1945, en abril para ser más exactos.
Por medio de un contacto alemán que funcionaba como doble agente, traté de enviarle una carta de presentación y mis motivos para realizar la entrevista, pero esta correspondencia jamás llegó debido a que este individuo, antes de entregar el encargo, decidió hacer una peligrosa caminata al lado de un precipicio, además de que ya traía en su cuerpo una considerable cantidad de plomo—en forma de proyectil—, y por si fuera poca su osadía, se atrevió a nadar en un lago congelado localizado al fondo del abismo. Lo irónico del asunto es que no sabía nadar… pobre Hans, lo voy a extrañar.
Poco después, con la ayuda de un ciudadano suizo—ah, las ventajas de la neutralidad… y una muy considerable suma de dinero—, logré concertar una cita con el anómalo personaje.
Pensé que la entrevista se realizaría en uno de esos castillos de la campiña Austriaca, o en una barca navegando por el Rin, pero no, la paranoia de Adolfo era tal que se tuvo que realizar en uno de sus muchos búnker Berlineses.

¿Qué siente, en éste momento, Adolfo Hitler?
Pues que soy un gran líder y que soy muy poderoso.

No… no me entendió. ¿Qué pasa por su cabeza al sentir que el techo, literalmente, se le viene encima? Éste maldito bunker no creo que resista otro bombazo Aliado.
Ah… pues mis hombres no tardan en derribar a los bombarderos aliados y así, de nueva cuenta, recobrar el poderío alemán.

Ey… sí, cómo no.
En este momento la SS y la Luftwaffe se están reorganizando para dar el contragolpe. Claro que todo esto ya estaba planeado.

¿Por qué es tan malvado?
Yo no soy malvado (risas de malo).

¡Claro que si! Será porque no se casó con alguna hermana… como sus padres…
El incesto no tiene nada que ver.

Sigamos con otros asuntos más relevantes. ¿Qué tanto le afectó saberse un pintor fracasado?
Yo no soy un pintor fracasado. Soy un pintor incomprendido.

Sí, como no… Por otro lado sus estereotipos raciales contrastan de gran manera con su propia figura ¿Qué nos puede decir de esto?
Yo soy de la raza pura germánica.

Responda la pregunta.
Ya le dije jovencito, yo soy de raza Aria.

Usted se autonombró Fürer, dígame las razones.
Ah, pues yo soy el caudillo que salvará de la humillación que sufrió Alemania con los tratados de Versalles.

En aquél entonces usted, junto con otros compinches —Goering, Himler y Goebbles—, fundó el partido Nazi. Toda la parafernalia—banderas, himnos, uniformes—, además para el apantalle, ¿fue para desviar la atención de los problemas internos del país?
No, no, para nada… eh, nuestros uniformes e himnos se hicieron para establecer la confianza en la población, para que tuvieran sentido de pertenencia, de un fin común.

…Y ese fin era…
Lograr la supremacía mundial de la gran Germania. Y lo estamos logrando gracias al excelente desempeño de nuestra gente.

Claro… y sin olvidar las purgas internas, como la noche de los cuchillos largos.
Eran personas desechables.

Dígame ¿Por qué se le ocurrió invadir Rusia, aun teniendo un pacto de no agresión?
El pacto de no agresión fue para dividirnos Polonia, y para que ellos, los Rusos, pensaran que no teníamos interés en invadirlos. Pero en nuestra política siempre se contempló el espacio vital, y el este de Europa es nuestro espacio vital. Una vez que conquistamos toda Europa, a excepción de Inglaterra, solo era cuestión de tiempo para voltear nuestros ojos a Rusia.

Pero llegó el invierno del cuarenta y tres… y la derrota de Stalingrado.
Desgraciadamente nuestros cuerpos no soportaron muy bien esas temperaturas…

Pero usted me acaba de decir que son una raza superior…
No voy a contestar eso.

¿Qué pasó en la guerra civil Española?
Esa guerra fue un ensayo para lo que vendría.

¿Y qué me puede decir de la solución final?
Que está en marcha…

Cambiando de tema. Existe una foto donde detrás de usted se ve la torre Eiffel, dígame ¿no se le antojó?
Muchacho insolente…

Digo que si no se le antojó subirse.
Ah, pues… me estás albureando de nuevo ¿verdad?

Para nada, lo que quiero saber es si le hubiera gustado en ese momento… subirse a la torre.
En ese entonces…

Por último, una pregunta que le hago a todos mis entrevistados ¿Cómo cree que se le recuerde en un futuro y qué legado dejará?
Me verán como el gran estadista que logró la supremacía Alemana. Quedaré como el gran conquistador, un emperador que dominará por más de mil años. Y mi legado será de grandeza y el haber aniquilado a esa raza, a los judíos.

Salí de aquél búnker de la cancillería en Berlín. Los bombardeos se repetían sin cesar… a lo lejos se escuchaba el avance del Ejército Rojo. Era Abril del cuarenta y cinco. Meses después los juicios de Nuremberg tratarán de enterrar las infames leyes raciales de Nuremberg.

Carlos Martín
*Este producto no sustituye una lectura balanceada. Tal vez y hasta contenga felinalalina. Tome sus debidas precauciones.

Monólogo Interview

-¿ Porque me dedico a tan noble profesión? Yo decidí ser puta desde chica, la vida no era sencilla, puedo dormir hasta medio día, y puedo vivir como vampira, simpatizo con el oficio de media noche, taxistas, camareros, fiestas, copas y artístas.

Yo Tengo el alma de peluquera de día y puta de noche. No es el mejor trabajo del mundo, eso lo se muy bien, pero tampoco es el peor. Yo no estoy en esto por gusto, aunque la vocación la encontré desde la primera ocasión. Algunos nos acusan de poca cultura pero tenemos que hacerla de psicólogas, de mamas amorosas, de dadoras de refugio me atrevería demasiado afirmando que casi somos unas santas.


¿Moralismos? pero si hasta maría magdalena tiene mas limpia la conciencia que la de muchos de sus clientes
-Tiene razón, a nosotras viene tanta gente que es imposible adivinarles el ADN, a excepción de el deseo y la intención. Nos reímos, bailamos, algún strip-tease y enseguida una cogida pero yo atiendo como Reina, como a cualquier Rey que entra por esa puerta siempre que traiga la cartera llena.

Su oficio escandaliza a muchos, ¿esta de acuerdo?
-No acepto la hipocresía, esos que se rasgan las vestiduras, siempre hemos existido hasta en las películas. Hace tiempo vi alguna donde a mi parecer y conforme a la época estaba demasiado vestida, tan elegante, que dudaba ya si era de las finas, pues el barrio donde se rodeaba lucía peor que en el que estoy parada ahorita. Se parecía a muchas de esas señoras encopetadas que hasta en auto llegan, su vida es tan aburrida o su marido ya no les mete nada porque se van con la secretaria, cada quien su vida y las circunstancias cambian, quizá ahora tengo que mostrar mas para poder atraer un cliente, la crisis también pega inevitablemente.

¿Es verdad que Uds. despiertan tanto odio como amor?
-No estoy muy consciente de ello, ya son tantos años en el oficio que todo es rutinario y sin asombros, si bien es cierto me han insultado por la calle, pero ese es el poco respeto que generalmente se le tiene a las mujeres. Yo al menos no me trago opiniones frívolas y si me hablan rudo, solo lo acepto pero después de una buena embestida o sobre la cama

El oficio te vuelve cínica, y es rarisimo que una se reivindique, dirán que es fácil pero aguantar un tipo jadeando, borracho, horrible y poco hábil, tan solo culebreandose encima de uno tampoco es agradable. Desgraciadamente dependemos de los otros, finjen fiarse de nosotras inocentemente, somos un engaño disfrazado para llegar a un fin, pero por si solas las pirujas no servimos si nadie nos usa.

¿Será que existen caballeros que han gozado demasiado y por eso tiene un precio?

-El amor es lo que tiene un alto precio, nosotras solo nos fundimos, nos cabalgamos. saciamos esa hambre de siglos, ansiamos que nos devoren como en ímpetu de perros. Salvar a un ser humano también es un trabajo. Debemos susurrar palabras de amor a quien no amamos, gustar a quien no nos gusta con los encajes provocando, contoneándonos aunque seamos poco hábiles en el arte del baile.

¿Recuerda el peor sitio donde lo ha hecho?

- Era un cuartucho con paredes y fisuras cubiertas como las arrugas de un anciano, goteras, puertas desgastadas, tardaba el agua caliente en caer y el diminuto jabón no olía a nada, para muchos puede ser un pequeño paraíso, tan solo basta una cama no importa si tiene resortes oxidados o colchas maltratadas.Pero que es peor que esta vida...

¿Algún día dejaría esta vida?

- Seguro que lo he pensado muchas ocasiones, sobre todo esas donde cada vez que entran en mi, o están encima, aun cuando alguien diga que pueden hacerte sentir viva, es como para quererse morir muchas veces pero ya no es tiempo para reinvindicarse, a todo una se acostumbra. Incluso a los paparazzos y los escándalos.

Divine Brown


CON SATANAS.

Andaba recostado en mi cama leyendo un libro, y de rato en rato pensando a quien entrevistar para el post de cuentaletras de este miercoles, que no vaya a ser que no me salga nada como el miercoles pasado, cuando de repente, se abrió el suelo de mi cuarto y una gran luz roja acompañada de un olor a azufre invadió el ambiente, salió una mujer muy hermosa "Sigueme".

Llegé a una sala amplia, oscura, con leve olor a azufre. Había grandes aparatos de aire acondicionado intentando eliminar, sin conseguirlo totalmente, el calor que se adivinaba procedía del interior del descomunal edificio.

Pasé por un gran tunel Rojo donde al final habia una puerta grande de caoba que aparentaba muy pesada pero que se abria con mucha facilidad. "Sientece por favor, su eminencia ya vendrá"

"Hola". Resonó una voz ronca, potente, pero levemente amanerada. ¿Le han tratado bien?.
-Sí... dije titubeando. Me siento bien atendido.

Tomó asiento en la butaca de enfrente. Al sentarse, una nubecilla azufrosa salió de su culo. Simplemente se disculpó y dijo:

-Adelante- Pregunte. Soy todo oídos. ¿Ya entrevistó al de arriba?.
-Si ya lo hice, pero en esa ocación fue para mi Blog, este es para cuentaletras.
-Si ya veo, en cada cosa que te metes... e leido ese blog, espero que me lean por que si no, los mando a aparcar autos al averno.

Despues de aquella introducción, la entrevista a Satanas siguió asi:

Luis Torres: Su nombre señor?
Satanas: Satanás, Diablo, Demonio, Hugo Chavez, Lucifer, Luzbel, 666 y un sin fin de nombre que me tienen, me dicen, y se inventan.

Luis Torres:¿ y cual le gusta mas?
Satanas: Me da igual. Talvez Luzbel, que suena un poco más a mi manera; “Luz Hermosa”.

Luis Torres: ¿Cuál es en sí su función, señor Luzbel, en el mundo de los hombres?
Satanas: Depende de quien lo vea. Si soy yo, diría que es aconsejar y desaconsejar; tratar de fastidiar al de allá arriba; conseguir prosélitos para mi causa y candidatos para mi Refugio Final. Los religiosos dicen que solamente sirvo para incitar al mal y me usan para asustar a niños, no tan niños y ancianos, para que se porten bien y no pequen. Los Rokeros, entre los que estoy más que nunca de moda, me cantan y alaban. Hasta se queman las barbas a mi salud. En fin, depende, como te dije al principio.

Luis Torres: ¿Y cómo usted cree que lo ven desde la tierra?
Satanas: No creo, mi querido Luis. Estoy seguro. Tengo tan buena prensa que los estadounidenses proclaman que mis amigos Bin Laden y Bush son imágenes mías en la tierra, y los iraquíes, iraníes, palestinos, indonesios, muchos latinoamericanos dicen que mi protegido Bush es la verdadera imagen mía en el universo. Fíjese, estoy en todas partes... aunque no le guste al de arriba.

Luis Torres: Me deja perplejo con su filosofía, don Bush... perdón, digo don Luzbel. Eso no es totalmente cierto. Hay gente donde usted no tiene muy buena prensa... Digamos en el Vaticano, entre muchos líderes religiosos, entre muchísima gente del pueblo...
Satanas: Muchos de ellos mojigatos. Juan Pablo era excelente persona. A este no lo tocaba. Pero... ¿A cuántos no he podido yo traer a mi redil, que se cantaban religiosos y amigos de Dios ? la Madre Teresa por ejemplo, todos pensaban que era hija de Dios, rodeado de mendigos... en breve te lo enseño, anda jugando con Torquemada y Nerón por alli. Tengo unos cuantos evangelizadores quemandoce aqui abajo.

Luis Torres: Escalofriante lista de individuos a su servicio, señor Luzbel.
Satanas: Y los que no le digo. Mire usted, podría mencionarle una lista de cientos de ellos, importantes y no importantes, vivos y muertos: Caín, Judas, Caifás, Goliat, David (Este tiraba la piedra y escondía la mano), y varios más de libro del de arriba; Atila, Pizarro, Fernando e Isabel, mantenedores de la Inquisición (Una de mis obras maestras), Gregorio IV. Más recientemente Hitler y su pandilla, Stalin, Saddam, Roosevelt, Milosevic, etc., etc., etc.

Luis Torres: veo que tiene una sala de computo.
Satanas: Hay que modernizarse, mi amigo. Modernizarse o morir. Yo no soy eterno como el señor de arriba. En mis computadoras llevo el registro de cada cual. Preparo páginas especiales, promociones en revistas, periódicos... en fin, de todo. Tengo hasta agencia de publicidad.

Luis Torres: Me voy despidiendo, porque la entrevista se ha alargado. ¿Podría decirme, como última pregunta, de cuántas salas consta su casa?.
Satanas: Tenemos miles de salas, la de tormentos Rectales, la de las lenguas, la de tormentos sexuales, cerebrales, auditivos... y visuales. Mis corresponsales de la C.I.A. y los torturadores de Wantanamo me tienen al día en este renglón.

Me despedí. Le di la mano, la cual, luego de varios días aún conserva olorcillo a azufre... y a “Siete machos”. Le dije que esto lo publicaria el miercoles en cuentaletras y me puso una mueca de desprecio.

-"Ubiera preferido el New York Times pero bueno..." dijo.

Satanás se fue caminando, sin ni siquiera voltear pero, estoy seguro, se tiró un pedo en el camino, porque el olorcito a huevo duro subía y subía...

Citas

1era entrevista:

.- Entonces me dice que vive sola…
.-Si Señora, vivo sola, pero no tengo ningún problema con eso
.- Muy bien…se ve usted muy decente, me daría gusto que usted cerrará el contrato… aunque sinceramente no nos gustan los solteros, ¿sabe?, nos causan muchos problemas.
.- Esta bien Señora, yo entiendo, no se preocupe.

2ª entrevista:

.- ¿Cuantas personas quieren vivir aquí?
.- Solo una, yo
.- Mmmm, ¿Puede llamarme mañana?
.- Claro ¿a que hora?, ¿es para que nos veamos ya verdad?
.- No, llame primero porque tengo una cita con unos recién casados que están muy interesados.
.- Claro, yo le llamo

.- ¿Hola?, Buen día, me pidio le llamará hoy para concertar la cita
.- ¿A usted la que es sola?
.-…se
.- No, ¿sabe?, ya se lo dimos a alguien más, pero gracias por llamar
.- …

3ª entrevista:

.- Buenos días, hice una cita con usted, mis Papas y yo estamos muy interesados en este lugar, ya traigo todos los requisitos, mire él es mi Papá
.- ¿Vivirían los tres ahí?
.- Asi es
.- Muy bien, desde el principio se les ve que son otra clase de gente, todos los papeles están bien. Puede venir mañana a firmar el contrato, ¿están de acuerdo?
.- Claro, estamos de acuerdo, mi mamá esta fascinada.
.- Dígale a su mamá que no se preocupe, somos muy cuidadosos con la gente que vive en el edificio, no admitimos solteros porque son muy problemáticos, luego hacen fiestas o meten a mucha gente.
.- Esta perfecto para nosotros tres, muchísimas gracias.

¡Estultos!

Desde el infierno.

Desde del infierno, desde el mítico lugar descrito por Dante Alighieri en su divina comedia, me encuentro sentado en una silla muy al estilo Luis XV, chingándome un mojito con el mismísimo Jack el Destripador y a punto de hacer la primera entrevista en mi vida.
Aquí voy.
Rich- Jack, estás considerado como uno de los asesinos seriales más famosos de todos los tiempos, ¿que representa para tí estar en esa exclusiva clasificación?
Jack- Risas- fiu… Bueno, hombre, primero que nada, gracias por tomarme en consideración para esta entrevista, en 120 años nadie se había tomado la molestia. Volviendo a tu pregunta, pues, decir que es un honor para mí sonaría por demás enfermo ante los ojos de todos, pero siendo objetivos, aún recuerdo el matiz rojo burdel de la sangre de Nichols, cayendo sobre el empedrado camino del puerto, sin pena alguna te digo que es un recuerdo que me parece por demás excitante. Mi calidad de enfermo es incuestionable, y el honor que siento es perfectamente justificable. 

Rich - Tengo la curiosidad de saber el porqué escogías prostitutas como víctimas.
Jack- La mujer ha sido el motivo de perdición del hombre desde el principio de los tiempos, sin embargo, considero que la mujer es la perfección en carne viva, a mis 21 años me enamoré de una prostituta del lado oeste de Londres, yo era un estudiante de medicina por aquellos tiempos, sin nada que ofrecer más que mi amor incondicional a esa mujer de los ojos tristes y cuerpo alegre, aunque eso no fue impedimento para entabláramos una relación.
Después de un tiempo la desposé, y todo parecía estar en su lugar, olvidé mi filosofía a la defensiva ante las mujeres, y me hice un fiel admirador de ellas.
Una noche después del trabajo encontré a mi joven y hermosa esposa de ojos tristes vestida solo con un corset y ropa interior, me dijo que nos divertiríamos mucho.
Cuando pasó lo que tenía que pasar, en un arrebato de pasión sin frenesí mientras la contemplaba en su máximo esplendor, sentí la enorme necesidad de cortarle el cuello, siempre he sido débil ante mis deseos, esa ocasión opuse resistencia, pero no fue la necesaria.  
Me estiré con ella sobre de mí todavía hasta mi maleta médica, saqué mi escalpelo y mientras ella tenía su mirada en el techo, corté velozmente su cuello, un caudal de sangre cayó sobre mi rostro mientras ella se desplomaba ante mi mirada todavía excitada y gesto de satisfacción tras recibir el primer baño de sangre de mi vida.
Jamás me volví a casar, jamás recibí otro baño de sangre, pero la satisfacción de cortar carne viva de una mujer solo me la podían dar las prostitutas de Londres.

Rich - Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddows, Mary Jane Kelly, Martha Tabram y Emma Smith, tus divas, ¿tienes alguna favorita?
Jack- Aclararé un par de puntos, Ni Martha ni Emma fueron materia prima para mí, imitadores, quizás.
Mary sería mi obra maestra y por consiguiente mi favorita, tenía un cuerpo perfecto, los mejores tobillos que había visto en mi vida, pretendía hacer algo sin igual con ella, increíble, rojo, excitante, perfecto, simplemente perfecto. Pero no, yo no la maté, la mato el miedo.


Rich - ¿Por qué mutilabas sus cuerpos?
Jack- Yo no lo llamaría mutilar, mi trabajo fue perfecto, limpio y preciso, no más sangre de la necesaria, mutilar lo comparo con cortar arbitrariamente, como un carnicero sin oficio lo hace, yo en cambio era un cirujano de abolengo de varios linajes de Europa. 

Rich - ¿Qué disfrutabas más en cada asesinato? 
Jack- Adoro el olor y el color de la sangre, el silencio incomodo e inevitable de mis chicas al cortarles el cuello, y el sabor de los riñones fritos en las mañanas húmedas londinenses. 

Rich - Existen muchas especulaciones en torno a tu identidad, hasta se ha dicho que Jack pudo haber sido mujer, tu condición fue no revelar tu nombre, pero, ¿Qué le dices a todos aquellos que insisten en poner un verdadero nombre a Jack el destripador?
Jack- Risas- bueno, mira, en realidad no tengo nada que decirles, la fama no es tan importante en este negocio, es comprensible que quieran tener un nombre y apellido al cual condenar, pero fui mucho más listo que toda la Scotland Yard, pasé en sus narices un par de veces, con un riñón y un útero en el bolsillo, era emocionante hacerlo. Lo que no fue no será, eso es algo que me queda claro.

Rich - ¿Cómo fue que nunca fuiste descubierto?
JackEso es un misterio hasta para mí, no es que quisiera ser atrapado ni mucho menos, pero un par de ocasiones escapé de las manos de los detectives que enviaban a vigilar los prostíbulos que visitaba.

Rich-Antes de tus famosos trabajos con prostitutas, ¿mataste a alguien más? 
Jack -Solo a mi esposa, cuando niño maté a una rana con una piedra. Yo mismo la enterré y recé por ella.

Rich- Supón que vuelves a nacer, ¿volverías a hacer historia con tu bisturí? 
Jack- Esa es una excelente pregunta, lejos del gastado comentario en el que digo que lo haría una y otra vez sin importar cuantas veces nazca, una vez leí en un libro que el real arquitecto del universo no erra dos veces de la misma manera, entonces lo considero siempre un evento meramente de azar.

Rich- Jack, esta pregunta es obligada, ¿Alguna vez te has hecho una buena paja?
Jack- En mi caso eso implicaría hacerme una auto circuncisión 

Rich- Risas- No seas mamón…
Jack- Tu empezaste.

Bueno, esa fue mi entrevista, desde el noveno circulo del infierno.

Las Primeras Luces

Cipriano no quiere despertarse, está lloviendo, es muy temprano, tres treinta de la madrugada. Su cara tiene la marca del tequila que bebió anoche. Sale de su casa, con frío. Camina por el empedrado, cuesta arriba, cuadras de empedrado y agua en abundancia. Camina a oscuras. No sabemos en qué piensa Cipriano, pero podemos especular: No le está gustando la lluvia; está ansioso por llegar, ¿adonde? No lo sabemos, piensa en la resaca que tiene, quiere dormir. Un movimiento de su brazo nos da una pista, se quita el exceso de agua de sus ojos, al tiempo que hace un gesto de repulsión. A Cipriano no le gusta la lluvia. Por su aspecto sabemos que es un hombre de campo, entonces pensaríamos que es una incongruencia que le desagrade la lluvia, pero son solo especulaciones. Sigue caminando, aunque no sabemos hacia dónde ni a qué. El cubretodo que se puso antes de salir de su casa nos impide ver qué trae debajo, pero en definitiva lleva algo consigo: un bulto a su costado izquierdo lo denota. Saca un paquete de cigarros, del bolsillo derecho, y le cuesta trabajo encender uno debido a la lluvia. Otro gesto de repulsión. Cipriano maldice. Maldice a la lluvia, a la noche, a la pendiente pronunciada que está recorriendo. Hasta ahora nos cuesta un poco de trabajo entender por qué Cipriano se despertó tan de madrugada, aún sabiendo que llovía ─llueve─, a no ser que se dirija hacia un rancho lejano a trabajar, pero por lo que se ve no va hacia el valle, sino a la sierra. Puede ser que Cipriano trabaje en un aserradero, puede ser. Se acerca a una casa que está al final del pueblo. Se agacha y coge una piedra, la arroja hacia la puerta, se limpia el lodo de su mano derecha en el cubretodo, confirmamos su desagrado a la lluvia ─pudiera ser que también a la noche, o a la desmañanada─. Espera unos segundos. Coge otra piedra y la arroja al tiempo que pronuncia dos nombres, Toño, Jelipe. Cipriano está enojado, no le gusta esperar. Toño y Jelipe salen. No saludan, no le hacen ninguna seña a Cipriano, el cual, con el rostro empapado y el ceño fruncido, exclama: "Con una Chingada, ustedes..." Toman el rumbo hacia la sierra. Por lo que apreciamos, los tres caminan sin caminar, fuman sin fumar. Es como la respiración, se produce sin pensar. No sabemos en qué piensan. Tal vez ni estén pensando, simplemente van con la inercia. Pudiera ser que día tras día, al no hacer cambios, invariablemente se cae en la rutina, en sus caras de hastío se les ve. Llegan, después de caminar sin caminar, a un paraje donde se localiza un tractor. Aquí, Cipriano nos cambia el pensamiento. Llegamos a imaginar que Cipriano es un leñador, o que trabaja en un aserradero, pero el tractor nos devuelve al estereotipo de campesino, solo que aquí entra otra duda: las lluvias. No es tiempo de arado, como tampoco es tiempo de cosecha. Habrá que ver el uso del tractor. Quizás nos estemos aventurando mucho. El tractor es simple y sencillamente un medio de transporte. Quizás. Los tres se suben a la maquina de uso agrícola. Jelipe o Toño, no sabemos cuál es cuál, maneja. A Cipriano, que va sentado detrás, le molesta el bulto que trae a su costado izquierdo. No es que hubiéramos interceptado los pensamientos de Cipriano, sino que la cara húmeda de descontento, y el continuo acomodo y reacomodo de su costado izquierdo nos lo indica. Llegan a una intersección con la carretera. Jelipe o Toño, no sabemos cuál, detiene el tractor. Los tres, como si fueran autómatas, realizan diferentes actos. Cipriano sustrae del tractor unas cuerdas y se las avienta a uno de los dos, Jelipetoño, o Toñojelipe. Éste las recoge y con ellas amarra unos troncos, mientras que el otro pone en reversa el tractor. Aquí de nuevo se nos viene a la mente el trabajo de estos tres: leñadores. Pero son solo especulaciones. Cipriano le grita al del tractor, "Muévelo, dale... dale, ya saliste". El tractor avanza unos metros sobre la carretera para detenerse justo treinta metros antes de una curva. Cipriano y el otro, van detrás de él. Colocan los troncos sobre el asfalto. Los acomodan atravesados para impedir el paso de cualquier vehículo de motor. Cipriano, Jelipe y Toño se sientan sobre los troncos. Cipriano saca de su costado izquierdo un arma, una escopeta recortada. Cipriano, fumando y bajo la lluvia, está esperando el primer par de luces que den vuelta por aquella curva.

Carlos Martín
Julio 2003

Dress for sucess: Workaholic

Palabras que me definen.
Equilibio tecnológico. Correo electrónico. Memoria Ram. Balances. Presupuestos.Informes. Capital. Tablas. minimo amortizable. Comité de dirección. Estados financieros. Plan de crecimiento. Inyección de Capital. Versión Alfa. Fase Beta. Proyectos. Estatutos. Multimedia.

Mi trayectoria fue meteórica. Acabé la carrera con excelentes notas y empezé a trabajar a los 22. A los 28 me nombraron Directora Financiera y mi foto salió en la sección de negocios de el periódico mas renombrado de este pais. Tengo cierta vida social, a veces cenas de negocios o juntas con colegas de trabajo. Ultimamente asisto a reuniones periodicasde ex compañeros de Universidad, antiguos amigos de banca que compruebo, se han convertido en señores calvos, con barriga o chicas madres de familia sin ilusiones o de esas muchas vidas postergadas o aburridas.

Mi trabajo como es y su naturaleza me permite conocer a tantas personas que puedo clasificarlas como en una bitácora, jamás osaré de nuevo tener un romance de oficina, Debra Garner lo describe muy bien, especialista en formación y Asesoría de empresas. Atesoro sus libros en la estantería de mi despacho minimalista, a lado de la lista interminable de manuales de econometría y contabilidad.

entre los postulados tomo en cuenta: "si ha iniciado un romance pongale fin"

"no ascienda a la persona con quien ha mantenido esa relación y no cometa la equivocación de creer en la incidencia inocente, en el trabajo todo acaba por saberse y esa es una regla que no conoce excepciones en horas de oficina"

"La mayoría de los triunfadores ponen en término sus relaciones personales una vez que deciden acatar la cumbre, toda relación privada es suceptible de atajar equívocos, alterar las reglas del contacto humano es llamar al desastre"

Así que yo siempre termino las relaciones. Antes de que comienzen a volverse complicadas, mi vida complicada ya es trabajando 14 horas diarias, tanto o más como los obreros explotados en fábricas del siglo XIX. Todas las mañanas comienzan 7:20 de la mañana juntas de consejo y pendientes, camino a la oficina el cielo muchas veces muestra un aspecto gris que de tal costumbre es que no me detengo ya jamás a mirarle me encierro en el despacho, con aire acondicionado, de temperatura constante e invariable: 22 grados centígrados. Como reza el manual de Seguridad e Higiene en el trabajo. Nueve metros cuadrados a mi alrededor batallando con los programas , asistentes y demás empleados que esperan solo ordenes.

Mi rutina diaria enfundada en traje sastre sobrio, para no pensar que ponerme en las mañanas deteniéndome ante el armario, obvio en perchas correspondientes y orden meticuloso, perfectos y alineados sin perder el tiempo o desperdiciandolo por plancharlos.

Teclear sin parar producir datos e información. He llegado a un punto en que mi memoria está duplicada y la memoria exteriorizada en archivos o bases de datos, supera a la almacenada en mi cerebro biológico. Una gran cantidad está guardada en mi lap top. Para acceder a ella hace falta tan solo una clave de acceso, otra parte menos confidencial, se archiva en registros, carpetas o memorias RAM con datos y cifras correctos en orden alfabético y facilmente localizables, dígitos binarios que al mismo tiempo identifican mi ADN laboral frente al mundo frente a lo que soy.

A veces me temo que me identifico con mi ordenador, somos identicos, dispone de una bateria de emergencia que se conecta automaticamente en caso de un fallo en la corriente eléctrica. Diseñada para durar. Programada para seguir adelante. Como yo

Doce horas de mi tiempo hipotecadas para poseer dinero que pague mis lujos de los cuales no puedo disfrutar a la falta de tiempo y entretanto aunque la vida pase debo registrar números, y cuentas, documentos internos y memorias Usb con informes completos, no resultaria díficil percatarse que mi cerebro no está hecho de chips, que soy humana. Aunque cada día se me note menos.

Ivanka Trump.



Camposanto


El mío no es el lenguaje de la muerte. En los veinte años respetando la rutina me he detenido un instante, uno solo, a meditar al respecto. Solo una vez en dos décadas parecerá una exageración pero, cuando se guarda un cementerio, el tiempo falla terriblemente en su tarea impositiva. Hace tanto que dejaron de importarme los días de la semana pues, quedándose el tiempo esperando en el umbral del camposanto, un día es idéntico al anterior y presagia con asombrosa exactitud cómo será el siguiente. Incluso olvidé los nombres de los meses.

La gente viene a demostrar su aparente afecto hacia los partidos. Me atrevo a llamarles apariencias pues se trata de una linda puesta en escena. El duelo y lamento a la pérdida mediada por la reunión de quienes en vida le conocieran se diluye con los días idénticos de los anteriores. Gran parte de mi trabajo es hacerle compañía a los olvidados. A aquellos cuyas lápidas yacen sobre el muerto y no a manera de cabecera, que es como deberían. Dolía ver que los familiares descansaran la pesada losa sobre un amado como rogándole no volver de la muerte para atormentar sus enclenques existencias. Que les deje vivir en vez de asistirnos o aconsejarnos ya adelantados en la carrera de vida.
Es evidente que la gente que puede diferenciar el día de hoy del de mañana basada en su agenda no tiene idea de la ceremonia que atestigua. Esa es la palabra, atestigua. Si tuvieran poco de interés podría llamarse participantes y, resulta para mí, la perfecta analogía de vida. La mayoría de las personas atestiguan su existencia sin importarles un diablo aún cuando el ejemplo mortal les es expuesto crudo y diáfano. Muy pocos son participantes; y, serán a caso menos quienes despierten del trance del testigo cuando un entierro no puede abrirle los ojos; cuando lloran sin autenticidad, sometidos por voluntad propia a una norma de vestido ridícula intentando demostrar su respeto. Lo único que demuestran es ignorancia al prestarse como testigos aparentando participar en la linda puesta en escena de la cual hoy me ha tocado el papel estelar.
Éste fue único día, en veinte años velando el último jardín, en que medité a cerca de lo caro que es vivir y lo ridículo que es morir.

Me declaro en huelga: si no hay nuevo estilo visual de blog, no escribiré más.
Me declaro complaciente: en caso de haber cambio, permitiré comentarios.

Matemáticas, maestra de matemáticas

Antes que nada, aclaremos que el sol sale cuando yo abro los ojos, ¿Capisce?.
A las 6:45 me despierta el sonido de mi reloj-láser-polvocompacto. De un salto me pongo de pie para que T43, mi robot mayordomo me ayude a vestirme. Bajo por el tubo hacia el piso inferior para tomar un desayuno conservado en la cámara frigorífica y preparado por los más hábiles cocineros del orbe.

Salgo para tomar mi vehículo que puede ir a la velocidad de la luz, pero el día está perfecto para utilizar el transporte público. Tomo mis patines y me deslizo suavemente por las calles sin baches que rodean mi casa hasta llegar a la parada del microbús. Voy temprano así que alcanzo a tener una pelea a muerte con esos entes extrañamente vestidos de negro, que han venido a contaminar mi planeta con sus canciones oscuramente depresivas. A media pelea, uno de ellos tira accidentalmente las shiruken de mi bolsa, lo que en otras ocasiones provocaría que sin piedad arrancara su cabeza y la usara de lapicero, pero ya viene mi micro.

Me subo rápidamente pero cuando el chofer amenaza con cobrarme le insinuo que puede ser finamente despellejado en tres minutos pues no hay más tiempo: con una sonrisa me cede el asiento y permite que conduzca hacia mi trabajo. En el camino atropello dos perros, una lagartija, un gato y al anciano ese que vende periódicos.

Llego a la escuela justo a tiempo, esquivando las naves espaciales de algunos colegas, sus unicornios y el pegaso del director. El profesor de biología llegó tarde y alegaba que se le había ponchado una llanta. Pffff iluso, como si eso pudiera pasarle a algún maestro.

Camino lentamente hacia mi impecable aula, donde mis despiertos, limpios e inteligentes alumnos ya me esperan:

- (Todos de pie) Querida maestra, tenga usted muy buen día.
- Gracias muchachos. Pueden tomar asiento. Saquen su cuaderno y anoten la fecha del día de hoy, por favor.
- Claro. ¿Qué cosa tan novedosa y contextualizada aprenderemos? Espero que sean fracciones. Uy, amamos las fracciones y todas esas cuentecillas que posteriormente serán tan importantes.
- Excelente. Permítanme explicarles con ejemplos perfectamente diseñados y adaptados a sus habilidades perfectamente desarrolladas (todos en silencio).
- …Así es como podemos solucionar este problema. Fulano, ¿puedes explicar lo que he dicho?
- Por supuesto ¡oh querida y adorada maestra!: se obtiene un común denominador o bien se pueden convertir las fracciones para que no haya mucha dificultad en el proceso.

Suena el timbre y todos abandonan ordenadamente el salón, llevándose, por insistencia de ellos, dos tareas a casa.

En este mundo alocado, donde los putos son patrimonio de la nación, algunos tenemos que mantener a los demonios en el infierno.

Ese es un día de mi vida, en el que combato a la ignorancia y la mediocridad con dinámicas y figuras geométricas. Muérete de envidia.

LO SIENTO PERO...

Esperaba escribir un buen relato para ustedes.

Lamentablemente, no se me ocurre ninguna idea.



Agradeciendo su comprensión y esperando hacer algo para apalear la espera, se despide atentamente.





Luis Torres

Insatisfacción crónica

“Tristeza no tiene fin, la felicidad si…”

Quizás me empeño en hacer parecer mi vida una tragedia, igual que las canciones que canto.

No recuerdo que haya existido un parte aguas en mi vida que me hubiera hecho ser parte de la música, siempre melancólica y callada, prefería imaginarme girando mientras escuchaba las piezas de jazz con uno de mis tíos. Y cantar, pues todos cantaban en la casa, mi papa tomaba su guitarra y pasaba tardes cantando con mi mamá.

Lo que si era un martirio era cuando íbamos a reuniones a otras casas, mi papa llevaba su guitarra y a media fiesta nos hacían montar el numerito que teníamos mis hermanos y yo, una canción a varias voces, yo adoraba que me viera la gente, pero conforme crecimos mis hermanos se fueron escabullendo para no hacer mas ese ridículo, y solo yo seguí, aún cuando toda esa gente fuera de la edad de mis papas.

Ahora que lo recuerdo me parece tan lejano que hasta dudo si en verdad pasó. Las cosas se están poniendo un poco complicadas, sé que la belleza no durará siempre, pero ha dejado de preocuparme, me entristece más darme cuenta que han pasado los años y continuo con la insatisfacción de no encontrar lo que quiero.
Cada noche que me preparo para salir a cantar, es como un ritual, adoro ser mujer, nunca fui feminista, cada quien que asuma su papel, y a mi me gusta serlo, me encanta ver mis curvas cuando me pongo estos vestido entallados que hacen que a los hombres se les abran mas los ojos, me tomo cada segundo de extrema atención para que cada pincelazo de maquillaje en mi cara sea un dramático toque para resaltar mis facciones, no quiero ponerme una mascara tampoco, porque mis labios solo necesitan un poco de color y unos toques de brillo para seducir a cualquiera de los que afuera están sentados.

Pero lo que mas me gusta de esto que hago, es salir y actuarle a ese publico, cada una de las canciones que les regalo, canciones de dolor, de amores fallidos, de notas de blues, azules y melancólicas, depresivas y tristes, iguales que yo.
Y me gusta que me vean, que el primer impacto de verme salir al escenario termine en segundo plano cuando escuchan la primer nota salir de mi boca, de escuchar las historias de cruda realidad. Si, es triste, pero aquí la gente parece que viene a entristecerse, otros vienen a ver que sacan, porque normalmente cuando llego de regreso a mi camerino, este esta invadido regalos y flores con invitaciones para salir. Y a mi me gusta aceptar, porque si me preguntan que quiero, la respuesta es muy simple, no lo sé. Por eso tengo que buscar.

Y me la paso buscando, con esa notas de blues en mi cabeza, en cada uno de los que me pretenden, buena no soy, y me gusta burlarme y jugar con ellos, de alguna manera les divierte, pero eso me aburre todavía más, e insatisfecha me alejo de sus vidas, eso es lo que mejor me sale, sin temor alguno siempre tomo mis cosas y me escapo de donde ya no quiero estar.

Una noche cantando en el bar, lo ví, con su aire de hombre malo, yo jure que haría sacarle una mirada tierna y de amor dedicada para mi. Y me enrede en él, asumiendo que sufrir es parte innegable de las grandes pasiones, orgullosa de mi tolerancia para aguantar pacientemente sus muestras de desamor, atenta de lograr tenerlo rendido en mis brazos cada vez que le demostraba el deseo que me hacia sentir, y al final, embriagarlo con ese canto, solo para él, cada madrugada que nos abrazábamos rendidos.

Y lo logre, como logro casi todo lo que me propongo, tuve a ese hombre ahí, rendido ante mi amor, cada noche viéndome salir a cantar al escenario, y por unos momentos supe lo que era la felicididad.
Pero como siempre me pasa, me di cuenta que no había nada que me hiciera embriagarme mas de éxtasis que salir a interpretar todo lo que tengo guardado aquí en el corazón, y que no encuentra fuga o sosiego, y ahí descubrí que lo que yo tenia con ese hombre malo pero redimido ante mi, simplemente no era lo que yo quería.

Ahora estoy sola otra vez, no me asusto irme, como siempre, lo que tengo claro ahora es aceptar que sufro de insatisfacción crónica, y que todavía no descubro que es lo que quiero.

Quizás solo sea cantar.

Il pagliaccio.

Hola, soy Cebollita, el payaso más guapo y carismático del mundo y este es lo que pasa en uno de mis días (De trabajo, no mamen).
Trabajo en el circo Royal, todas las mañanas sin excepción me despierta el sonido de las fuentes de poder y el carro del sonido que a lo lejos se escucha algo así:
¡Papás, traigan a sus hijos, hijos, traigan a sus papás, al gran Royal circus!
Después de eso acompaño a Juan del diablo y a Camilito al mercado por el desayuno, normalmente compramos decenas de teleras para hacer tortas, o a veces tres docenas de huevos, dependiendo del dinero que nos de Don Hernández, el hijo y heredero de Don Amado, presentador y fundador del circo allá por los 30’s, cuando El Royal era el mejor circo.
Una vez desayunado, me escapo con Dulcinea, mi novia, quien es trapecista del circo, nos damos unos chicos besotes con los Elefantes, Camellos y Caballitos como testigos, nos hemos dado cuenta de que les gusta vernos.
Después de eso tengo que alimentar a Juana, Mimí y Augusto (Paquidermus enormus arrugadus) y a Cheetara, Reyna y Ricardo (Leonus cabronus asesinus), Cheetara está quedando rete bonita, después de la sarna de la que fue víctima, su pelaje vuelve a estar suavecito y pachoncita.
La jornada continua, barrer las gradas, echar aserrín en los pasillos y pistas, preparar el vestuario y revisar los amarres del trapecio, aquí si debo echarle ganas, si no me quedo como payaso sin circo y eso del que el show debe continuar pierde todo sentido.
Después viene la hora de alistarse para la primera función, me meto a mi camerino, junto a Juan del diablo y Camilito, es hora de ponernos más guapos todavía, saco de mi buró el estuche de maquillaje que usamos para cubrir nuestros rostros, Camilito va por nuestros trajes para revisar que no tengan desperfectos, y Juan del diablo limpia nuestros enormes zapatos, y la primera llamada hace su aparición.
De niño siempre veía a mi tío Chaparrín aplicar el maquillaje a sus colegas payasos, desde entonces me enredó el arte de pintar emociones en rostros, y a la fecha mis compañeros payasos me piden que los pinte, y así me encargo de borrar sus emociones propias y crear personalidades chuzcas, torpes y chistosas.
La primera función comienza, Sale Don Juan, presentador, elegante, smokin negro, sombrero de copa y un bastón con el que presenta cada uno de los números. El primero en salir es Esteban, el domador de Leones, es quizás uno de los números que más me gustan y soy un admirador más de Esteban, me llevo muy bien con los mininos, pero por más que intento yo no puedo hacer que salten por aros en llamas y tampoco tengo los gumaros para meter mi cabeza en sus fauces, Que el Dios de los payasos me libre.
Siguen los números animalescos con el show de los elefantes que salen agarrados de sus colitas, llegan a la pista y saludan al público, ese es uno de los momentos más emotivos del espectáculo circense, yo recargado en una cerca los veo con puño en mentón fascinado ante la grandeza de esos chicos animalotes, me olvido por completo que mi tío murió aplastado por un Elefante, conocía a aquel elefante y era uno de los más nobles que he conocido en mi vida, no fue su culpa.
Después el número de los paquidermos termina, entra don Juan y presenta el que a decir de él es su número favorito.

Los payasos.
Y con ustedes, Cebollita, Camilito y Juanito del Diablo.
Inicia la pista chusca y alegre que anuncia nuestra entrada y cruzamos la puerta caminando como solo un payaso con zapatos enormes puede hacerlo, es un momento incomparable, los reflectores, la música de fondo, el silencio de los asistontos asistentes, todo comulga para que yo, un simple ser humano con una pareja de colegas vendamos carcajadas, felicidad momentánea y representemos una válvula de escape para adultos que se olvidan de sus problemas diarios al ver y escuchar las risas de sus hijos, esas por las que trabajan y que tanto adoran, por 15 minutos cada 3 horas soy realmente libre y hago lo que mejor se hacer y olvidarme de todo a mi alrededor- menos de mi Dulcinea-. Hacer reír a la gente.
Termina nuestro número y salimos corriendo como solo un payaso con zapatos enormes puede hacerlo.
Mis colegas se van y yo vuelvo a mi cerca, el siguiente número es el de Dulcinea, y mi payasa alma pende de un hilo cada vez que la veo oscilar de un lado a otro. Siempre que su número termina vuelvo a nacer, por eso soy tan guapo y no envejezco.
Termina su show y vamos a ver a los animalitos, ah y también nos besamos.
Esto se repite por tres veces al día, es exhaustivo, pero no me parece monótono, la gente de circo vive de las carcajadas, alegrías, impresiones y aplausos del respetable público, eso es un incentivo suficiente para hacerlo divertido y emocionante.
Soy Cebollita y así pintan mis días circenses.

Con el índice

Me acuerdo y me da risa. De ese tipo de risa maliciosa; por la que tu madre se da cuenta de tus travesuras; “¿De qué te ríes mocoso? Te conozco mocoso... algo hiciste”. ¡Con el índice!, ni yo me la creo.

Seis treinta de la madrugada. Me desperté temprano después de haber asistido a una fiesta privada ─demasiado privada: Yo, una de vodka y mis cigarros─. Encendí un tabaco. Desayuné un café con aspirinas y me dispuse a pensar en lo que haría esa mañana, siempre y cuando fuera ir a la oficina. Estúpido trabajo, pinche vida.
Ni me bañé. En un termo puse hielos, vodka y agua quinada; agité y bebí un sorbo.
Aquel día, por la mañana, no tenía tanta risa. Parecía que antes de salir, todas las cábalas se me hubieran juntado: pasar por debajo de una escalera, que un gato negro pase frente a uno, romper mil espejos, y demás...
Iba con mi preciado termo y ojos lagañosos. Pinche lluvia. Eran de esas tormentas raras, de madrugada. Mi coche, que estaba en la acera de enfrente, tenía una llanta ponchada. Pinche coche.
El metro estaba aperrado. El olor a sudor de la gente mugrosa, debido a la lluvia, se elevó a la enésima potencia; con la resaca que tenía no aguantaba las ganas de devolver el estómago. Gente cochina; al menos yo expedía un olor agradable: vodka. Bebí otro sorbo.
En la oficina, debido a la tormenta, hubo un apagón. Pinches elevadores... pinches escaleras. Después de no sé cuantos escalones y ocho pisos llegué a mi oficina ─ bueno pues, cubículo, sin ventanas, frente a un nerd y al lado de un gordo; pinche Gordo, me cae bien─.
─ Qué onda Lupita─ le dije a mi secre... de todos... la recepcionista pues.
─ Ah, hola. Que frío ¿verdad? Ha de ser por la lluvia y que estamos en invierno ¿no? ─ pero que inteligencia la de esta mujer, deberíamos de enviarla a la NASA, aquí se está desperdiciando la pobre; al menos tiene un buen trasero.
─ Sí, que frío.
─ ¿Traes chocolatito en tu termo? ¿Me regalas tantito?
─ Traía chocolatito, ya se me acabó, cómo vez; ahi pa´ la otra ¿no? ─ tengo que conseguir más de esta medicina si quiero aguantar toda la mañana.
El Gordo me recordó de la junta con la licenciada.

¿Les comenté que no soportaba a mi jefa? La licenciada. Era una perra en el trabajo. Fuera de la oficina se portaba muy bien, excelente anfitriona, muy inteligente y de buen gusto. Pero en el trabajo...

Pinches escaleras, cuatro pisos más arriba. El Gordo y yo subimos tan rápido, tanto como un obeso y un crudo pueden subir.
─ Entonces qué pinche Gordo ¿cuándo nos vamos de parranda otra vez?
─ El viernes, saliendo de aquí ¿no?
─ Simón, ya rugiste.
En la sala de juntas éramos unas doce personas. La licenciada no había llegado. Ya me imagino el pretexto: “una disculpa, debido a la lluvia el tráfico estaba espantoso”, muy lista la tipa.
─ Una disculpa, el tráfico estaba espantoso, qué tormenta ¿no? ─ qué les dije. Méndiga vieja, se acaba de levantar.
La licenciada pasó frente a todos y se quitó su saco; lo único que la cubría era una pequeña blusita color rosa que ─gracias a la lluvia, bendita lluvia─ dejaba ver sus perfectos senos.
─ ¿Ya viste? Tiene frío.
─Ja ja ja, pinche Gordo.
Yo estaba embelesado con la belleza de esa mujer. No la escuchaba, solo contemplaba. La tormenta matutina le arrancó los kilos de maquillaje y aplastó su cabello a la cabeza y a sus hombros. Excelsa belleza de mujer saliendo de la alberca de un gran hotel frente al mar, con el cabello relamido, sin maquillaje, con pequeñas gotas esparcidas por todo su rostro y de fondo las palmeras, nunca mejor dicho.
La licenciada seguía hablando. El gordo también. Yo no estaba escuchando. Yo observaba los dos puntos que sobresalían de aquella blusa color rosa. Comencé a temblar, algo inquieto. Con indecisión me paré. Sin respirar me acerqué a la licenciada y, como si fuera a llamar a la puerta de una casa, con el dedo índice toqué uno de sus pezones.

No, no me quedé sin trabajo; ahora vivo mejor, ya no me expreso con tantos pinches ─bueno, al gordo sí─, y ahora utilizo el índice y el pulgar con mi querida licenciadita.


Carlos Martín

Tres en la Cama

Solía besarme en la espalda. No eran besos normales. Apoyaba sus labios en mi piel, como si fuesen ventosas. Eran besos mojados. Me acariciaba la espalda y los muslos y las nalgas un buen rato, sin dejar de besarme.

Siempre atrapada entre sábanas, piernas y brazos ajenos: los suyos. Podía pedirle cualquier cosa, hazme esto, el otro en ese sitio, cogeme aqui y ahora. Nunca fallaba.
Recuerdo que llegamos a casa en un taxi , yo caminaba por la acera recién mojada, tras la lluvia de esa tarde, con los zapatos en mano y el con una botella de champán, que se había llevado de la fiesta.

De pronto ya estaba en la cama. El fresco contacto de las sábanas limpias y los cuatro ángulos difuminados entre velas de vainilla, comenzó a revolverme las fuerzas. Me colocó boca abajo, me sujeto las manos con una de las suyas en mi espalda, escuché un tintineo metálico, y el crujido de acero me hizo entender que alrededor de mis muñecas, me sujetaban ya unas esposas, solo una idiota pensaba, permitiria tal cosa, esposarse a la cama y vendada de los ojos sin oponer resistencia. De pronto mi cordura le echaba la culpa al champán.

Resbalé sobre el colchón, intentar incorporarme sobre una cama tan blanda, lo hacia imposible,
era torpe gracias a mi propio mareo, de pronto me sentí un poco aterrorizada al sentir sudor en la frente que se detenia en el pañuelo, me impedia ver que estaba haciendo, mientras sentía como arrancaba el vestido y bajaba bruscamente mi ropa interior.

El roce del acero en mis muñecas comenzaba a lastimar, si intentaba preguntar algo o gritar seguramente la voz se me quebraria en un esfuerzo inútil. Toda esa parafernalia Sado light comenzaba a ponerme nerviosa. De pronto sentí su aliento a mi costado, suave pero firme me atenazaba con sus piernas fuertemente contra la cama, su voz comenzó a deslizarse cuesta abajo por mi oido, un susurro hipnótico que repetía me tranquilizara, jugaba entre sus dedos con mis rizos y de pronto, percibí un cosquilleo que comenzó a subir por mi espalda, y de nuevo su voz se dispersaba hasta las vertebras con un -no voy a hacerte daño- ; Al principio no entendía que era, pero sonaba como una sierra eléctrica.

Decidí relajarme, y abstraerme de todo, su voz pausada me tranquilizaba un poco, rozaba la palma de su mano por mi cuerpo, masajeando, apretándome, creo que ahi decidí me abandonaría del miedo excepto de mi cuerpo, acercaba su aliento, saboreaba el champán burbujeante, caliente y aromático de la uva en su lengua, mientras aquella cosa dura bajaba por mi espalda morosamente, se demoraba en mis nalgas y me hacia estremecer.

Algo duro, muy duro, tan duro que dolía, se me metió entre las piernas, entraba y salía como un pistón hidráulico, cuando lo tuve dentro caí en cuenta lo que era. Entre el miedo, la excitación y el morbo eso se hundia dentro mientras mas y mas me iba lubricando, el recitaba frases en mi oido mientras yo trataba de respirar ¿que clase de perverso era de pronto él? sin pedirme permiso, ni discutirlo antes me enterraba aquello, ¿sería acaso esa clase de maravillas que dijo esa noche haría conmigo?. Ya había llegado hasta ahi, ya no había marcha atrás, aquél aparato vibrante, ese accesorio mecánico supongo le excitaba usarlo conmigo y haría que alguno de los dos se corriese en menos de tres minutos, ... justo empezaba a acostumbrarme a esas acometidas contundentes, cuando el sustituyó el juguetito por su miembro, noté la diferencia entre un cilindro y otro, suave con menos dificultad me penetró, de modo enérgico y mucho más profundo a un mejor ritmo.

Comenzó las embestidas dulcemente, aquella masa de carne se tomaba mejor su tiempo y con cada acometida sentia la punta de su falo, lo dejaba dentro de mi por un rato, repentinamente desconcentrada sentí un liquido frio en mi espalda y su lengua húmeda y tibia lamiendo, me di cuenta que vaciaba gotas de champán.
Seguía moviendose con afán y yo con la mitad de la cara sepultada en la almohada comenzé a jadear, me sujetaba fuertemente el cabello, respiraba sobre mi espalda, oí su voz en un tono raro y una que otra frase vulgar, pero me gustaba, me temblaban las piernas, los músculos se contraían mientras su vientre seguía chocando detrás. Comenzó a hablarme de un modo que me excitó tanto escucharlo, suplicando correrme, que sentí como una corriente cálida subía desde mi vientre y me escuché gemir de una forma tan aguda que no me reconocí.

Recuerdo el cuándo, el cómo y el porqué. Como siempre deseé que fuera. Nadie describió la escena: me la dictó el deseo. Lo hice con él infinidad de veces y siempre donde quize, en el sofá, en el auto, en la ducha, en la cama, en la mesa, en la cocina, en el ventanal, en el portal, en el ascensor, en el cine solo nosotros dos como siempre debía ser.

Me liberó , me colocó boca arriba y de nuevo comenzó a besarme despacio, acaricio suave mis muslos y a chupar mis senos constante y controlado... entró de nuevo en mi y me quitó el pañuelo de los ojos y aquel cilindro plástico afortunadamente nunca mas volvimos a usarlo.

Esa noche lo hicimos una y otra vez hasta hartarnos lo suficiente para quedar de acuerdo y alejarnos de aquel engendro plástico intruso entre nosotros.

No importa

Un enorme grito resonó en las ventanas de aquel cuarto blanco.
¡Dios, pero que apretada estás! -reclamaba Santiago mientras soltaba la última gota de sudor que su pareja había exprimido sin contemplación-
Silencio.
Abotonaba la camisa un par de minutos despues de levantarse del cuerpo de aquella.
Silencio cruel.
Entonces... -decía mientras ataba su zapato izquierdo- supongo que ha sido tan placentero para ti como lo fue para mi. Como sabrás, yo...
El azote de una ventana interrumpio el monólogo victorioso.
Disculpa, siempre olvido cerrarla -dijo sonriente-, pero parece que a nadie le importa... ¿Qué, aún no dirás nada?
No hubo respuesta.
Ah, lo olvidaba, ya estás muerta.

El Doctor Santiago Palma salió de la morgue con tiempo para cenar con su familia.

Tal cual dice el título, no me importa hacer trampa.
No me he hecho tiempo para escribir.

Subiendo las escaleras, a mano izquierda: la 25

Lo nuestro ya no tenía remedio. No supe si fue el hecho de que yo empecé a amar diferente o la estudiante de licenciatura, una muchacha bajita que cada semana se metía entre nosotros. El caso es que esa vez me lo echó en cara: te desconozco, esos ojos no son los tuyos, ya no hablamos el mismo idioma. ¿Yo? callada, como cuando me reclaman algo y sé que no tiene caso defenderme. Ese hombre alto, con su docker’s negro, camisa azul, saco de lana y oliendo a fresco. Ésta niña con levi´s y camisa negra, con mi eterno cigarro y oliendo a vainilla. La playa hermosa, como siempre; tomando solos como casi nunca, peleando como ya no era nuevo, con ganas de estar solos pero sin el valor para hacerlo.

Cada cerveza era un trago al pasado y aumentaba mis ganas de besarlo, pero mi orgullo me tenía atada a la arena. ¿Te acuerdas cuando…? Eras divertido. Tierno. Eras una inmadura. Demasiada ternura/pendejez/inocencia para mí. Demasiado niñogrande/indiferente/mierda para ti. Dime que puedo irme sin volver atrás. Deja de decir que no pasa nada. No es justo para nadie.

Me besó al despedirse de mí. Un beso lento mientras tomaba mi cara entre sus manos y hacía que volara una vez más. No podía pensar: sólo sentía que mis brazos lo rodeaban y cada vez era más profunda la exploración que despertaba una urgencia y un calor en mi interior. ¿Quieres que me vaya? No. Vámonos.

Pudo haber sido en el carro otra vez, en la misma calle apartada y bajo mil estrellas. Pero se acordó de aquel hotel que tanto nos gustaba: la habitación de siempre. Un seis entre las bolsas, unos cigarros en mi cartera. Yo empanizadita, pues había estado sentada en el suelo. Él impecable pues era gente grande y jamás lo verían jugando con la arena, como a mí.

Sugirió una ducha. Siempre me pedía que lo hiciéramos juntos, pero estallaba en risas y argumentaba que las Carmelitas Descalzas no me habían educado de esa manera y lo dejaba viendo tv o cantándome en la puerta mientras me duchaba. Esa vez no sería diferente: desnuda, me disponía a llenar mi cuerpo con la finísima fragancia de rosas cuando lo sentí sin ropa tras de mí. Sigo sin saber como abrió la puerta y cuando le pregunté, sólo respondió que estaba dispuesto a echarla abajo.

Comenzó a besar mis senos a la vez que su mano derecha corría hacia el sur. Chupaba y mordía levemente cada pezón hasta que escuchaba débiles gemidos. ¿Te gusta? ¿Sabes lo duro que estoy? ¡Maldita sea! Podía verlo a mil y seguir tan tranquila, pero cuando me susurraba con esa voz ronca que me era tan desconocida y familiar a la vez, simplemente perdía la cabeza y me dejaba llevar. Podía pedirme que le diera mi alma con ese tono y yo no lo dudaría ni un segundo.

Salimos del baño, llegamos a la cama y seguía hablando… Quiero que me prestes tus aretes rojos, esos de cinco piedritas. Tómalos y haz con ellos lo que te plazca. La media sonrisa que se dibujaba en su rostro iba perfecta con sus hábiles manos danzando en el interior de ese cuerpo que sería suyo por última vez. Tocaba alrededor del montículo con sus dedos largos y firmes, húmedos de tanto viajar a las profundidades de mi ser. En ese momento decidí que la siniestra debía participar rodeando su pene con firmeza y constancia, subiendo y bajando poco a poco para hacerlo crecer aún más.

De repente se movió para besar mis labios a la vez que los gemidos escapaban de mi boca: con su lengua corría erráticamente por el lugar en el que decía se reunían sus triunfos y derrotas. Lento, firme y seguro. A mi no me importaba lo que hablaba, sólo le pedía que me tomara como no lo había hecho en mucho tiempo. ¿Ah, muy cabrona? Cálale, niña. Jaló mis piernas para acercarme a su miembro y penetrar mi cuerpo de una vez por todas. Hasta que llores y pidas que pare. Una y otra vez arremetía contra mí, haciéndome temblar y recibirlo con mayor coraje cada ocasión, queriendo decir que era suficiente pero mi cuerpo no me permitiría detener el momento.

Fuerte y a veces contra mi voluntad. Hoy no vas a correr. Esa decisión de saciarse aunque tuviera que obligarme, aunque le dijera entre gemidos que me tenía harta y que para eso mejor me hubiera bajado… eso me excitaba tanto que no podía ni siquiera sostener mis piernas sobre sus hombros un minuto más.

Entre jadeos me dijo alguna sandez, pero yo ya había dejado de escuchar: doblé los dedos de los pies y perdí la conciencia por un instante. El tiempo se detuvo a la vez que el alma abandonaba al cuerpo y en una fracción de segundo, me fundí con el universo.

FIESTA

Era de noche, la luna estaba oculta, la luz se había ido, y la fiesta en su apogeo, nadie podia salir a comprar velas, éramos como veinte reunidos en la casa. Estaban unos amigos y amigas, mi hermana, mis primos y unos vecinos, por lo menos veinte eran lo que estaban antes de que se fuese la luz.


Raúl, mi amigo de todos los años, con quien he bebido, parrandeado y puteado, me dice, vamos apretar tetas y nalgas, yo tomando en cuenta la oscuridad de la noche, acepte la aventura, y comenzamos con el respectivo cateo de nalgas y pechos, algunas gritaban, otras insultaban, otras ni siquiera decían nada, de repente sentí que me tomaron por el pantalón, desabrocharon mi correa, abrieron el botón, bajaron el cierre y sacaron mi miembro de su lugar, estaba oscuro, no se veía nada, y succionaron mi miembro, con desenfreno, con hambre, con ansiedad, como una ninfomana, de esas que disfrutan el sexo al máximo esplendor, yo buscaba a Raúl, lo llamaba en voz baja, para contarle lo que me estaban haciendo, pero el no respondía, yo quería hablar mas fuerte pero se darían cuenta, olvide de llamar a Raúl, pues la succionada estaba buenísima. De repente llego la luz, estábamos todos en la sala, yo en el medio de todos, todos mirándome a mi y también mirando a Raúl, que succionaba entre mis piernas...

Prejuicios

Un par de días atrás, por la mañana, escuchó una noticia en la radio, acerca de una mujer que había estado teniendo relaciones con los amigos de su hijo, quien por cierto tenía quince años. “¡Qué enferma!” Se quejaba la locutora, ella pensó que tenía razón.

“Es como esa Demi Moore que se busco un marido que podría ser su hijo” ¡Ah chinga!, ya no pensó que tuviera tanta razón. Le cambio a la estación.
¡No me chinguen!, si un hombre se relaciona con una mujer más joven es un fregón, pero si una mujer hace lo mismo (aunque la ayude tener su retrato de Dorian Grey guardado en el closet), se convierte en el acto en una enferma.

Bien, ella se siente atraída por alguien menor (no tanto como para que la metan a la cárcel, y salga la nota en los noticieros, pero si bastante mas joven), y a su parecer, más cuerdo que algunos que conoce, lo que la deja dudando acerca de la capacidad de madurar de acuerdo a la edad de las personas.
Al principio le atrapo su extraña y extravagante manera de expresarse, le cayo bien pues y algo muy importante, la hacia reír, ahora que lo piensa no recuerda en que momento se le empezaron a olvidar los años que tiene, asi que considerando que solo le caía bien le dio cuerda para tener más conversaciones, que, por naturaleza y animo de ella, se fueron poniendo sexosas. Y extrañamente comenzó a sentirse ligeramente excitada cuando él hacia referencias mas por juego que por otra cosa. Trato de regresarse en algún momento, pero viendo que él se notaba reciproco continuó, porque la verdad le gustaba. Pero de ahí a dar un paso más, lo dudo un poco.

Por las noches se veia frente al espejo, soltaba el cabello largo y se deshacía despacio de la ropa pensando si a él le gustaría estar con ella, se acostaba desnuda y se acariciaba, sintiendo su piel suave y las curvas que sabe le gustan a mas de uno.

Después de algunas sesiones nocturnas, donde termino poniéndole a su dildo el nombre de ese veinteañero, no se lo pensó mas, quizás paso por alto algunos detalles, pero el 1.82 de altura de él le ayudo bastante a decidirse. Lo que piensa es que ahora que le gusta ser la protagonista de su película, el que le lata alguien menor, más grande o marciano (que por cierto, también le gustan bastante), es un lujo que se puede dar.

Después de varias platicas acerca de experiencias sexuales, notándolo animado lo invito a su casa, para de una vez por todas ver si era cierto todo eso que se decían les gustaba. Porque para que mas rodeos, “lo que quiero es tener sexo contigo y después si quieres nos tomamos una cerveza”.

El ser mas grande la hizo sentirse segura de la situación, algo que por un momento valió madres cuando lo vio llegar con esa frescura que solo los 26 años te dan. Pero un ligero titubeo de nerviosismo que por un segundo noto en sus ojos le recobro el mando y comenzó con el juego. Lo observo mientras entraba a la casa, delgado, alto y todo en muy buen lugar, lo llevo a la sala, donde había prendido un par de velas, le daba un poco de hueva pensar que fuera eso romántico, mas bien lo hacia porque prefería la penumbra.

Le sirvió una cerveza, él no paraba de hablar, y viendo el reloj pensó que si lo dejaba seguir iban a perder tiempo, así que se le acerco, se sentó a un lado y le quito la cerveza, delicadamente le dio un beso, suave para no asustarlo, pero al acercarse, sentir por primera vez sus labios y comenzar a abrazarse, se retiro un momento, ¡ creía que tendría que enseñarle!, y no, ese hombre que tenía enfrente parecía que tenia bajo control toda la situación. Se volvió a acercar atraída por ese beso, que la hizo querer perderse en esos brazos que la apretaban, como hacía mucho no sentía. Solo le pidió se levantaran para dirigirse a su recamara.

Cuando despertó se sintió con un poco de frío, sentía un poco hinchados los labios, su piel desnuda se hallaba descubierta, recordó las sesiones nocturnas cuando se toqueteaba pensando en él, con la diferencia del sabor a sexo que tenía ahora en la boca, que se olía en el aire, le vinieron a la mente los gemidos de los dos, hasta que el roce de una pierna la saco de sus recuerdos. Era él que con los ojos cerrados todavía, comenzó a pasar su mano sobre la de ella, recorriendo su brazo, bajando por su cintura, por su cadera, tan lentamente que sintió como su piel se erizaba. Cuando llego a sus senos ya estaba tan excitada que se monto encima de él nuevamente, para volver a recorrer su piel a besos, para entrelazar sus manos y probarse mutuamente, y la noche le duro perfecto para todo lo que ella quería. Ah por cierto, durante esas horas, nunca se acordó de los 26 años de su amante.

Lo acepta, si eso es ser enferma, lo es, y eso, también le gusta.

MILF hunter.

Varty rojo carmín en tres y medio, por favor.
Se escuchó en el altavoz de mi trabajo, yo era un empleaducho que se encargaba de poner relativo orden en una zapatería barata, y en temporadas como regreso a clases, día de las madres o navidad, me tocaba hacerla de vendedor también.
Era una chinga por poco dinero; pero a que buenas viejas trabajaban ahí. Santa era una de ellas, desde que entré le eché el ojo a su enorme cabús, siempre que subía a la bodega la veía por entre las cajas de zapatos, pero nunca fuimos ni siquiera amigos, así que nunca pasó de que le viera el culo desde el pasillo de al lado.
Daniela era la cajera, le gustaba el rock y eso me llamó la atención de ella, además estaba dentro de la categoría de las gordibuenas, se veía que los palos con ella sabrían a gloria, el pedo es que tenía novio, y le era fiel hasta la chingada.
En todos los trabajos hay una María, el mío no fue la excepción, María era de mis favoritas, bueno, tenía un cuerpo bien rico, también tenía novio, unas quijadas muy grandes y caminaba medio sambita, pero nada es perfecto, dicen, con ella también aplicaba la de verla desde el otro pasillo, y fue una de mis dos mejores amigas ahí dentro, mi amistad se la cobré con unos cuantos fajecillos y dos lecturas de las etiquetas de sus calzoncitos, aunque nunca pasé de tercera.
Lety, ella fue mi otra gran amiga ahí dentro, a ella nunca me la quise chingar, no sé porqué, digo, tenía lo suyo, pero nunca la vi con lujuria, quizás las veces que lloraba en mi hombro por lo culero que era su esposo con ella tenía algo que ver.
Una navidad entraron dos vendedoras más, Lola era una de ellas, ya había trabajado antes en la zapatería, cuando yo aún no entraba, las demás puchachas la conocían, me la presentaron y el cotilleo se dio rápido, le decían la poket, estaba chaparrita, pero tenía más tetas que todas, pude corroborar eso después, pero no pasé de ahí.
Marisol, ella fue la segunda vendedora que don Eduardo contrató, había algo raro con ella, su edad, tenía 35, estaba casada, dos niños y era muy gaviota y les ganaba los clientes a las demás muchachas, hecho que la hizo acreedora del odio y rechazo de las demás, lo demás era relativamente normal, estaba bien buena la cabrona.
Una tarde no salí a comer porque no tenía dinero, pero parece que don Eduardo no se dio cuenta, subió Marisol a cambiarse porque su turno había terminado, yo no me iba perder su camino hasta el locker, y la seguí por entre los pasillos, veía su culo de señora prohibida contonearse armónicamente, después me di cuenta que don Eduardo subió de puntitas, yo estaba ya bien trineado, siempre subía de puntitas para descubrirme tirando hueva, pero me la pelaba porque siempre hacia ruido en el último escalón. Marisol no tenía un oído tan agudo como el mío y no se dio cuenta de la presencia de don Eduardo hasta que tenía una de las manos del rabo verde en una de sus tetas y la otra jugando con su entrepierna, lo asombroso fue que no oponía resistencia alguna y hasta parecía muy divertida, rápidamente maquiné que eran amantes, pero decidí dejar mis especulaciones para después y disfrutar de ese lujurioso acto por entre las cajas de zapatos. Don Eduardo no era un chamaco, y me dejó con mi morbo suelto en muy poco tiempo.
Dijo las típicas palabras de amantes además de un “Espérate un rato para bajar, así no levantamos sospechas, una media horita” y se bajó a seguir al frente del negocio. Después de eso me volteé y me disponía a volver a mi silla al otro extremo de la bodega, caminé algunos pasillos y una voz me detuvo.
-Media hora es mucho tiempo, ¿No crees?
Pensé que don Eduardo había subido sin que me diera cuenta y Marisol le estaba cagando el palo por lo de la media hora, pero no.
- Una vez te vi de mirón de muchachas entre pasillos, Ricardo.
Puta madre, a menos que don Eduardo hubiera contratado a otro Ricardo sin mi consentimiento, Marisol me estaba hablando a mí.
Venía caminando por el pasillo, ya se había cambiado, falda a la rodilla y blusa blanca de botones.
-Debo admitir que eres muy sigiloso aquí arriba, apenas y pude darme cuenta de tu presencia, ahora ya sabes de mis travesuras y está de sobra pedirte que no digas nada, Eduardo no será muy bueno con el pito, pero las cosas con mi esposo no van bien, y si algo sale peor no me importaría amarrar mi futuro con el título de destruye hogares.
Yo, en mi plan de puberto al que se le para el pito tras ver una tanga o un brasier estaba impresionado porque una mujer me hablara así, si hay algo mejor que un doña bien buena es una doña muy buena que sea interesante.
-Sí, pus… uno aprende con el tiempo doña Sol.
-Entonces te enseñaré algo mas, será un pago por tu silencio, espero y sea suficiente.
Aunque ella tenía voz de pito me cautivo con sus movimientos, al grado de que el cincuenta por ciento de mi razón fuera directo al pito, solo tenía que dejarme llevar.
Me pasó de largo y pasó su índice por mi pecho hacia abajo y se dirigió a mi silla.
-A ver, ven.
-¿Eh? Ah, ok.
Vi que se sentó en mi silla y dio uno de los mejores cruces de piernas que he visto en mi vida, me dejó ver el triangulito negro ese que tanto me gusta, después se hechó un poquito hacia atrás.
-¿Qué vamos a hacer contigo, fisgón?
-¿Cogemos?
-Risas-… Bueno.
Y si, debo admitir que me sorprendió la facilidad con la que se dio.
Después de eso, de un anaquel quité todas las cajas de botas femeninas, esas que ocupan un chingo de espacio y con una cobija que una amiga había llevado pal frio en las mañanas, ya tenía mi King size improvisada para la doncella que me estaba a punto de chingar.
Ella se acostó y empezó a desvestirse.
-Espera un poco, déjame hacer eso a mí manera.
Recorrí sus piernas con el mejor tacto que haya recordado en años, pude ver que su piel se erizaba y provocaba uno que otro espasmo, y si hubiera podido ver sus pezones estoy casi seguro que ya estaban a 90.
Después subí su falda, vi su bóxer, hanes de algodón, tan suavecito y con finos detalles, empecé a frotar su vagina, esto hizo que le valiera pito que mis deseos eran desvestirla yo mismo y de una se quitó la blusa, su sostén también era hanes, y sus tetas no eran como las de lola, pero estaban bien firmes y antojables,
-Solo tengo 25 minutos, ¿recuerdas?
-Mierda, es cierto- al tiempo que seguía recorriendo sus piernas con mis manos y besando su cuello.
En chinga me quite mis tenis, mi pantalón y empezamos el derroche de pasión, quitarle el calzón fue la gloria, aunque nada mejor que el oral que me avente y sentir como con sus manos me presionaba contra su concha y no paraba de gemir, esa vez me sentí como el chingón de las mamadas.
-¿Cómo te gusta coger, mijo?
Tito. –Risas.-
-Como caiga, ya ando bien paraguas como para hacerla de pedo.
-Ok, entonces te chingas y vas abajo.
-Arre.
Me acuesto en el anaquel y se trepa, pfff, una vagina de señora, otro pedo.
A pesar de que le dije que no hiciera tanto ruido le valió madre y dio un pinchi recital de gemidos.
Por el poco tiempo que tenía y la súper presión de coger en el trabajo a las primeras de advenimiento me deje venir, eso sí fue como cualquier otro palo.
Lo prohibido sabe a gloria, dicen, yo me chingué a una señora casada, amante de mi jefe y odiada por mis amigas del trabajo, eso lo hizo más peligroso, además de excitante, por si fuera poco me dejó tomar un poco las riendas del jale, solo hasta que alcanzó un punto de excitación mayor al mío, afortunadamente escogió mi posición favorita, y eso fue aún más disfrutable.

Papatambién

Mamá come. Papá come. Hermano tiene la mirada en las patatas; no come. Mamá dice: que ayer vi a tia Lena en el mercado, llevaba un pato vivo entre las manos y yo "¡Lena!". Papá ríe. Hermano ve las patatas. "¡Cómete eso o déjalo en el plato!" grita papá. Mamá sigue hablando. Hermano se levanta de la mesa. El trayecto del comedor a su cuarto es corto, lento, infinito. Mamá toma las patatas de hermano y las pasa a mi plato. "Come, que te queda más" y me las llevo a la boca antes de decir que sí. Hermano tiene días sin comer, y yo días comiendo de más (Las patatas son buenas, pero no si se les come en exceso día tras día tras dia y no tenemos perro para dárselas). Termino la comida y voy al cuarto. Hermano está boca abajo en la cama, con la cara sumergida en la almohada como dormido sobre una nube en días de lluvia. Se escuchan gritos fuera; la voz de papá cuartea las paredes y las hace sangrar. Hermano aprieta su nube con el puño y se va hundiendo sobre el colchón. Hermano calla. Mamá entra al cuarto, con la cara derretida y nos mira. "Vayan con papá y díganle cuánto lo quieren". Hermano se levanta y hace caso, pero yo me quedo frente a mamá, y su rostro se defragmenta poco a poco, hasta que no quedar nada en ella. Las patatas son buenas, pero no cuando se les come en exceso. Papá atornilla con sus ojos a hermano, y hermano nunca come, hasta que se levanta y yo como patatas de más. Las patatas antes no me gustaban, después me agradaron demasiado. Entonces comencé a comerlas de más y ahora no las quiero. Mamá tiene cara de patata. Papá tiene cara de patata. Yo tengo cara de patata. Hermano sólo tiene su cara, porque no ha comido patatas en semanas. Cuando papá come se ve el universo que se extingue en su boca, en la cucharita de metal. Mamá siempre come y nunca se ve nada, como si toda ella estuviera vacía y la comida sólo fuera a dar a un agujero negro. Hermano cuenta los cuadros en el mantel, los dedos a lo largo de la mesa, dobla la servilleta hasta que es tan dura que me puede pegar con ella. Hermano tiene las manos delgadas y pequeñas, y sus ojos son como dos naves en un puerto, y se pierden por la noche. Los ojos de papá son dos esferas azules, parte de su universo. Mamá no tiene ojos, y sólo tiene, en la cara, dos esferas oscuras que muestran ese agujero negro en su interior. Mamá dice "Ve y dile a tu papá cuánto lo quieres" y me salgo del cuarto porque mamá dice que yo quiero a papá, y mi hermano dice que mamá quiere a papá. Papá dice que él quiere a mi hermano. Entonces yo debo querer a alguien, seguramente a papá. Cuando llego al comedor, papá abraza a mi hermano y sus brazos se mezclan como la masa de las galletas. Llego y es como si fuera de ellos la casa, y mamá dice que la casa es de todos, de todos. Al fondo en el cuarto escucho a mamá, que dice llora de felicidad porque papá quiere mucho a mi hermano. Creo que tiene razón. Mamá llora por las noches y la oigo. Me acerco al comedor y está ella pelando patatas como si pelara cebollas, porque llora y llora más, y si le digo que llora me dice que es mi imaginación y me manda a dormir. Pero mamá llora por las noches y la luna disfraza las patatas como cebollas. Yo no sé por qué tanto alboroto; es sólo su cara de patata que llora, y a veces me duele pensar y siento que vomito, cuando pienso que algún día también esa me la tendré que comer, en exceso y en silencio.

Balada para Vos

Cuando yo tenía 15 años y Bariloche no era mas que la provincia donde mi abuela vivia, solía pasear con mi amigo Mariano, a lo largo de la hilera de arboles de frutilla colorada, que yo vislumbraba desde la escotilla trasera del auto de mi padre.

Mariano tenía 17 años y era de Rosario, vivia en el caserón de a lado contiguo al de los abuelos.

Ese verano su madre habia caido enferma y habían tenido que ingresarla al hospital , como la cosa iba para largo , el padre de Mariano decidió enviar a su unico hijo a pasar las vacaciones con su hermano. Un tio solterón introvertido de profesión profesor, que no tenía tiempo ni energias para dedicarselas a un chaval, de manera que el chico cada verano, se veía condenado a vagar por los jardines de ese caserón, persiguiendo lagartijas y tirandole piedras a los gatos.

Fue cuestión de días que nos conocieramos y nos hicieramos inseparables.

Nuestras diversiones no eran nada del otro mundo, el se reía bobo sobre mi acento particular, me llamaba mina gaditana por mi origen y decía que hablaba "suavecito" a pesar del seseo de mi padre inexplicable; preguntaba cosas sobre España y Mèxico mezclados con su tono italianizado y gracioso.

Me enseñó algun par de palabras en lunfardo, a cebar mate y escuchar a Gardel y su Tango
ataviado con su remera eterna del che y una boina, creo que lo hacia verse cómico, mi padre nos daba dinero que el llamaba güita y con una poca comprabamos quilmes.

Cada verano era fantastico, llevaba postales de Rosario y me mostraba fotos de el barrio de la Boca con casas de madera coloridas. Mi padre accedió dos ocasiones y nos llevó a Baires , había oportunidad de caminar por el barrio de san telmo, comer pizza y empanadas de tomate, en los boliches de palermo y Corrientes.

Perseguimos a las palomas frente a la casa rosada, comiamos migas de pan y el obelisco fue testigo de nuestro primer beso; Al morir la tarde emprendiamos el regreso. Desde el avión veiamos Puerto Madero y el Rio de la plata que nunca me pareció tan bonito pero Mariano lo describía tal, que siempre tengo imagenes poeticas sobre ello. Las tardes en Bariloche no eran tan bonitas como en Rosario, según el, y sus ojos se precipitaron los siguientes veranos bajo el filo de mi falda que el insistia en levantar para ver mi bombacha

Me hacían gracias sus palabras lunfardas pero mas nos hacía gracia pensar, que cuando fuera Primavera yo estaria en Invierno, a veces tirados sobre el llano nos restregabamos los ojos una y otra vez viendo al paso nubes grandes de miles de formas y todas las mañanas en esos veranos respirabamos como para comprobar bajo ese cielo, que todo seguia en su sitio. Nunca vi un cielo mas azul que ese.

Nos prometimos el uno al otro que a lo largo de los años nos enviaríamos postales para confirmar que seguiriamos "enganchados", pasaron algunos años y recibi del Barrio de la Boca, de Santa fe, de Córdoba y del la tierra del Fuego, en reciprocidad yo le envié otras cuantas junto con besos despostillados que me guarde a mi regresos atropellados. Después los envios cesaron, por separado y por diferentes razones ninguno envio mas postales.

El volvió años mas tarde en verano a Bariloche yo jamás regresé a causa de mi padre y su trabajo, mi abuelo alguna vez me contó que su madre murió irremediablemente y que la habían enterrado en Recoleta un cementerio renombrado en las afueras de la capital porteña, Mariano se volvió callado y reservado y jamás vi sus ojos aceitunados.

Cuando juega Boca Juniors me acuerdo de el, a veces los dias 28 de cada mes cocino ñoquis en su honor y aun conservo en mi billetera cafe aquellos patacones y una margarita seca que el me dió con esa voz de alocado que decia : ¡Viva! ¡Viva!",los locos que inventaron el Amor;
y un ángel y un soldado y una niña nos dan un valsecito bailador.

Nos sale a saludar la gente linda...Y loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!

Petates, catres y generales.

Las cicatrices con que la dureza del tiempo se hace presente en los rostros de, éstos, mis antiguos vecinos; ve su reflejo en el inanimado porte de la calle donde crecí.
Detrás de aquel muro encontrarás una vieja casona que a ultimas fechas sirvió solo como refugio de vagos y escondite de drogadictos. Yo mismo he pasado noches cobijado por la falsa cúpula celestial cuando mi hogar pierde el derecho se llamarse como tal.
Estos muros tapizados conservan la fuerza que contagia a quien roza el detalle que aquí vaciara algún talentoso entusiasta. Su historia se desvela en caída libre cuando se lee correctamente. Aquí, por ejemplo, podrían descansar los indios en sus petates, sus mujeres en catres, y sus hijas en las camas con los generales. Pancho Villa no tomaba, por eso nadie se explica su refinado gusto en licores. Es el olor de las mujeres, decía, lo que me embriaga; y los vinos comparten la acidez o dulzura al igual que una señora madura o una virgen descalza. Méritos para el cuatrero que hubiera descansado con seis sin huaraches en la alcoba de honor. Acá no se metían los hacendados por la pobre fachada de la casona que de lejos no se distingue entre una iglesia o un establo.
La casona se iluminaba en vida al grito de allá vienen los dorados. Refugio de ladrones, y cárcel y tumba para los cautivos de la revolución. Para la que fue construida y por la que ha de dar la vida. El esplendor que no se ve en las pompas citadinas se hace presente noche tras noche, de orgía en orgía en los patios traseros a donde los niños se les prohibía ir. Pero prohibido es una de esas palabras que la revolución tachara del vocabulario generacional: por eso el hijo de la Tomasa se fue a buscar a su mamá; con cinco años en la guerra, a sus siete no sabe donde está el límite que los adultos imponen en un lugar donde todos son infantes mentales. La Tomasa, así le decíamos todos, no procuró apagar el candelabro y, por esa maldita manía de las indias de dejar que se las cojan con las enaguas puestas, se prendió más rápido que la vela que le metían por el culo cuando su hijo entró preguntando por ella.
La calle donde mis otrora vecinos se reúnen para decidir el destino de esas ruinas de ilustre y vergonzosa memoria, si se permite la expresión, tiene tantas cicatrices como yo caminando de la mano contándole la historia a mis nietas.
¿Y que fue de la señora Tomasa, abuelo?
Disculpa, preciosa, a tu abuela no le gustaría que insultara su memoria.

Habika: la reina de Saba

Desde que llegó a esa escuela la llamaban así todos esos compañeros con abrigos oscuros y su cara blanca como la leche de vaca, que pensaban que eran mejor que ella pero en realidad eran tan desabridos como el matoke de su madre. Y los maestros no eran diferentes, pues la obligaban a convivir con otras muchachas africanas: creían que por el solo hecho de haber nacido en el mismo país tendrían que ser las grandes amigas, pero ni siquiera eran de la misma tribu: ella era masai y Narkeasha era afar. La pastora y la guerrera, ingleses estúpidos.

Cada receso recordaba las áridas regiones de su aldea natal: la choza de sus padres, hecha de barro y ramas cubiertas con excremento de vaca, el ganado que cada madrugada ayudaba a sacar del corral para poder ordeñar a su vaca favorita. Todos los momentos que se bebía la leche mientras que su padre bebía un poco de sangre para seguir fuerte se acabaron aquella tarde que Hakoon, un anciano de la tribu vecina, la pidió en matrimonio a cambio de 3 cabezas de ganado. Su padre aceptó contento.

Protegida por la noche huyó con su hermano Razi, quien no quería ser pastor toda la vida. Cuando llegaron a la aldea más próxima, vagaron por entre la multitud de vestimentas y colores: todos eran parias, escoria de cada tribu. Vio a aquella mujer cuya cabeza colgaba un poco pues faltaba un aro de su cuello, ya que se lo habían quitado por su infidelidad. ¿Qué culpa tenía ella de haber nacido un miércoles de luna llena y por lo tanto tener que cargar cada año un anillo más en el cuello? Costumbres que tenía que aceptar y jamás cuestionar.

El timbre la trajo de regreso al instituto. La mirada avergonzada de Narkeasha le indicó que sabía que conocía su secreto: en la tribu de ella aún se practicaba el njongal jigeen. Se lo habían hecho hace ocho años y cada día ardía como si fuera el primero: la ataron a una roca grande y, mientras la familia observaba algunos metros atrás, la anciana cortó los labios y el clítoris. Cuando empezó a suturar con hilo de caña (para dejar al final un pequeño agujero por donde saldría la orina), sucedió lo que jamás había esperado: gritó. Era tanto el dolor que no pudo reprimir un sollozo ahogado pero en el silencio del desierto resonó como un trueno. Fue inevitable: su familia la exilió pues no podían soportar la vergüenza provocada por esa exclamación ante el indescriptible dolor.

Así habían terminado juntas en esa institución, añorando cada vez más los colores y cantos de la vida "pagana", las costumbres raras que "deformaban" sus cuerpos, así como correr libres con animales "peligrosos"... extrañaba ser parte de una familia.

Todos los días rezaba por los suyos porque seguía adorando a Enkai en secreto. Ese señor de la cruz aún le daba miedo.

LA CASA DE DIOS

El niño se encontraba embelasado viendo el cielo. De pronto recordó que
una vez, su madre, le dijo que ahí vivía Dios. Pero también recordó la frase
de cada domingo del sacerdote de la iglesia de su pueblo, "bienvenidos a
la casa de Dios".

La duda invadió su pequeña cabecilla y fue corriendo a donde su madre
se encontraba:

-Mamá ¿Dónde vive Dios?
-En el cielo.
-¿Y por qué el padrecito dice que la iglesia es la casa de Dios?
-Por que así es, es la casa de Dios, igual que el cielo.
-¿Tiene dos casas?
-¡Uh! tiene muchas. Todas las iglesias del mundo son sus casas.

El niño puso una cara de asombro que la madre notó al instante:

-¿Qué pasa, hijo?
-No...nada...¿Creés que nos quiera regalar una de sus casas?- sus ojos,
brillantes e inocentes, miraban fijamente a la madre.
Esta solo agachó la cabeza.

-No, no creo.-Respondió con la cabeza abajo.
-¿Pero si tiene muchas? - insistia el niño.

La madre no dió respuesta ya al niño. El, al ver que su madre ya no diría
nada salió de nuevo a sentarse a mirar el cielo. Desde ahí podía verse la
enorme iglesia del pueblo, erguida vanidosa e imponente. Detrás del niño
se hallaban las casas de los habitantes del lugar, construidas con láminas
y cartónes roídos.Mirando al cielo y con voz de reclamo, el chiquillo dijo:


-Pero si tienes muchas.

New York City boy!

¿Te platique de la ultima vez que fui a New York?, si, ya sé que te caga ir a Estados Unidos, pero para mi NY no es Estados Unidos, no puedes entenderlo hasta que estás ahí. La primera vez que fui era una puberta, me quede muda cuando llegamos al John F. Kennedy, me valió si era un buen aeropuerto, ¡no podía creer la variedad de gente que había ahí!, estaba el mundo, ¡el mundo entero!, escucharlos a todos hablar al mismo tiempo, cada uno en su idioma, la salvajada étnica me impacto tanto que de verdad no hable hasta que tuve enfrente de mi a esa mujerzota policía de la aduana que me pregunto en español cuando había sido la ultima vez que había visitado los Estados Unidos, en ese entonces todo era más sencillo.

Pero la ultima vez que fui, esa si estuvo surrealista, porque me fui como en un sueño desde que me subí al avión aquí en México, ya sé que te da hueva que te platique de mis enfermedades, pero ¿te acuerdas de aquella vez que un Doctor me hizo veinte mil análisis, para saber porque ya no quería hablar con el mundo y me quedaba jetona halando con la gente a cualquier hora del día? , pues me salio, al final de pagar un pinche dineral en estudios, con que tenia hipotiroidismo, pa´ no hacértela larga, me dio unas pastillitas, chiquititas, que me las tomaba y daba vueltas como la mujer maravilla, charros, adquiría todos sus superpoderes. Me volvía bien girita, y para rescatar los años de oscuridad les dije a los cuates que iban conmigo que yo, que soy una chingonería, les iba a enseñar New York completito

Claro que ellos querían ir al Bronx y esas mamadas, si, yo les dije que si, como no, si se frikearon desde que llegamos al aeropuerto y nos hicieron quitar casi hasta los calzones, que tal que éramos terroristas, con nuestras carotas de mexicanos, ¿que no te ha pasado que cuando viajas te das cuenta de lo mexicanote que te vez? Pues tomamos un taxi y llegamos al hotel que estaba en la 42 y la quinta, yo ya hasta les había hecho el itinerario, ya sabes, hueva pero bien planeado todo. Una me salio con que tomáramos Le Car Rouge, o el Bus rojo, o el Turibus pues, ¿pero como chingados vas a recorrer Manhattan en carrito?, camínenle pa´ que vean, pa´ que huelan, para que en el primer semáforo atascado de gente en el que tengas que cruzar te des cuenta que Cindy Lauper es esa güerita chiquitita que esta parada a un lado de ti.

Al otro día ya estaba con el flaco esperando a todos a las 7 de la mañana en el lobby, nada de desayunar en el hotel, nos echamos un café en un starbuks del subway y a darle. Vamos a Battery Park y de ahí le caminamos para ir al ferry que nos lleva a La estatua de la Libertad, bonito ¿no?, yo acá los espero porque la neta si me mareo. Cuando llegarón me los lleve luego luego a la zona cero, “caminando anden, así se comen todos lo hochos que quieran en el camino”. ¿Vez?, pienso en todo, porque cuando se me agüitarón por las miles de victimas de los atentados, nomás los cruce al Century 21, pa´ que aliviarán las penas en el shoping. Yo, claro era el alma de la fiesta, les explicaba cada lugar, tenía una anécdota para cada ocasión, no me paraba la boquita, ni las patitas, brincaba y bailaba, les cantaba canciones y los hacía reir harto… hasta los deje tomar un taxi de esos amarillitos donde nos tuvimos que separar porque allá si nada de ir en la piernas si no esos árabes guapotes nos mandan a la diablo y no nos llevan.

Cuando nos toco ir a China Town, no manches, ni cuenta me di a que hora a la gente de ojos chiquitos se les hicieron grandotes y ya estábamos comiendo pasta en Little Italy.

Ya ni pa´ que te cuento los demás días, su buen humor se fue convirtiendo en un “ligero” odio hacia mi, no querían caminar más, medio me acuerdo que el Tikos empezó a preguntarles a todos si me habían hecho el antidoping, cuando les hice recorrer la quinta avenida, neta que no entendía sus jetas cuando los pare a comerse un pretzel en Times square, que no les caía bien el negrote ese que los paso a traer, y pequeñeces asi. Cuando nos metimos con unos paisanos de Puebla a que nos vendieron unas manzanas en un Deli fue cuando empezó a valer madre, cuando busque los dólares para pagar me di cuenta que se me acabaron las pastillitas, y el recuerdo de caminar del Museo de Historia Natural al Metropolitan y cruzar por el Central Park, ya no me queda tan claro, ya empezaba a ver todo como en penumbra.

Poco a poco fui dejando de hablar, y los pasos a acabarse, ahí si, deje que tomarán los taxis que quisieran, ya me valia madres.

Para que te digo si me viste muchas veces hacerlo, bueno, te cuento por no dejar. El caso es que habíamos hecho el plan de ir a cenar al Tao, que estaba de súper moda, hasta habíamos hecho la reservación un mes antes, si así de mamones, cuando llegamos ya estaba yo harta de haber caminado todo el día, extrañaba mis pastillitas blancas y solo veía las caras de extrañeza de mis amigos. Nos dieron la mesa y vi alrededor lleno de gente bien bonita, de mujeres guapas y altas, y de hombres musculosos y bien guapotes, ¡puro glamour!pero los veía en cortos, de cada vez que cerraba y abría los ojos, asi que me levante al baño y me encontré con una costarricense que te daba la toallita de tela para que te secarás, por supuesto, me hablo en español, ¿Qué mierda de país es este que esta lleno de migrantes?, Nueva York es “todos”, los españoles, los chinos, los jamaiquinos, los hindús…y las mexicanas que se quedan dormidas paradas frente a la pecera gigante de uno de los restaurantes más famosos de Manhattan, que esta en New York, que esta en Estado Unidos, que esta a un lado de mi país que extraño y que en algún lugar recondito contenía mi camita, si aunque me regañes, extrañaba mi camita.

Y tanto la extrañe que en las fotos que después me mandaron por mail, salen todos diciendo Cheese!, alrededor de un bulto que si vez con detenimiento, descubres que es la que te platica ahora, dormida y recargada en una silla.

De todos modos, ahora que resulto que no era la tiroides, ya no uso las pastillitas, asi que te aseguro, este año que viene, ¡me voy en primavera por decima vez a New York!, igual y me encuentro otra vez a Al Pacino.